martes, 19 de agosto de 2014

ORACIÓN:

Salmo 15:1-3

“Señor, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino”.


¿BUSCAS MORAR EN EL MONTE SANTO DE DIOS?



¿BUSCAS MORAR EN EL MONTE SANTO DE DIOS?

Salmo 15:1-3
“Señor, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino”.

Al gran físico Martin Perl, ganador del premio Nobel, le preguntaron a qué atribuía su éxito. “A mi madre”, contestó. “Todos los días, cuando yo regresaba de la escuela, ella me preguntaba: “¿Cómo estuvo tu día, Marty? ¿Hiciste alguna buena pregunta hoy?” Hay preguntas cuyas respuestas producen profundos y trascendentales efectos en nuestras vidas. En el pasaje de hoy, David hizo a Dios dos preguntas de vital importancia: “Señor, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?”

En el idioma Hebreo hay dos palabras que los antiguos judíos usaban para expresar la pregunta “¿Quién?” Una es similar al uso que le damos hoy, es decir la respuesta que se espera es generalmente un nombre propio o algo que indique que se trata de una cierta persona. La otra palabra, la cual David usó aquí, se puede interpretar de la siguiente manera: “¿Qué clase de persona vive cerca de Dios?” La respuesta vino en forma de una serie de cualidades del carácter: “El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino”. Aquel cuyo testimonio refleje éste carácter morará en el monte santo de Dios. Eso dice este pasaje.

El pecado y la iniquidad forman una barrera que nos separa de Dios. Es imposible morar cerca del Señor si no vivimos una vida de santidad e integridad. Dios se deleita en recibir en su santo monte a aquellos que son santos, que reflejan la realidad de la verdad que creen. Él se acerca a las personas íntegras, y se aleja de los que no viven en integridad.

En Números capítulo 13, la Biblia nos narra el momento en el que el pueblo de Israel llega frente a la tierra prometida. Allí Dios le dice a Moisés que envíe doce príncipes de las distintas tribus a reconocer la tierra antes de tomar posesión de ella. Después de cuarenta días, diez de ellos regresaron con informes muy desalentadores, mientras que los otros dos, Caleb y Josué, apoyaron fervientemente el plan de Dios de tomar posesión de la tierra que él les había dado. Finalmente aquel pueblo rebelde y desobediente decidió volver atrás, lo cual provocó la ira de Dios, con sus correspondientes consecuencias. Así dice Números 32:10-12: “Y la ira de Jehová se encendió entonces, y juró diciendo: No verán los varones que subieron de Egipto de veinte años arriba, la tierra que prometí con juramento a Abraham, Isaac y Jacob, por cuanto no fueron perfectos en pos de mí; excepto Caleb hijo de Jefone cenezeo, y Josué hijo de Nun, que fueron perfectos en pos de Jehová”.

En la versión Reina Valera actualizada, este pasaje termina de la siguiente manera: “porque me siguieron con integridad”. La persona íntegra, perfecta, es aquella cuya entrega al Señor es completa, que es madura espiritualmente, que obedece la palabra de Dios al pie de la letra, no a medias. Es aquella cuya vida refleja el carácter de Cristo en todos sus actos, y su testimonio glorifica el nombre de Dios. Esta persona morará en el monte santo, disfrutando de la maravillosa presencia de Dios, de su paz y de su amor. Aquellos que no fueron perfectos, según el criterio de Dios, perecieron en el desierto sin conocer jamás la tierra prometida. Pero Caleb y Josué pudieron disfrutar de todas las bendiciones porque anduvieron en integridad y obedecieron fielmente las instrucciones del Señor.

En el Salmo 16:11, David dice que en la presencia de Dios “hay plenitud de gozo”. ¿Deseas tú morar en el monte santo? ¿Deseas tú vivir cerca de Dios? Busca el rostro del Señor en oración cada día, lee su palabra, medita en ella, pon en práctica esta enseñanza y disfrutarás plenamente del gozo y las bendiciones de Dios.

ORACIÓN:
Padre santo, yo anhelo vivir en medio de tu santa presencia disfrutando de tu gozo y de tu paz. Reconozco que no es fácil para mí reunir los requisitos, pero sé que tú puedes darme el poder y la fe para lograrlo. Ayúdame, Señor, a vivir íntegramente. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla