martes, 17 de diciembre de 2013

ORACIÓN:



Padre santo, confieso delante de ti que soy débil e incapaz de resistir la tentación que me acosa muchas veces. Por favor, perfecciona tu poder en mi debilidad y ayúdame a rechazar todo aquello que no esté de acuerdo a tu voluntad. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén

¿TE SIENTES DÉBIL ANTE LA TENTACIÓN?


2 Samuel 11:1-5
“Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén. Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa. Envió David a preguntar por aquella mujer, y le dijeron: Aquella es Betsabé hija de Eliam, mujer de Urías heteo. Y envió David mensajeros, y la tomó; y vino a él, y él durmió con ella. Luego ella se purificó de su inmundicia, y se volvió a su casa. Y concibió la mujer, y envió a hacerlo saber a David, diciendo: Estoy encinta”.

Dice este pasaje que el rey David paseaba por la azotea del palacio y vio a una hermosa mujer que se estaba bañando; entonces envió mensajeros que la trajeron a él y durmió con ella. Después Betsabé dio a luz un niño. Pero dice la Biblia que “lo que David había hecho, fue desagradable ante los ojos de Jehová” (2 Samuel 11:27). Y el niño enfermó gravemente y murió. Y el rey David sufrió mucho a consecuencia de su pecado.

En el huerto del Edén, Eva escuchó las sugerencias de la serpiente, “y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella” (Génesis 3:6). Como consecuencia de su desobediencia, ambos perdieron su comunión con Dios y fueron echados del huerto.

Después de la toma de Jericó, Josué había decretado que no se tomara cosa alguna de la ciudad, más bien toda la plata y el oro serían consagrados a Jehová (Josué 6:18-19). Pero un hombre llamado Acán desobedeció, y al ser confrontado por Josué, respondió: “Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el Dios de Israel, y así y así he hecho. Pues vi entre los despojos un manto babilónico muy bueno, y doscientos siclos de plata, y un lingote de oro de peso de cincuenta siclos, lo cual codicié y tomé” (Josué 7:20-21). Su pecado hizo que el pueblo de Israel lo apedreara conjuntamente con su familia y los quemaran a todos después de apedrearlos.

En sentido general, las tentaciones tienden a seguir un patrón similar: el ojo ve, la mente desea y la voluntad actúa. Cualquiera sea la tentación que tenemos frente a nosotros, cada persona es responsable por sus acciones, y por las consecuencias de las mismas. Santiago 1:12 dice: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”. Sentir la tentación no es lo mismo que cometer pecado. El diablo tentó a Jesús en el desierto, después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches (Mateo capítulo 4). Pero el Señor lo resistió en el poder de la Palabra de Dios y el diablo tuvo que irse sin lograr su propósito.

Todo ser humano en el transcurso de su vida pasará por momentos de debilidad en que será tentado a hacer lo opuesto a la voluntad de Dios. Quizás no podamos evitar ver algo que no debemos; es posible que no podamos impedir que algunos pensamientos pecaminosos lleguen a nuestra mente, pero lo que sí depende de nosotros es, en última instancia, la manera en que actuamos.

¿Qué hacer cuando nos sentimos incapaces de actuar conforme a la voluntad de Dios? Debemos resistir como hizo Jesús, diciendo con nuestros labios el poder de la Palabra de Dios, orando y sometiéndonos a la autoridad del Señor. Santiago 4:7 dice: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros”. Y Jesús les dijo a sus discípulos: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”.

Tenemos a nuestra disposición los medios para salir airosos frente a las tentaciones. Si en estos momentos estás luchando con una tentación y sientes que no tienes fuerzas para rechazarla, arrodíllate y clama a Dios sometiéndote a su voluntad y autoridad.
ORACIÓN:
Padre santo, confieso delante de ti que soy débil e incapaz de resistir la tentación que me acosa muchas veces. Por favor, perfecciona tu poder en mi debilidad y ayúdame a rechazar todo aquello que no esté de acuerdo a tu voluntad. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén

“Gracia y Paz”
Dios te Habla


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¿CREES QUE TÚ FE ES IMPORTANTE?


Mateo 9:27-30
“Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor. Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho. Y los ojos de ellos fueron abiertos”.

