martes, 26 de marzo de 2013

¿DE QUE MANERA HONRAS A DIOS CON TU VIDA?



Juan 17:4
“Yo te he glorificado en la tierra: he acabado la obra que me diste que hiciese”.

Honramos a Dios cuando tenemos tareas y metas buenas, y las cumplimos. Jesús glorificó al Padre los treinta y tres años con una vida perfecta aquí en la tierra. Ahora le esperaba la lucha en Getsemaní, el ultraje de su arresto, la burla del juicio ante Pilato, y la agonía de la crucifixión. Tan fijo fue su propósito de llevar a cabo todo lo que le quedaba delante que podía decir, “He acabado la obra que me diste”.

Dios tiene una obra para nosotros; que “vivamos en este mundo “templada, justa y píamente” (Tito 2:12), dejando brillar nuestra luz delante de los hombres, para que puedan ver nuestras buenas obras y glorificar a nuestro Padre que está en los cielos. De esta manera nuestra vida y nuestro ejemplo dirán a todo el mundo, “Jesús es mi Señor y mi Salvador; yo le sirvo y le honro a Él, y es el propósito de mi corazón agradarle y servirle en todo”. Así podremos decir, “He acabado la obra que me diste que hiciese.”

“Gracia y Paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día

CÓMO VENCER LA PREOCUPACIÓN ENFERMIZA



Salmo 37
“No te impacientes a causa de los malignos, Ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. Porque como hierba serán pronto cortados, Y como la hierba verde se secarán. Confía en Jehová, y haz el bien; Y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad. Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón. Encomienda a Jehová tu camino, Y confía en él; y él hará. Exhibirá tu justicia como la luz, Y tu derecho como el mediodía. Guarda silencio ante Jehová, y espera en él. No te alteres con motivo del que prospera en su camino, Por el hombre que hace maldades. Deja la ira, y desecha el enojo; No te excites en manera alguna a hacer lo malo. Porque los malignos serán destruidos, Pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra. Pues de aquí a poco no existirá el malo; Observarás su lugar, y no estará allí. Pero los mansos heredarán la tierra, Y se recrearán con abundancia de paz. Maquina el impío contra el justo, Y cruje contra él sus dientes; El Señor se reirá de él; Porque ve que viene su día. Los impíos desenvainan espada y entesan su arco, Para derribar al pobre y al menesteroso, Para matar a los de recto proceder. Su espada entrará en su mismo corazón, Y su arco será quebrado. Mejor es lo poco del justo, Que las riquezas de muchos pecadores. Porque los brazos de los impíos serán quebrados; Mas el que sostiene a los justos es Jehová. Conoce Jehová los días de los perfectos, Y la heredad de ellos será para siempre. No serán avergonzados en el mal tiempo, Y en los días de hambre serán saciados. Mas los impíos perecerán, Y los enemigos de Jehová como la grasa de los carneros Serán consumidos; se disiparán como el humo. El impío toma prestado, y no paga; Mas el justo tiene misericordia, y da. Porque los benditos de él heredarán la tierra; Y los malditos de él serán destruidos. Por Jehová son ordenados los pasos del hombre, Y él aprueba su camino. Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, Porque Jehová sostiene su mano. Joven fui, y he envejecido, Y no he visto justo desamparado, Ni su descendencia que mendigue pan. En todo tiempo tiene misericordia, y presta; Y su descendencia es para bendición. Apártate del mal, y haz el bien, Y vivirás para siempre. Porque Jehová ama la rectitud, Y no desampara a sus santos. Para siempre serán guardados; Mas la descendencia de los impíos será destruida. Los justos heredarán la tierra, Y vivirán para siempre sobre ella. La boca del justo habla sabiduría, Y su lengua habla justicia. La ley de su Dios está en su corazón; Por tanto, sus pies no resbalarán. Acecha el impío al justo, Y procura matarlo. Jehová no lo dejará en sus manos, Ni lo condenará cuando le juzgaren. Espera en Jehová, y guarda su camino, Y él te exaltará para heredar la tierra; Cuando sean destruidos los pecadores, lo verás. Vi yo al impío sumamente enaltecido, Y que se extendía como laurel verde. Pero él pasó, y he aquí ya no estaba; Lo busqué, y no fue hallado. Considera al íntegro, y mira al justo; Porque hay un final dichoso para el hombre de paz. Mas los transgresores serán todos a una destruidos; La posteridad de los impíos será extinguida. Pero la salvación de los justos es de Jehová, Y él es su fortaleza en el tiempo de la angustia. Jehová los ayudará y los librará; Los libertará de los impíos, y los salvará, Por cuanto en él esperaron”.

Una vez que comprendemos cómo debilita la preocupación enfermiza, es preciso que tengamos confianza en que nuestro Padre Celestial esta deseoso de librarnos de ellas. Veamos algunas fuentes comunes de preocupación que podemos evitar.

no prestar atención a las personas negativas. Hay muchos generadores de pesimismo a nuestro alrededor. Estoy seguro de que todos podemos pensar en diversas fuentes de pensamiento negativo, y en los pasos que podemos dar para evitarlos; esas fuentes pueden ser un vecino o un noticiero que nos sume en el desaliento. No tenemos que escuchar algo malo solo porque esté causando alboroto.

Almacenar tesoros en este mundo, es otra cosa que debemos evitar. Cuantos más bienes terrenales acumulemos, mayor será la tentación de angustiarnos por lo que podría pasarles a las cosas que tenemos.

