martes, 2 de julio de 2013

¿DIOS ABORRECE EL PECADO, PERO AMA AL PECADOR?


Existe una famosa frase que dice: “Dios aborrece el pecado, pero ama al pecador”. Este dicho es conocido entre los impíos, pero también es predicado por muchos que se hacen llamar “cristianos”. Pero ¿tal declaración proviene de las Escrituras? De ninguna manera. Tal dicho vino del corazón de un hombre que no conocía a Dios, no proviene de las Santas Escrituras, es decir, no proviene de la boca de Dios.

Lo que las Escrituras enseñan es que Dios es Santo y tan limpio de ojos que no puede mirar con favor el mal (Habacuc 1:13). Por lo tanto, el malo no puede habitar junto a Dios. ¿Por qué? Porque El no es un Dios que se complace en la maldad. Los insensatos no estarán delante de sus ojos. El Dios de las Escrituras aborrece a todos los que hacen iniquidad. El destruirá a todos los que hablan mentira. Dios abomina al hombre sanguinario y engañador (Salmo 5:4-6), o como dice nuestro Proverbios 11:20; “Abominación son a Jehová los perversos de corazón; Más los perfectos de camino le son agradables”.

El Salmo 7:11 dice claramente que Dios está airado contra el impío, es decir, contra el pecador todos los días. ¿Esto significa que Dios es cruel? De ninguna manera. El Salmo enseña que la razón por la cual Dios abomina al pecador es porque El es Justo. Dios es juez justo, por lo tanto, abomina al pecador. Esto no se trata de crueldad, sino de plena justicia. ¿Cómo Dios no se va airar al ver que Su Santa voluntad es quebrantada todos los días?

Algunos han llegado a decir que eso es verdad en el Antiguo Testamento, pero que en el Nuevo Testamento vemos a un Dios diferente. ¿Será eso cierto? ¿Será cierto que Dios ha cambiado? La respuesta es No. Juan 3:36 dice: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”. Efesios 5:3-6 dice: “Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia”.

Entonces, la verdad de que Dios abomina al perverso de corazón, no solo es una verdad en el Antiguo Testamento, sino que también es verdad en el Nuevo Testamento. Esto se debe a que Dios es el mismo ayer, hoy y siempre, Dios es inmutable, El no cambia.

Dios abomina a los perversos de corazón, pero Su agrado está sobre los perfectos de camino. Pero ¿Quiénes son perfectos de camino, si todos nos hemos descarriado? Solo uno, Jesucristo el Justo. Ante El los cielos se abrieron y el Padre dio la siguiente declaración: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). Sobre Jesucristo estaba el eterno y completo agrado del Padre. Pero El, en la cruz del calvario fue abandonado por su Padre (Mateo 27:46). ¿Por qué? Porque Jesucristo estaba llevando la maldad de su pueblo para que todos aquellos que crean en El sean justificados. Eso significa que todos aquellos que están en Cristo, ahora, por El, son declarados perfectos de camino, y el agrado pleno del Padre está sobre ellos. De tal manera que el mismo amor que estaba sobre el Hijo Jesucristo, es el mismo amor que está sobre aquellos que Él ha justificado (Juan 17:26).

La evidencia más clara que Dios es justo y abomina al pecador es la Cruz de Jesucristo. El Padre aplastó a su Hijo Jesucristo porque El fue hecho pecado por nosotros, fue hecho maldición por nosotros. La Cruz es la plena manifestación de la justicia de Dios (Romanos 3:25). La Cruz no está para que sintamos lastima por Jesús, sino para que conozcamos y temblemos ante el Dios de las Santas Escrituras, por esa razón el Señor, en el camino a la crucifixión, le dijo a las mujeres que lloraban: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, sino llorad por vosotras mismas y por vuestros hijos… Porque si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?” (Lucas 23:28, 31).

Roguemos al Señor para que nos siga limpiando de aquella falsa imagen de un dios que nos hemos hecho, pero que no es el Dios de las Escrituras. Roguemos al Señor para que nos siga mostrando Su Gloria.

