sábado, 19 de mayo de 2012

IRRADIANDO LA LUZ DE CRISTO



Isaias 50:10
¿Quién hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios.

Dios en su misericordia no quiso dejar al ser humano sumido en su oscuridad existencial y moral. En el drama de la historia humana, la última palabra no la tiene el hombre rebelde, sino Dios quien mediante la revelación y redención de su hijo, el Verbo, nos ha dado a conocer su plan de salvación; la obra expiatoria y reconciliadora de Cristo, El Verbo era la Luz verdadera, y esa luz trae salvación al hombre, muerto en delitos y pecados.

Cuando Jesús dijo: “…Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).

Nos estaba revelando lo más glorioso de su persona y de su obra y es que esa luz brilla en todas las facetas de la redención humana. Mostrando lo maravilloso de la reconciliación del hombre con su creador, la justificación del pecador ante Dios, la santificación que transforma al creyente en una nueva creación y que hace posible vivir los principios morales del Evangelio, nos hace hijos de Dios, otorga la semejanza con el Salvador y Señor.

Los destellos de la fe y la vida cristiana que otorga la Luz de Cristo, constituyen la naturaleza del Evangelio y la de ser cristianos. Recordemos que El mismo que dijo “Yo soy la luz del mundo” también declaro: “Vosotros sois la luz del mundo: una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder” (Mateo 5:14).

El Mesías exhorta a los piadosos con su ejemplo, a que cuando pasen por pruebas (tinieblas) confíen únicamente en el brazo de Jehová. Si andamos con nuestra luz y rechazamos la de Dios, nos volvemos autosuficientes y el resultado es tormento. Cuando depositamos nuestra confianza en la inteligencia, apariencia o los logros en lugar de Dios, nos arriesgamos a sufrir en gran manera cuando estos puntos fuertes desaparezcan.

Se le advierte a los pecadores presuntuosos de no confiar en sí mismos. Sus propios méritos y suficiencia son luz y a la misma vez calor para ellos. Los consuelos derivados de las criaturas son como chispas de corta vida y pronta desaparición; los hijos de este mundo, mientras duren, procuran calentarse con ellas y andan con orgullo y placer a la luz de ellas. Los que hacen de este mundo su consuelo y de su justicia propia, su confianza, ciertamente encontrarán amarguras al final. El camino del impío puede ser placentero, pero su final y destino eternos serán las tinieblas más profundas. Mientras que el camino de un hombre nacido de nuevo, fiel hijo de Dios, puede ser oscuro, pero su final será paz y luz eterna.

Es momento aun de preguntarnos: ¿Irradiamos luz o solo chispas? ¿Irradiamos nosotros la luz que nos enseña el Evangelio? Al contestarnos tengamos presente lo dicho por nuestro Señor Jesucristo "El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.

Efesios 5:8 “porque antes erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de la luz”.

“Gracia y paz”

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