jueves, 9 de mayo de 2013

¿CÓMO EVALÚAS TU VIDA ESPIRITUAL?



2 Pedro 1:3-8
“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”.

Muchas personas que han recibido a Jesucristo como su Salvador, todavía ceden ante las tentaciones del mundo con demasiada frecuencia. La práctica de su fe se convierte en una simple rutina superficial, en lugar de una convicción de corazón y un estilo de vida. Cuando se enfrentan a decisiones en las que están en juego las convicciones y la fidelidad al Señor, estás personas optan por marchar en sentido contrario a la Palabra de Dios porque no han llegado a convencerse de que pueden vivir de la manera que Cristo vivió. Existen varias posibles razones para esta errónea manera de pensar:

Primera. Ignorancia de la palabra de Dios y del poder y la autoridad que él nos da para vivir una auténtica vida cristiana.

Segunda. Piensan que su comportamiento es aceptable porque ven a otros cristianos actuando de la misma manera. El problema es que tienen su vista puesta en los demás, no en Jesucristo.

Tercera. Se resisten al concepto de rendirse completamente al Señor y someterse a su autoridad. De esta manera nunca conocerán el poder del Espíritu Santo para vencer el pecado.

Si tú te identificas con uno o más de estos puntos, empieza por recordar que eres una nueva criatura en Cristo. Así nos dice 2 Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. El pasaje de hoy nos instruye acerca del comportamiento que debe exhibir el creyente que desea llegar a ser “participante de la naturaleza divina”, de acuerdo a las promesas que hemos recibido al aceptar a Cristo como Salvador. Dice que debes “añadir a tu fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor”. No es fácil llegar a tener este comportamiento, pero puedes buscar la fuerza para lograrlo en el "divino poder", el Espíritu Santo que vive en ti, para huir de la corrupción de este mundo. Este poder está disponible para todo aquel que ha abierto su corazón a Cristo Jesús. Sólo tienes que decidir usarlo.

¿Quieres vivir una vida de verdadera victoria en Cristo? Comienza haciéndote el firme propósito de leer la Biblia y orar cada día. Si ya lo estás haciendo, entonces trata de aumentar tu tiempo devocional. Si actualmente dedicas 10 o 15 minutos diarios para buscar el rostro del Señor, proponte en tu corazón aumentarlo a 20 o 25 minutos, o quizás media hora, o más si es posible. A medida que pases más tiempo con Dios, sentirás más gozo y paz en tu corazón y te resultará menos difícil rechazar aquellas cosas que, tú sabes, no están de acuerdo a la voluntad del Señor.

Cuando ores, pide a Dios que apague el amor que sientes por las cosas del mundo y lo reemplace con amor por él y su Palabra. Ora como si todo dependiera de tu oración. Ora para que Dios te llene de su Santo Espíritu, y así puedas agradarle en todo lo que hagas. Entonces vas a disfrutar plenamente la vida abundante que Dios tiene para ti.

ORACIÓN:
Bendito Padre celestial, por favor quita de mí toda atracción por las cosas del mundo y pon en mi corazón un ferviente deseo de buscar tu rostro cada día, y adorarte, y obedecer tu Palabra, y servirte para que tu nombre sea glorificado en mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla