lunes, 3 de junio de 2013

¿QUÉ MOTIVAN TUS ACCIONES?


Juan 5:39-44
“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida. Gloria de los hombres no recibo. Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis. ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?".

En un programa radial estaban entrevistando a un viejo actor de circo que en su juventud tenía uno de los mejores números del espectáculo. Todos lo conocían como “Bola de Cañón”, su actuación consistía en ser disparado de un cañón, viajando a gran velocidad hasta una malla que lo recibía a unos cientos de pies de distancia. Durante su vida fue disparado del cañón más de 1,200 veces. Cuando le preguntaron por qué lo había hecho, él contestó: “¿Sabe lo que es sentir el aplauso de miles de personas?” ¡Por eso lo hacía!

En el pasaje de hoy, Jesús se dirige a un grupo de líderes religiosos judíos. A muchos de estos les encantaba la aprobación de la multitud. Eran religiosos en apariencia y decían tener la verdad pero rechazaban al Salvador. Mientras caminaban por el escenario de la historia humana desfilaban vestidos de justicia propia y se negaban a creer en Jesús y a honrarle como el Mesías que era. Estaban más preocupados por recibir honor de los demás que de Dios. Por eso Jesús les dijo: “¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único?”

Nosotros actuamos muchas veces como esos líderes religiosos y como "Bola de Cañón". Nos esforzamos por causar una buena impresión y nos agrada recibir halagos de los demás. Claro que esto no tiene nada de malo, si lo que hacemos está motivado en primer lugar por un deseo de honrar y glorificar a Dios. Cuando nuestras acciones resultan de aplicar la palabra de Dios en nuestras vidas, aunque en ocasiones desagraden a los que nos rodean, estas acciones serán agradables al Señor y de él recibiremos la recompensa. Los demás reaccionarán después en la medida que sean ministrados por el Espíritu Santo por medio de nuestro testimonio. Dice Colosenses 3:23-24: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”. Por el contrario, cuando nuestro enfoque está en impresionar a los demás tendremos que conformarnos, en el mejor de los casos, con recibir de ellos alguna que otra palabra de halago. Nada más podemos esperar. A esto se refiere Jesús en Mateo 6:5 cuando dice: “Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa”. En efecto, si lo que motiva tu oración es el deseo de impresionar o sobresalir entre los que están alrededor, no esperes recibir recompensa del cielo.

¿Cuánto influye en tu actitud “la multitud” que te rodea, es decir tu familia, tus amigos del Facebook, tus compañeros de trabajo? ¿Te interesa más encontrar aprobación en ellos que agradar a Dios con tus acciones?

Reflexiona en tus motivaciones. Es sumamente importante darle al Señor el primer lugar en todo, pues siempre resultará en bendiciones para nuestras vidas. Si no lo estás haciendo, hazte el propósito desde este momento de pensar antes de actuar, y asegurarte de que lo que vas a hacer esté dirigido a agradar a tu Padre celestial antes que a nadie más.

ORACIÓN:
Padre santo, te ruego me perdones por las veces que he sido motivado por el deseo de recibir la aprobación de los demás antes que recibir tu aprobación. Ayúdame a concentrar mis esfuerzos en agradarte a ti en todo lo que yo haga. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”

Dios te Habla