sábado, 17 de agosto de 2013

ORACIÓN


ORACIÓN:

Padre santo, te ruego me ayudes a alimentar mi espíritu con tu palabra y buscar tu rostro día tras día. Dame las fuerzas para soportar las tentaciones y rechazar todo aquello que no esté de acuerdo a tu voluntad. En el nombre de Jesús, Amén.

EL DOLOR DE LA AMARGURA



1 Samuel 13:5-14
“Entonces los filisteos se juntaron para pelear contra Israel, treinta mil carros, seis mil hombres de a caballo, y pueblo numeroso como la arena que está a la orilla del mar; y subieron y acamparon en Micmas, al oriente de Bet-avén. Cuando los hombres de Israel vieron que estaban en estrecho (porque el pueblo estaba en aprieto), se escondieron en cuevas, en fosos, en peñascos, en rocas y en cisternas. Y algunos de los hebreos pasaron el Jordán a la tierra de Gad y de Galaad; pero Saúl permanecía aún en Gilgal, y todo el pueblo iba tras él temblando. Y él esperó siete días, conforme al plazo que Samuel había dicho; pero Samuel no venía a Gilgal, y el pueblo se le desertaba. Entonces dijo Saúl: Traedme holocausto y ofrendas de paz. Y ofreció el holocausto. Y cuando él acababa de ofrecer el holocausto, he aquí Samuel que venía; y Saúl salió a recibirle, para saludarle. Entonces Samuel dijo: ¿Qué has hecho? Y Saúl respondió: Porque vi que el pueblo se me desertaba, y que tú no venías dentro del plazo señalado, y que los filisteos estaban reunidos en Micmas, me dije: Ahora descenderán los filisteos contra mí a Gilgal, y yo no he implorado el favor de Jehová. Me esforcé, pues, y ofrecí holocausto. Entonces Samuel dijo a Saúl: Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó”.

La amargura nunca es la respuesta apropiada para un hijo de Dios. Envenena la mente, las emociones y el espíritu. ¿Cuándo echó raíces en Saúl esta actitud de resentimiento? Veamos dos acontecimientos en su vida:

Saúl no podía ir a la batalla hasta que Samuel llegara para ofrecer el holocausto como Dios le había mandado. Pero, antes de que el profeta llegara, los hombres de Saúl se acobardaron y comenzaron a desertar, por lo que el rey tomó medidas e hizo la ofrenda sagrada él mismo. Pudo haber pensado: Esto tiene que hacerse sin demora. ¿Por qué no puedo hacerlo yo? No fue capaz de ver la necesidad de obedecer el mandamiento divino. Dios vio esto como un grave acto de rebeldía, que trajo un juicio: el reino de Saúl no duraría. Dios designaría a alguien para gobernar, en vez de los descendientes de Saúl. Imaginemos la reacción de Saúl al enterarse de que el reino no iba a pertenecer a su familia.

En la guerra contra los amalecitas, el rey Saúl dejó de obedecer, otra vez, las instrucciones del Señor. Cuando Samuel lo confrontó en cuanto a su transgresión, mintió diciendo que había obedecido. Después, sin embargo, trató de justificar su desobediencia. Su corazón no arrepentido apesadumbró al Señor, lo cual dio lugar a más juicio: él, el rey, fue esta vez rechazado por Dios (1 Samuel 15:10, 11, 26). Esto ocasionó que Saúl comenzará a amargarse, al darse cuenta de que su desobediencia le costaría el reino.

Asegúrate de llevar de inmediato al Señor tus frustraciones y tu ira. Tráelas delante de Él, y pídele que te ayude a dejarlas. Tu salud espiritual depende de eso.


“Gracia y Paz”
Meditación Diaria


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¿QUIÉN SOY EN CRISTO? ¡Soy Hijo de Dios!



Juan 1:12
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”

Aquí tenemos la maravillosa promesa de Dios de que cualquier persona que recibe a Cristo nace de nuevo y entra en la familia de Dios. Este es un nacimiento espiritual de Dios, no un nacimiento físico que depende de la naturaleza humana.

Recibir a Jesús significa creer en Su nombre. Su nombre es lo que Él es, es decir, Su persona. Jesús es Dios y hombre, Es el Cordero de Dios, nuestro Salvador, que quita el pecado del mundo. Todos los que creen en Jesús como su Señor y Salvador personal se les da el derecho de ser hijos de Dios. Todos los que creen en Cristo son espiritualmente nacidos de Dios.


