martes, 26 de junio de 2012

¿Estás buscando una segunda opinión?


Mateo 9:18-26
“Mientras él les decía estas cosas, vino un hombre principal y se postró ante él, diciendo: Mi hija acaba de morir; mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá. Y se levantó Jesús, y le siguió con sus discípulos. Y he aquí una mujer enferma de flujo de sangre desde hacía doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; porque decía dentro de sí: Si tocare solamente su manto, seré sana; y al instante se detuvo el flujo de su sangre. Entonces Jesús, volviéndose y mirándola, le dijo: Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado. Y la mujer fue salva desde aquella hora. Al entrar Jesús en la casa del principal, viendo a los que tocaban flautas, y la gente que hacía alboroto, les dijo: Apartaos, porque la niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él. Pero cuando la gente había sido echada fuera, entró, y tomó de la mano a la niña, y ella se levantó. Y se difundió la fama de esto por toda aquella tierra”.

Una pequeña historia cuenta que un viejo médico de campo examinó detenidamente a su paciente, se rascó la cabeza perplejo, y le preguntó: “¿Ha tenido esto antes?” El paciente contestó que sí. Entonces, el médico frunció el ceño y le dijo: “Bueno, pues lo tiene otra vez”. Obviamente no tenía la más mínima idea de cuál era el problema. No hay nada más frustrante que un problema para el cual no se encuentra un diagnóstico. ¡Qué alivio es encontrar un médico calificado que pueda decir confiadamente: “Este es su problema y este tratamiento le va a ayudar”!

Jesús siempre identificó correctamente la condición de todo aquel que acudió a él en busca de ayuda. Cualquiera fuese su problema, independientemente de todas las opiniones previas, su diagnóstico siempre fue acertado y los resultados de su intervención perfectos. Vemos la mujer del flujo de sangre y la hija del principal de la sinagoga de las que nos habla el pasaje de hoy. Marcos capítulo 10 nos relata la sanidad de Bartimeo, quien era físicamente ciego, y en Juan capítulo 3 leemos acerca de Nicodemo, el cual era espiritualmente ciego. En Lucas capítulo 7 Jesús sana al siervo de un centurión, y también resucitó al hijo de la viuda de Naín. Tenemos la historia del endemoniado gadareno (Marcos 5), y de muchos leprosos, paralíticos y tantos otros enfermos a los que el Señor sanó.

Jesucristo es el Gran Sanador. Cualquiera que sea tu problema o tu necesidad, sea física, emocional o espiritual, él te invita a que lo busques, confíes en su diagnóstico, y te coloques bajo su sabio y amante cuidado. ¿Confiarás tu vida al Médico Divino, al único que puede sanarte de cualquier enfermedad, resolver cualquier problema, y, aun más importante, salvarte de la condenación eterna?

ORACIÓN:
Mi bendito Padre celestial, gracias por tu Hijo, quien vino a sanar, y a liberar, y a dar vida en abundancia a todos los que en él creen. Hoy yo pongo mi vida en tus manos, y me someto totalmente a tu dirección y tu cuidado. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios Te Habla

REQUISITOS DE LA ESPERA


Salmo 25:3-5
“Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será confundido; Serán avergonzados los que se rebelan sin causa. Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; Enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame, Porque tú eres el Dios de mi salvación; En ti he esperado todo el día”.

Esperar el tiempo de Dios no es algo pasivo ni ocioso; supone disciplina y compromiso. Hay cuatro requisitos básicos para la espera exitosa:

Fe.
Los caminos y el tiempo del Señor no son como los nuestros (Isaías 55:8-9). Desde un punto de vista humano, Él usualmente hace las cosas de una manera totalmente diferente de lo que esperamos. Pero a medida que confiemos más en Él, descubriremos que su forma de actuar no es tan extraña después de todo. Y cuando vivimos en armonía con su voluntad, su tiempo comienza a tener sentido.

Humildad.
Para esperar en el Señor, hay que estar convencidos de nuestra necesidad de Él. El sometimiento a su divina voluntad exige humildad; usted no puede seguir adelante con sus propios planes, y al mismo tiempo entregarse completamente a Dios.

Paciencia.
¿Tiene usted la disposición de mantenerse en su situación actual, hasta que reciba una clara dirección divina? Hacer una pausa para recibir claridad de Dios es una decisión deliberada que requiere paciencia.

Valor.
Para esperar en Dios se necesita valor, y especialmente cuando hay presión para actuar. Si se descuida, usted podría dejar de escuchar al Señor y seguir los consejos de otros. Por eso, mantenga su oído en sintonía con la voz del Todopoderoso, y no se equivocará.

Esperar en el Señor es una de las decisiones más sabias e importantes de la vida. Y, contrariamente a la creencia popular, es una tarea que requiere fe, humildad, paciencia y valor. Cuando uno confía en Dios y espera su tiempo perfecto, todos los aspectos de la vida se arreglan.

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

UN CAMBIO DE VIDA


Lucas 9:23
“Y decía á todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese á sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame”.

Antes de ser salvos por Jesús, somos esclavos de la carne. Hacemos LO QUE QUEREMOS HACER; lo que nos da consuelo o placer. Pero La Biblia dice que los verdaderos discípulos de Cristo han crucificado la carne y sus deseos. Hay un CAMBIO en nuestra vida cuando venimos a Cristo, o más bien dicho, tenemos UNA NUEVA VIDA; “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.

SIN UN CAMBIO, NO HAY SALVACIÓN. Si quieres venir a Cristo, tienes que negarte a ti mismo, tomar tu cruz, y seguirle a Él. Así, CUANDO EL VUELVA y nos recoja para encontrarle en el aire, empezará una eternidad de bendición y gozo.

“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”.

“Gracia y Paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día