viernes, 12 de julio de 2013

¡QUÉ GRANDE ES SU BONDAD, Y CUÁNTA ES SU HERMOSURA!



Zacarías 9:17
Porque ¡cuánta es su bondad, y cuánta su hermosura! El trigo alegrará á los mancebos, y el vino á las doncellas.

¿Se conmueven nuestros corazones al considerar la bondad y la benevolencia de Dios? Nos ha dado abundancia de bendiciones materiales: la familia, casas, libertad, trabajo, negocios, autos, ropa, buena comida, etc. etc. ¡Qué grande es su bondad para con nosotros! Pero éstas sólo son bendiciones materiales y temporales.

Piensa en su gracia hacia nosotros cuando, perdidos y moribundos en nuestros pecados, íbamos directo hacia una eternidad de castigo y oscuridad, razón ésta por la cual mandó a su hijo Jesús, su hijo amado y precioso, para ser nuestro sustituto en la cruz y sufrir la muerte que nosotros merecíamos.

Ahora, la parte que a nosotros nos toca hacer es arrepentirnos de nuestra maldad y pecado y vivir en santidad; para que el Señor, por su infinita misericordia, nos perdone todos nuestros pecados y nos conceda la gracia de gozar de un dulce compañerismo con nuestro Salvador y Redentor por toda la eternidad.

¡Qué grande es su bondad, y cuánta es su hermosura! Amén.

“Gracia y Paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día

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¿SIENTES EN TU VIDA EL FUEGO DEL ESPÍRITU?



Malaquías 3:1-3
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos. ¿Y quién podrá soportar el tiempo de su venida? ¿o quién podrá estar en pie cuando él se manifieste? Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores”.

Más de cuatro siglos antes del nacimiento de Jesús, el profeta Malaquías anunció la venida del Mesías, precedida por el mensajero que anunciaría su inminente llegada. El profeta describe la misión fundamental del Mesías en la tierra: lavar nuestros pecados que nos habían separado de Dios, y dice: “Porque él es como fuego purificador, y como jabón de lavadores”. Esta profecía comenzó a manifestarse cuando Juan el Bautista anunció el ministerio de Jesús. Entre otras cosas, Juan dijo que Jesús bautizaría “en Espíritu Santo y fuego” (Mateo 3:11). El día de Pentecostés hubo una gran manifestación de esta expresión cuando a los apóstoles “se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo” (Hechos 2:3-4).

¿Qué es el fuego del Espíritu Santo? El fuego purifica. Los metales son purificados por medio del fuego, y quedan así limpios de las impurezas. El Espíritu Santo obra en nosotros a través de las pruebas y los sufrimientos con el fin de purificarnos y limpiarnos de nuestra maldad. En su primera carta, el apóstol Pedro advierte que, si es necesario, seremos “afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:6-7). El cristiano que ha pasado por este proceso de purificación siente en su corazón una ardiente pasión por predicar el evangelio y servir y obedecer al Señor. De esto nos habla La Biblia en Hechos 4:31. Dice que un grupo de creyentes estaban siendo amenazados por las autoridades, y ellos clamaron a Dios. Y “cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios”

El avivamiento del fuego espiritual en el creyente se caracteriza por un deseo ferviente de testificar del Señor Jesucristo y predicar con denuedo, es decir con pasión y determinación la palabra de Dios. En su segunda carta a su hijo espiritual Timoteo, el apóstol Pablo lo exhorta de la siguiente manera: “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos” (2 Timoteo 1:6). Timoteo había recibido el Espíritu Santo y otros dones de Dios por la imposición de las manos de Pablo. Ahora era su responsabilidad avivarlo por medio de la oración y una entrega total al servicio. Pablo le dice: “Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios”.

Lamentablemente, el fuego del Espíritu puede también ser mitigado e incluso apagado del todo. Por eso Pablo les advierte a los efesios: “No contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Efesios 4:30). Y a los tesalonicenses les dice: “No apaguéis al Espíritu” (1 Tesalonicenses 5:19). ¿Qué hacer para no entristecer o apagar al Espíritu Santo? Pablo les da este consejo a los efesios: “Tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu” (Efesios 6:17-18).

Una fogata necesita combustible para arder. Los que acampan al aire libre añaden leña y hojas para mantener las llamas vivas. Si deseas mantener vivo el fuego del Espíritu, debes alimentar su llama con la mejor leña espiritual: la lectura diaria de la Biblia y la constante oración. Esto te capacitará para servir a Dios y predicar con denuedo su palabra. Amen.

ORACIÓN:
Padre mío, por favor ayúdame a mantener vivo el fuego de tu Espíritu en mi vida. Que yo pueda ser un testimonio agradable a ti delante de todos los que me rodean, y que predique tu palabra no solo con mis labios sino también con mis acciones. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla


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