“Gracia y Paz”

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¿QUIÉN ESTÁ GANANDO EN TU GUERRA?



Gálatas 5:16-17
"Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”.

En una ocasión un anciano de la tribu Cherokee le hablaba a su nieto acerca de una batalla que se lleva a cabo en el interior de las personas. Él le dijo: "Hijo mío, esa batalla es entre dos lobos que hay dentro de todos nosotros. Uno es malvado, y manifiesta ira, envidia, avaricia, arrogancia, odio, resentimiento, mentiras, homicidios y egoísmo. El otro es bueno y siempre muestra paz, alegría, amor, bondad, humildad, generosidad, verdad y compasión." El niño se quedó callado pensando por un minuto, y luego dijo: “Abuelo, ¿cuál de los dos lobos gana?” El viejo cherokee respondió: "Aquél al que tú alimentes".

Preciosa enseñanza, la cual podemos aplicar a nuestra vida espiritual. La vida del cristiano está en un estado de guerra constante. Pero esta guerra no es contra nuestros compañeros de trabajo, nuestros vecinos, nuestros familiares o cualquier otro ser humano. Nuestra lucha es “contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12). Por un lado tenemos al Espíritu Santo recordándonos las enseñanzas de la palabra de Dios y guiándonos según su perfecta voluntad; en el lado opuesto tenemos a esas potestades y huestes espirituales de maldad, las cuales usan la tendencia natural de la carne hacia los placeres del mundo para empujarnos hacia el pecado.

Desde la caída de Adán y Eva en el huerto del Edén, todos hemos nacido con una naturaleza pecaminosa y egoísta que busca su propio placer. En aquellos que no conocen al Señor no existe ningún conflicto, en ellos hay sólo una fuerza que controla sus vidas: la carne. La lucha comienza cuando aceptamos a Jesucristo como Salvador. En ese momento el Espíritu Santo entra a formar parte de nuestras vidas e inmediatamente comienza a redargüirnos, a exhortarnos, a aconsejarnos y a guiarnos en el camino que Dios quiere que tomemos. La carne, obviamente, se opone pues en su carácter egoísta detesta la disciplina y las reglas establecidas por nuestro Creador.

En la escritura de hoy, el Señor nos exhorta a “andar en el Espíritu, y no satisfacer los deseos de la carne”. Esto quiere decir que debemos seguir las instrucciones escritas en la palabra de Dios, la cual es “la espada del Espíritu” (Efesios 6:17). De esta manera viviremos una vida de santidad en la presencia de Dios disfrutando de sus bendiciones, su amor, su protección y su poder. Por el contrario, si satisfacemos los deseos de la carne nos alejaremos de la presencia del Padre y por supuesto de todas las bendiciones que de él provienen. Ahora bien, tenemos que reconocer que no es fácil vivir una vida de santidad en nuestras propias fuerzas pues somos débiles y solos no podemos. Por eso tenemos que acudir al poder del Espíritu Santo para que nos ayude.

Con ese fin, siguiendo el consejo del viejo cherokee a su nieto, debemos alimentar nuestro espíritu con una buena dosis de la Palabra de Dios y un tiempo de oración y búsqueda del Señor cada día de nuestras vidas. Y al mismo tiempo alejarnos de todo aquello que pueda alimentar los deseos de la carne. Esto requiere que seamos muy cuidadosos al escoger los programas de televisión que vemos, y los sitios del Internet que visitamos, y los libros que leemos, y los lugares a los que nos lleguemos en un momento determinado. Si hacemos todo esto, estaremos asegurando la victoria del Espíritu Santo sobre esas huestes espirituales diabólicas que sólo buscan nuestra destrucción. Y podremos disfrutar de una vida de gozo y paz, la vida en abundancia que Jesús vino a darnos (Juan 10:10).

ORACIÓN:
Padre santo, te ruego me ayudes a alimentar mi espíritu con tu palabra y buscar tu rostro día tras día. Dame las fuerzas para soportar las tentaciones y rechazar todo aquello que no esté de acuerdo a tu voluntad. En el nombre de Jesús, Amén.


“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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