Seremos dominados, bien sea por lo material, o por lo espiritual. El Señor lo dijo de esta manera: “No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24). Para evitar servir al amo incorrecto, debemos elegir deliberadamente buscar primero el reino de Dios y su justicia (v. 33). Esto significa que debemos esforzarnos por ser obedientes, y someternos al plan de Dios, mientras Él nos conforma a la imagen de Cristo.

La ansiedad puede ser vencida, pues Dios entiende nuestra propensión a preocuparnos. Por eso ha prometido que al poner sus asuntos en primer lugar, nuestras necesidades serán satisfechas. Cuanta más prioridad demos a Dios, menos terreno ganará la preocupación en nuestra vida.

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

¿TIENES ALGÚN SENTIMIENTO DE CULPABILIDAD?



1 Juan 1:9
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.

Unos de los sentimientos negativos que más afectan el gozo y la paz de los creyentes es el sentimiento de culpabilidad. Cuando nos sentimos culpables, no podemos vivir en paz ni disfrutar del gozo de nuestra comunión con el Señor. Nuestro enemigo el diablo se especializa en introducir en la mente de aquellos creyentes que no están claros en el concepto del perdón de Dios, todo tipo de acusaciones en relación a su comportamiento, con el fin de hacerlos sentir culpables. Pero lo cierto es que no tenemos que hacer caso de estas acusaciones de Satanás, pues nuestro Padre celestial ha provisto un medio para levantarnos de nuestras caídas, para restaurarnos, para eliminar de nuestros corazones todo aquello que afecta nuestra relación con él: la sangre de Cristo, la cual es poderosa para “perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”, dice el pasaje de hoy.

Una de las causas principales del sentimiento de culpabilidad es un concepto equivocado que tenemos de Dios. Nos sentimos culpables cuando imaginamos que Dios está observando nuestros pecados y acusándonos, y pronunciando condenación. En realidad es todo lo contrario. Cuando leemos en el Antiguo Testamento la historia del pueblo de Israel llegamos a conocer bien el carácter y el corazón de Dios. Este pueblo se caracterizó por ser desobediente y rebelde. Pero en su inmensa misericordia, Dios estuvo siempre dispuesto a perdonarlos si reconocían sus pecados y se arrepentían. Por eso, a través del profeta Jeremías, el Señor les dijo: “Reconoce, pues, tu maldad, porque contra Jehová tu Dios has prevaricado” (Jeremías 3:13).

Y en el Nuevo Testamento vemos el ejemplo más grande de amor en toda la historia de la humanidad, cuando Dios dio a su Hijo Jesucristo con el fin de que muriera en la cruz “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Después de su resurrección Jesús ascendió al cielo a ocupar su trono junto al Padre, y en su lugar vino el Espíritu Santo, el cual mora en todo aquel que ha aceptado a Cristo como salvador. Una de las funciones del Espíritu Santo es redargüirnos para hacernos concientes de que hemos pecado, no con el fin de hacernos sufrir por la carga de culpabilidad, sino para que le pidamos perdón a Dios y restauremos nuestra relación con él. Sólo tenemos que reconocer que hemos pecado, arrepentirnos de todo corazón y confesar nuestros pecados delante del Señor.

Aprende a conocer a Dios, tal y como él ha sido revelado en las Escrituras. Mira el amor y la compasión de Jesús por las multitudes que lo seguían (Mateo 14:14), por la viuda cuyo hijo había muerto (Lucas 7:13), por el leproso que se acercó a él en busca de sanidad (Marcos 1:40-42), y aún por aquel malhechor crucificado al lado suyo, al cual se dirigió, después de la sincera declaración de fe de este, y le dijo: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). Finalmente, clavado en la cruz del Calvario, unos minutos antes de su muerte, sufriendo indescriptible dolor, siendo injuriado y humillado injustamente, Jesús manifestó su amor y su misericordia clamando: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. Así es que si tú has aceptado a Jesucristo como Salvador, puedes creerle a Dios que serás libre de toda culpa, porque con la sangre que él derramó en la cruz pagó completamente tu deuda. La Biblia dice en Romanos 8:1 que “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”.

Medita en esta enseñanza, aférrate a la verdad de que Dios te ama, y rechaza cualquier falso sentimiento de culpa que esté atormentándote y robándote el gozo de la comunión con el Señor. Si has caído en pecado, arrepiéntete de corazón y confiésalo ante Dios. Permite hoy que el Espíritu Santo quite de ti el peso de esa culpa, y disfruta de una vida de paz y felicidad.

ORACIÓN
Padre santo, te doy gracias por tu infinita misericordia y por tu amor que sobrepasa todo conocimiento. Hoy me llego ante tu trono de gracia arrepentido por haberte fallado. Te ruego me perdones y me limpies de toda maldad. Ayúdame a rechazar todo sentimiento de culpabilidad, y hazme sentir la paz y el gozo de tu amor y tu perdón en mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

ORACIÓN



Padre santo, te doy gracias por tu infinita misericordia y por tu amor que sobrepasa todo conocimiento. Hoy me humillo ante tu trono de gracia arrepentido por todas mis fallas. Por mi indiferencia ante las necesidades de los demás. Por la insensibilidad ante los que me aman. Te ruego me perdones y me limpies de toda maldad y te ruego cambies mi corazón de piedra por uno conforme al tuyo Señor. Ayúdame a rechazar todo sentimiento de culpabilidad, y hazme sentir la paz y el gozo de tu amor y tu perdón en mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”