Dice este pasaje que mientras Jesús se dirigía a un cierto lugar le seguían dos ciegos, los cuales le gritaban que tuviese misericordia de ellos. Aparentemente Jesús no se detuvo a atenderlos en la calle. Quizás él estaba probando la fe de aquellos hombres. ¿Desistirían ellos? ¿Se darían por vencidos si él no contestaba inmediatamente su clamor? Esto hacemos muchas veces nosotros cuando no recibimos inmediata respuesta de Dios. Nos llenamos de ansiedad, nos desesperamos y decidimos no orar más y entonces tratamos de resolver el problema nosotros mismos. Evidentemente no fue este el caso, y aquellos ciegos persistieron y siguieron a Jesús hasta la casa a la que él se dirigía. Y allí se acercaron al Señor, buscando la tan ansiada sanidad.

Este es el primer paso: Venir a Jesús. Él hace una invitación en Mateo 11:28: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Ciertamente aquellos ciegos estaban trabajados y cargados, tenían una inmensa necesidad de salud física, y sabían que Jesús podía suplir esa necesidad y darles la vista a sus ojos. De esta manera se encontraron frente a frente con el Señor. Entonces Jesús les preguntó: “¿Creen ustedes que puedo sanarlos?” ¿Cuán importante es la respuesta a esta pregunta para obtener la tan ansiada sanidad?

Sumamente importante. La condición fundamental que nos muestra la Biblia para recibir las bendiciones de Dios es creer. Empezando con nuestra salvación. Dice Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su hijo unigénito para que todo aquel que en él cree no se pierda mas tenga vida eterna”. Y lo mismo en toda petición que hagamos. Así lo manifiesta Jesús en Mateo 21:22: “Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis”.

Así que el primer paso es venir al Señor. El segundo paso es creer que él puede resolver nuestro problema. Aquellos ciegos contestaron: “Sí, Señor.” Sin duda Jesús vio en el corazón de ellos una absoluta seguridad y sinceridad al contestar su pregunta, pues inmediatamente les tocó los ojos y les dijo: “Conforme a vuestra fe os sea hecho”. Y entonces, “los ojos de ellos fueron abiertos”. Y pudieron ver.

“Conforme a vuestra fe os sea hecho”. ¡Cuán importante es la fe! Con ella todo, sin ella nada. “Sin fe es imposible agradar a Dios”, dice Hebreos 11:6. Sin duda fue el poder del Señor quien sanó a los ciegos, pero es la fe la que mueve la mano de Dios. Por medio de la fe el poder de Dios se manifiesta y las murallas son derribadas, los mares son abiertos, las bocas de los leones son cerradas, el mar embravecido es calmado, las tinieblas se convierten en luz resplandeciente, las circunstancias cambian, la paz de Dios se revela y el lamento se convierte en baile, dice el Salmo 30:11.

Cuando venimos al Señor trayendo alguna petición, si él nos preguntara a cada uno de nosotros: “¿Crees que puedo resolver tu problema?” ¿Qué responderías tú? ¿Crees tú en el Dios todopoderoso? ¿De qué manera crees tú en Dios? Muchos dicen: “Yo creo en Dios... a mi manera”. Pero sólo existe una manera verdadera de creer, y es la que dice la Biblia. Creer de todo corazón, con absoluta certeza de lo que se espera, sin la más mínima duda de que Dios todo lo puede, que no hay nada imposible para él. Él nos ama tanto que quiere lo mejor para nosotros. Dice el apóstol Santiago que el que pida algo sin fe, dudando, que ni piense “que recibirá cosa alguna del Señor” (Santiago 1:7).

¿Cómo está tu fe? Mira tu corazón. ¿Hay ahí alguna duda de que el Señor puede resolver tu problema? ¿O tienes la certeza de que Dios contestará tu oración conforme a su perfecta voluntad y en su perfecto tiempo? No olvides que él “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” (Efesios 3:20). Solamente créelo de todo corazón.

ORACIÓN:
Padre santo, te doy gracias porque puedo venir a ti trayendo mis necesidades. Ayúdame a creer de todo corazón, para poder esperar con toda seguridad que tú vas a suplir todo lo que me falta conforme a tus riquezas en gloria. En el nombre de Jesús, Amén.


“Gracia y Paz”

Dios te Habla