sábado, 1 de noviembre de 2014

NO MOLESTAR, ESTOY ADORANDO A DIOS



Salmo 113: 1-4
“Alabad, siervos de Yahweh, Alabad el nombre de Yahweh. Sea el nombre de Yahweh bendito Desde ahora y para siempre. Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, Sea alabado el nombre de Yahweh. Excelso sobre todas las naciones es Yahweh, Sobre los cielos su  gloria”.

ADORAR A DIOS es la máxima expresión de amor. Adorar a Dios es hacer todo para su gloria, hacer todo para agradarle. Dice la Biblia que todas las cosas que Él ha creado le dan gloria y que todo lo ha hecho es para su gloria. Todo lo que ha hecho es bueno en gran manera. Dios perfecciona la alabanza en la boca de los que adoran. Aún cuando las aves cantan están alabando a Dios.

Todo lo que Dios ha creado, lo ha hecho con un propósito y cuando lo que él ha creado cumple con su propósito, le está dando gloria a Dios.

Adoramos a Dios cuando amamos a toda su creación, cuando amamos a nuestro prójimo, cuando amamos a nuestro cónyuge y a nuestros hijos. Todo lo que hacemos, dice la Biblia, lo tenemos que hacer para la gloria de Dios. Cuando hacemos lo que a Dios le agrada, él se deleita en nosotros. Jesús hizo todo lo que al Padre le agradaba, hizo su voluntad en todo y esto provocó que el cielo fuera sacudido y el Padre dijera de él: “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17).

Si hacemos lo que Dios quiere, le estamos dando gloria, y le estamos adorando; así pues, adorémosle  desde ahora y hasta la eternidad, desde que sale el sol hasta que se pone. Hagamos todo para la honra y gloria de Dios.

¡Gracia y Paz!


¿SABES CÓMO MEDITAR EN LA PALABRA DE DIOS?



¿SABES CÓMO MEDITAR EN LA PALABRA DE DIOS?

Salmo 119:9-16
“¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti. Bendito tú, oh Señor; enséñame tus estatutos. Con mis labios he contado todos los juicios de tu boca. Me he gozado en el camino de tus testimonios más que de toda riqueza. En tus mandamientos meditaré; consideraré tus caminos. Me regocijaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras”

El salmista escribe: “En tus mandamientos meditaré”. Meditar es reflexionar, pensar detenidamente, con atención y cuidado sobre un asunto específico. Meditar en la Palabra de Dios significa que no la leemos apresuradamente, sino cuidadosamente, poniendo atención a cada frase, a cada palabra, como si verdaderamente esperáramos recibir una enseñanza que pudiera impactar nuestras vidas positivamente. Esto implica creer que la Biblia no es un libro cualquiera, sino una fuente de agua divina que ha sido “inspirada por Dios” (2 Timoteo 3:16), que calma nuestra sed espiritual y nos fortalece y produce el crecimiento y la madurez espiritual que el Señor desea ver en nosotros.

Cuando diariamente separamos un tiempo para meditar en la Palabra de Dios, poco a poco nos damos cuenta que el Espíritu Santo usa esta palabra para trabajar en nuestras vidas, transformando nuestra mente, emociones y acciones de manera que estemos más capacitados para agradar y servir al Señor. Esto, sin duda, traerá muchas bendiciones a nuestras vidas. Así lo afirma el Salmo 1:1-3: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley del Señor está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”

La meditación eficaz consta de varios aspectos básicos:

Primero, debemos separar un tiempo en el que podamos concentrarnos en leer la Biblia. Así nuestras mentes y corazones llegarán a estar en armonía con la mente y el corazón de Dios, y podremos examinar y valorar sus palabras, y recibir la ayuda del Espíritu Santo para entender las instrucciones de Dios en una situación específica. El apóstol Pablo, en su carta a los efesios escribe acerca de “la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios” y los exhorta a leerla “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu” (Efesios 6:17-18).

Segundo, necesitamos quietud. Es necesario detener toda otra actividad con el fin de sentarnos tranquilamente ante el Señor, y enfocarnos exclusivamente en él. Quizás podamos escuchar una música muy suave que nos ayude a lograr ese enfoque, pero debemos llegar a un punto en que nuestro pensamiento esté solamente en Dios. A veces necesitaremos irnos a un lugar solitario. Jesús solía apartarse a pasar tiempo con el Padre. Por ejemplo en Marcos 1:35 dice: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”.

El silencio es un factor fundamental en este tiempo, donde escuchar a Dios es mucho más importante que hablar nosotros. Otro factor muy importante también es nuestra sensibilidad a lo que Dios nos está diciendo. En la medida en que hagamos un hábito de este tiempo de meditación, iremos siendo más receptivos a su voz. Finalmente, necesitamos un espíritu de sumisión. Dios se revela a aquel que se ha sometido a su autoridad incondicionalmente, aún antes de haber recibido respuesta a sus peticiones.

A medida que desarrollamos un continuo y profundo anhelo de pasar tiempo con Dios, leyendo su Palabra, meditando y orando, encontraremos que estos pasos serán cada vez más fáciles de seguir, y podremos decirle a nuestro Padre celestial, como dice el salmista: “Me regocijaré en tus estatutos; no me olvidaré de tus palabras”.

Oración:
Padre santo, te ruego que me ayudes a pasar más tiempo a solas contigo meditando en tu Palabra, y disfrutando de tu presencia. Dame un oído sensible y receptivo para poder escuchar con claridad tu voz, y dame el valor para poner en práctica todo lo que tú me digas. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

Salmo 1:3



“Confía en el SEÑOR con todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propio entendimiento”. Diariamente separa un tiempo para meditar en la Palabra de Dios, poco a poco te darás cuenta que el Espíritu Santo empezará a trabajar en tu vida, transformando tu mente, emociones y acciones de manera que estés más capacitado para agradar y servir al Señor. Esto, sin duda, traerá muchas bendiciones a tu vida.

Así lo afirma el Salmo 1:1-3: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley del Señor está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará”


¡Gracia y Paz!