martes, 25 de febrero de 2014

¡ERES ESPECIAL PARA DIOS!



Isaías 41:9-10
“Porque te tomé de los confines de la tierra, y de tierras lejanas te llamé, y te dije: Mi siervo eres tú; te escogí, y no te deseché. No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia"

"¡Brenda! ¡Brenda!" Los gritos frenéticos procedían de una madre que comenzaba a llenarse de pánico mientras buscaba a su hija de cuatro años, perdida en la cafetería de un congestionado centro comercial. Los gritos de la madre captaron la atención de muchas personas que almorzaban allí en aquel momento. Algunos se unieron en la búsqueda de la niña, mientras otros parecían molestos con los insistentes gritos de la joven madre. Unos minutos más tarde un oficial de la policía trajo la niña a su mamá. Madre e hija se abrazaron llorando, aliviadas porque la triste experiencia había terminado.

Al igual que esa madre a su niña, Dios nos llama insistentemente mientras nosotros vamos a la deriva, sintiendo el vacío y la soledad que seguramente la niña sintió. El pasaje de hoy dice que desde el principio Dios está llamando a la humanidad con el fin de librarla de la condenación eterna. A través de toda la Biblia vemos el amor de Dios hacia nosotros por medio de su constante invitación a que vengamos a él. En el Antiguo Testamento, a través de los profetas, muchas veces el Señor llamó al pueblo de Israel a que se acercaran a él y escucharan sus instrucciones. Por ejemplo, en Isaías 55:1-3, Dios les hace una invitación por medio del profeta Isaías: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed.” Esta es una exhortación a todos aquellos que tienen sed, pero no se trata de sed física, sino sed y hambre espiritual, es decir alimento para el alma. Y Dios ofrece satisfacer esa sed y esa hambre completamente de gratis. Allí mismo dice: “Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma”. Lamentablemente, una vez más, aquel pueblo rebelde y desobediente ignoró la invitación y por ello se perdieron de muchas bendiciones. Así les dijo el Señor: “¡Oh, si hubieras atendido a mis mandamientos! Fuera entonces tu paz como un río, y tu justicia como las ondas del mar” (Isaías 48:18).

Siglos más tarde Dios envió a su Hijo con un mensaje de reconciliación y con la encomienda de dar su vida para pagar el precio de nuestros pecados. Y mientras estuvo en la tierra, Jesús mostró su amor por un mundo alejado de Dios y expresó siempre su deseo de bendecirlo. Por ejemplo, Mateo 9:36 dice que “al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”. Y las amó, y las llamó al arrepentimiento, y les ofreció la vida eterna. Dice Mateo 11:28: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Y este llamado a la salvación y a la eterna comunión continúa hasta el último libro de la Biblia, donde Jesús dice: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20).

Dios llama. Él manda mensajes específicos a las personas para ayudarles a entender que son pecadores, separados de él, perdidos por la eternidad sin él, y su llamado es un llamado a reconciliarse con él recibiendo a su hijo Jesucristo como Salvador personal. Él nos llama con un amor indescriptible, así como aquella madre llamaba a su hijita extraviada. Cuando comprendamos que estamos perdidos y que necesitamos ayuda, cuando escuchemos su voz y vayamos a él disfrutaremos de una vida llena de gozo y de paz.

ORACIÓN:
Amado Dios, ayúdame a entender cuánto te necesito y a escucharte cuando me llamas. Dame discernimiento espiritual para ver lo que tú quieres que yo vea y un oído fino para escuchar lo que tú quieres que yo escuche. En el nombre de Jesús, Amén.

(Lectura: Isaías 41:4-10)


“Gracia y Paz”

Dios te Habla