lunes, 2 de julio de 2012

ASOMBROSA PACIENCIA DE DIOS


Filipenses 1:18
“¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún”.

Un anciano predicador cuyo ministerio había ganado miles de personas para Cristo confesó que, muchas veces, su genuino amor al Señor estaba mezclado con egoísmo. Otro eficaz siervo cristiano expresó la misma inquietud y les pidió a algunas personas que oraran para que pudiera vencer el deseo de ser "el número uno" cuando predicaba en conferencias bíblicas. Yo también veo elementos de orgullo y de egocentrismo en mi vida.

Como permanecemos en lo que Pablo llamó "este cuerpo de muerte" (Romanos 7:24), donde todavía mora el pecado, toda nuestra adoración y servicio al Señor se ven manchados por imperfecciones. Quizá por esta razón tiendo a ser comprensivo con los predicadores que el apóstol describió en Filipenses 1:15-17. Aunque la envidia, la codicia y el orgullo estropearon el ministerio de aquellos hombres, Pablo daba gracias porque Cristo era proclamado. No lo habría hecho si los predicadores hubiesen sido hipócritas o falsos maestros.

Todo nuestro servicio a Cristo se ve de alguna manera afectado por las tendencias pecaminosas que permanecen en nosotros. William Beverage escribió: "No puedo orar sin pecar; no puedo predicar sin pecar [...]. Mi propio arrepentimiento exige retractación; y las lágrimas que derramo necesitan lavarse en la sangre de Cristo".

¡Alabado sea Dios por Su amor y paciencia asombrosos!

Lectura: Filipenses 1:12-26 (RV60).
“Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio, de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás. Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor. Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad. Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones; pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio. ¿Qué, pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún. Porque sé que por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi liberación, conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe, para que abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia otra vez entre vosotros”.

Reflexión: NUESTRO PECADO ES GRANDE. LA GRACIA DE DIOS ES MAYOR.


“Gracia Y Paz”
Nuestro Pan Diario

¿ALABAS A DIOS COMO ÉL MERECE?


Salmo 150
"Alabad a Dios en su santuario; alabadle en su majestuoso firmamento. Alabadle por sus hechos poderosos; alabadle según la excelencia de su grandeza. Alabadle con sonido de trompeta; alabadle con arpa y lira. Alabadle con pandero y danza; alabadle con instrumentos de cuerda y flauta. Alabadle con címbalos sonoros; alabadle con címbalos resonantes. Todo lo que respira alabe al Señor. ¡Aleluya!"

El Salmo 150 es el último capítulo del libro de los Salmos. No pudo existir un final más apropiado para un libro que comienza enseñándonos cuán bienaventurados son aquellos que meditan en la ley de Dios y la cumplen (Salmo 1), y continúa a través de los próximos 148 capítulos, describiendo todo tipo de situaciones imaginables en la vida de los hombres: sufrimientos, persecución, derrotas, victorias, enfermedades, gozo, tristeza, angustia, traiciones, tentaciones, pecados, arrepentimiento, perdón, gracia y misericordia divina, etc., etc. El pasaje de hoy enfatiza en lo que debe predominar en todo momento, cualesquiera sean las circunstancias en la vida de una persona: alabar a Dios. La alabanza es la expresión externa de la adoración a Dios. Hay cuatro aspectos que resaltan en este precioso Salmo:

1. ¿Dónde debemos alabar a Dios?
En “su santuario”, dice el v.1. En los tiempos del Antiguo Testamento, el santuario residía en el templo, es decir en un edificio específico al cual acudía el pueblo de Dios para adorarlo y alabarlo. Después de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo el término "santuario" o “templo” adquirió un significado mucho más amplio y profundo. Dice 1 Corintios 3:16 que nosotros somos “templo de Dios” y el Espíritu Santo habita en nosotros. También dice el pasaje de hoy que lo alabemos “en su majestuoso firmamento”. Es decir, debemos alabar a Dios dondequiera que estemos, ya sea en la iglesia, en el trabajo, en el supermercado, en la casa, en la calle, en el automóvil. Claro que debemos aplicar el sentido común, y adaptar nuestra alabanza al lugar donde nos encontremos.

2. ¿Por qué debemos alabar a Dios?
“Por sus hechos poderosos”, dice este Salmo. Por lo que él ha hecho en nuestras vidas. Por la salvación a través de Jesucristo. Simplemente por quien es él. Dice el Salmo 95:2: "Lleguemos ante su presencia con alabanza; aclamémosle con cánticos. Porque Jehová es Dios grande, y Rey grande sobre todos los dioses."

3. ¿Cómo debemos alabar a Dios?
El propósito fundamental de la alabanza es agradar al Señor, por lo tanto debemos alabarlo como a él le gusta que lo alabemos: de todo corazón, en espíritu y en verdad. Dios se lamentó de la alabanza hipócrita de los israelitas, cuando dijo en Isaías 29:13: "Este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí." El Salmo 9:1 declara: "Te alabaré, oh Señor, con todo mi corazón; contaré todas tus maravillas." Efesios 5:19 nos exhorta a alabar al Señor "con salmos, con himnos y cantos espirituales." El Salmo 134:2 dice: “Alzad vuestras manos al santuario y bendecid al Señor." El Salmo 47:1 nos anima diciendo: “Batid palmas, pueblos todos; aclamad a Dios con voz de júbilo." Y el pasaje de hoy nos dice que lo alabemos con danza y con instrumentos musicales de todo tipo. Cada vez que tengamos oportunidad debemos expresar nuestra alabanza al Rey de reyes y Señor de señores con gozo genuino que brote de nuestros corazones.

4. ¿Quienes deben alabar a Dios?
El salmista no admite la más mínima excepción, por eso simplemente afirma: "Todo lo que respira alabe al Señor". Todo el mundo debe alabar a Dios. Con mucha más razón los que hemos sido redimidos y salvados por el sacrificio de Cristo en la cruz. La adoración y la alabanza deben ser parte inseparable de tu relación diaria con el Señor, conjuntamente con la oración y la lectura de la Biblia. Cuando hagas de ello un hábito, la gloria de Dios se manifestará en tu vida poderosamente.

ORACIÓN:
Padre santo, pon en mí un espíritu de adoración y alabanza para agradarte con todo lo que yo haga, dondequiera que me encuentre. Hoy te alabo con todo mi corazón, y te doy honra, gloria y honor como solamente tú mereces. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios Te Habla

LA FÓRMULA PARA EL CRECIMIENTO ESPIRITUAL


Santiago 1:22
“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos”.

Crecer en Cristo implica mucho más que simplemente asistir a la iglesia, diezmar y escuchar una predicación. De hecho, muchos creyentes hacen esto, pero siguen estancados en su vida espiritual. Hay dos elementos necesarios para llegar a ser más como Cristo: la instrucción y la participación.

El primero, aprender la verdad es vital para caminar con Dios. Nuestro Salvador lo demostró al dedicar tiempo a la enseñanza. El apóstol Pablo es otro ejemplo, al escribir sus cartas para instruir a los cristianos.

¿Cómo podemos adquirir conocimiento y sabiduría? Una de las maneras más efectivas es por medio de la lectura de la Palabra de Dios. La Biblia nos dice que así como los recién nacidos anhelan la leche de sus madres, nosotros debemos también ansiar con vehemencia su Palabra para poder crecer.

Sin embargo, escuchar simplemente la verdad no significa que la hemos adquirido. Conozco a muchas personas a las que les encanta asistir a los estudios bíblicos, aunque no demuestran ningún cambio en sus vidas. Como enseña el pasaje de hoy, tenemos que aplicar la Palabra de Dios a nuestra vida. Así también, el verdadero crecimiento exige más que simplemente llenarse de información; requiere acción. Santiago 2:26 dice: “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”.

¿Somos oidores negligentes que creemos equivocadamente estar creciendo? ¿O estamos escuchando con atención y apoyándonos en la verdad? Si en realidad estamos madurando, nuestra vida será más como la de Cristo, y nuestros deseos se alinearán más con los del corazón de Dios.

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

JESÚS ES NUESTRO FIADOR


Hebreos 7:22
“Tanto de mejor testamento es hecho fiador Jesús”.

Jesús tomó nuestra culpabilidad, y como consecuencia él tuvo que pagar el precio de nuestra deuda de pecado. Alguien tenía que pagar.

Bajo el antiguo testamento, o pacto, todos somos responsables de obedecer la ley de Dios. Todo el mundo hemos fracasado y violado la ley de Dios, y por esto El nos hizo un nuevo pacto, o sea, un nuevo testamento. Jesús es nuestro fiador. Jesús se hizo cargo de toda nuestra responsabilidad al honrar y obedecer a Dios. Toda la deuda de nuestro pecado le cayó encima de El.

Si de veras te entregas a Cristo, El es tu fiador, El es tu Salvador que sufrió lo que tu merecías. “Al que no conoció pecado, fue hecho pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2a Corintios 5:21). Ahora, una advertencia: “¿Cuánto pensáis que será más digno de mayor castigo, el que hollare al hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del testamento, en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (Hebreos 10:29).

“Gracia y Paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día