“El Dios de dioses, Jehová, ha hablado, y convocado la tierra, Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone. De Sion, perfección de hermosura, Dios ha resplandecido. Vendrá nuestro Dios, y no callará; Fuego consumirá delante de él, Y tempestad poderosa le rodeará. Convocará a los cielos de arriba, Y a la tierra, para juzgar a su pueblo. Juntadme mis santos, Los que hicieron conmigo pacto con sacrificio. Y los cielos declararán su justicia, Porque Dios es el juez. Oye, pueblo mío, y hablaré; Escucha, Israel, y testificaré contra ti: Yo soy Dios, el Dios tuyo. No te reprenderé por tus sacrificios, Ni por tus holocaustos, que están continuamente delante de mí. No tomaré de tu casa becerros, Ni machos cabríos de tus apriscos. Porque mía es toda bestia del bosque, Y los millares de animales en los collados. Conozco a todas las aves de los montes, Y todo lo que se mueve en los campos me pertenece. Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; Porque mío es el mundo y su plenitud. ¿He de comer yo carne de toros, O de beber sangre de machos cabríos? Sacrifica a Dios alabanza, Y paga tus votos al Altísimo; E invócame en el día de la angustia; Te libraré, y tú me honrarás. Pero al malo dijo Dios: ¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes, Y que tomar mi pacto en tu boca? Pues tú aborreces la corrección, Y echas a tu espalda mis palabras. Si veías al ladrón, tú corrías con él, Y con los adúlteros era tu parte. Tu boca metías en mal, Y tu lengua componía engaño. Tomabas asiento, y hablabas contra tu hermano; Contra el hijo de tu madre ponías infamia. Estas cosas hiciste, y yo he callado; Pensabas que de cierto sería yo como tú; Pero te reprenderé, y las pondré delante de tus ojos. Entended ahora esto, los que os olvidáis de Dios, No sea que os despedace, y no haya quien os libre. El que sacrifica alabanza me honrará; Y al que ordenare su camino, Le mostraré la salvación de Dios” (Salmo 50).

“Gracia y Paz”
Aprendiendo la Sana Doctrina

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¿TE HAS PROBADO A TI MISMO?


1 Corintios 11:23-29
“Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga. De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí”.

A oídos del apóstol Pablo habían llegado noticias de ciertos abusos que se estaban cometiendo al conmemorar la Cena del Señor en la iglesia de Corinto (1 Corintios 11:17-22). El solemne significado de esta recordación no se estaba guardando. En el pasaje de hoy, Pablo instruye a los corintios en la manera correcta de llevar a cabo esta ordenanza que fue instituida por Jesús mismo, justo antes de su muerte. Pablo les recuerda que de la misma manera que él recibió del Señor esta enseñanza, se las transmitió a ellos, por lo que él esperaba que la llevaran a cabo con la santidad y pureza que este acto requería.

También Pablo les dijo algo que todos los cristianos debemos tener en cuenta: “Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí”. En preparación para la Cena del Señor debemos examinarnos a nosotros mismos profundamente, discerniendo espiritualmente su sacrificio en la cruz, antes de comer del pan que representa su cuerpo, y tomar el vino que representa su sangre. Y todo pecado, toda deficiencia en el amor, todo espíritu de amargura, toda falta de perdón debe confesarse y resolverse antes de proceder a tomar la cena.

Cuentan de una joven que se estaba preparando con vistas a un importante examen que tomaría dentro de pocos días. Se trataba del examen final para obtener la licencia de abogada. Con el fin de prepararse lo mejor posible, esta joven estudió mucho, luego escribió todas las preguntas que se le ocurrieron y no descansó hasta que las pudo contestar todas correctamente. Cuando llegó el día del examen, ella resultó aprobada, porque se había probado a sí misma con anticipación. ¿Cómo nos probamos nosotros? Podemos empezar analizando dos cosas a la luz de la Palabra de Dios: En primer lugar, ¿estamos procurando agradar a Dios más que nada en el mundo? En segundo lugar, ¿estamos expresando y demostrando nuestro amor a Dios y a los demás? Teniendo esto en consideración, Pablo le da este consejo a su hijo espiritual Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15).

Si queremos ser aprobados en la prueba espiritual que puede presentarse en cualquier momento, debemos vivir una vida de comunión con Dios, leyendo su palabra, orando y buscando su rostro diariamente. En la Biblia encontramos la respuesta para cada una de las situaciones que habrán de presentarse en nuestras vidas así como la manera en que Dios espera que actuemos en cada una de ellas, y por medio de la oración constante llegaremos a conocer la voluntad de Dios y cuáles son sus planes en la vida de cada uno de nosotros.

Pide al Señor que te ayude a probarte a ti mismo, no sólo antes de tomar la Santa Cena sino cada día de tu vida, como lo hacia el rey David. En el Salmo 139:23-24, David clamó: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”.

ORACIÓN:
Santo Dios, te ruego me des discernimiento espiritual para poder mirar dentro de mí y ver aquellas cosas que no te agradan a ti para poder eliminarlas de mi vida. Examíname tú, por favor y obra en aquellas áreas que necesitan ser transformadas. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla


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