martes, 21 de octubre de 2014

¿DE VERDAD ES DIOS TU REFUGIO?



¿DE VERDAD ES DIOS TU REFUGIO?

Salmo 46:1-3
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza”

Beatriz estaba desconsolada. Recientemente había perdido su primer hijo, muerto unas horas después de nacido debido a complicaciones respiratorias. Todas sus ilusiones acumuladas durante los nueve meses de espera habían desaparecido en un momento. El trauma de esta experiencia había afectado su relación con su esposo y con todos alrededor de ella. Estaba deprimida y malhumorada. Culpaba a Dios por lo que había pasado y repetía: “Lo odio. ¿Por qué tiene esto que pasarme a mí? ¿Por qué no me dio un bebé saludable? ¿Dónde estaba Dios mientras yo sufría los dolores de parto? ¡Total, para nada!”

Aproximadamente al mismo tiempo, no muy lejos de Beatriz, un piadoso líder cristiano, cuyo hijo adolescente acababa de morir en un accidente automovilístico mostraba una actitud totalmente diferente. Por supuesto este hombre y su esposa estaban devastados. Sus corazones estaban destrozados a causa del dolor que estaban experimentando. Pero en medio de sus lágrimas, este buen cristiano dijo: “Yo sé que puedo confiar en Dios. Él es un Dios de amor. Él es mi refugio, y yo siento su fuerza y su compasión y su cuidado por mí y por mis seres queridos. Mi esposa y yo y toda nuestra familia estamos consagrados a Él como una expresión de nuestro amor y nuestra absoluta confianza en su fidelidad”.

Ciertamente no alcanzamos a entender el misterio de por qué Dios permite sufrimiento, dolor y aflicción entre sus hijos, pero podemos contestar esta pregunta “¿Dónde estaba Dios mientras yo sufría?” En el mismo lugar que estaba cuando su propio Hijo murió en la cruz por nuestros pecados. Jesús advirtió a sus discípulos: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Sin duda en algún momento de nuestras vidas, más tarde o más temprano, vamos a encontrar aflicción, el sufrimiento va a llegar a nosotros, una tormenta emocional o espiritual se va a presentar, pero en todos los casos hay una respuesta correcta, una actitud, sólo una: Confiar en Dios y echarnos en sus brazos en medio del dolor y el sufrimiento. Aquellos que confían en el Dios eterno como su refugio experimentarán la realidad de su promesa en Deuteronomio 33:27: “El eterno Dios es tu refugio, y debajo están los brazos eternos”.

Cuando nuestra actitud es ésta, de una manera milagrosa e inexplicable, Dios nos da la paz que tanto necesitamos, esa paz que la Biblia dice “sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7). Esa paz la encontró aquel líder cristiano en medio de su dolor, porque él se echó en los brazos de amor del Dios eterno, y buscó en él refugio en medio de la tormenta. Sin embargo Beatriz se hundía más y más en la desesperación a medida que su actitud rebelde la alejaba del amor y el consuelo del Señor.

Si estás en medio de una prueba, si estás sufriendo, no te desesperes. Piensa que Dios está cerca; él ha prometido que nunca “nos dejará ni nos desamparará”. Piensa además que Dios tiene control sobre todas las circunstancias y todo lo que estás pasando en estos momentos tiene un propósito, y ese propósito, aunque ahora es difícil creerlo, es bueno para tu vida. Así lo afirma Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien”. Confía en el Señor, clama a él, y él te contestará. Aunque te resulte difícil hacerlo alábalo y di con toda confianza que él está en control, que tú sabes que él te ama y que él será siempre tu “amparo y fortaleza, y tu pronto auxilio en las tribulaciones”.

Oración:
Mi Señor y mi Dios, te doy gracias por tu fidelidad en todas las circunstancias. Ayúdame a mantener firme mi confianza en ti, aún en medio de las pruebas. Yo se que tú eres mi refugio y mi roca firme, y que tú estarás conmigo hasta el fin del mundo. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla


¡EL PERDÓN NOS LIBERA, SEAMOS LIBRES!



¡EL PERDÓN NOS LIBERA, SEAMOS LIBRES!

Efesios 4:31-32
“Echad fuera de vosotros la amargura, las pasiones, el enojo, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Sed buenos y compasivos unos con otros, y perdonaos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo”.

Si perdonamos a los que nos ofenden, Dios nos perdonará nuestras ofensas.

En ocasiones andamos como “El Pípila” cargando la enorme piedra del rencor que nos llena de amargura y nos envenena el corazón pero también, literalmente, el cuerpo.

Quien se perjudica de la falta de perdón que sentimos hacia los que nos han hecho daño, somos nosotros mismos.

Muchas veces la otra persona ni sabe que nos lastimó, y otras, si acaso lo hizo con intención, la verdad, ni le importa.

Perdonemos a todos ellos, no por ellos, sino por amor, y obediencia, a Dios, y por amor a nosotros mismos.

¡Que tengan excelente día!

Editado por Carlos Martínez M.
kcshekinná P. Torres


DIOS HACE LO BUENO… ¿Y NOSOTROS, QUÉ HACEMOS?



DIOS HACE LO BUENO… ¿Y NOSOTROS, QUÉ HACEMOS?

La Bendita Palabra de Dios dice que Dios creó los cielos y la tierra y todo lo que en ellos hay. También nos dice que Él es bueno y que todo lo que hace es bueno. Y que a los seres humanos nos dio la libertad de hacer nuestra voluntad, aunque fuera diferente a la de Él.

Al escudriñar la Palabra de Dios encontramos que todo cuanto existe es por su Gracia y Misericordia. Que los planetas y las estrellas en el espacio, y las aguas en el mar se sostienen por el mismo poder de Dios. Y que sus misericordias son nuevas cada mañana.

Si Dios es bueno…
Si todo lo que hace es bueno…
Y es todopoderoso y misericordioso, entonces…
¿Por qué hay catástrofes?…
¿Por qué hay guerras?…
¿Por qué existe el mal?
Y lo peor de todo: ¡¡¿¿Por qué Dios no hace nada al respecto??!!

Porque Dios, después de crear todo para bien, le dio al hombre la autoridad sobre la Tierra, para que ejerciera gobierno sobre ella (Génesis 1:28). Pero el hombre desobedeció a Dios y se dejo gobernar por el mal, por eso el hombre tiene esa disposición innata para hacer el mal.

Recordemos que Dios nos ha dado libertad, y con esta libertad los seres humanos hemos decidido, la mayoría de las veces, hacer las cosas mal, de alguna u otra manera, en algún momento de nuestras vidas… hemos dañado al planeta, hemos odiado, hemos querido el poder, hemos dominado, sin importarnos el precio a pagar. Somos los únicos seres vivos que nos matamos por “placer” y no por supervivencia. Hemos estado destruyendo el único lugar que tenemos para vivir, el planeta Tierra, en “pos del progreso”, de la comodidad y del placer.

La inteligencia (el conocimiento), y la maldad (falta de sabiduría), son una muy mala combinación, pero una excelente fórmula para destruir el mundo y, por ende, destruirnos a nosotros mismos.

Si no hacemos consciencia de ello, pero una verdadera consciencia y no un simple remordimiento, y hacemos algo al respecto (TODOS Y CADA UNO DE NOSOTROS), no tendremos nada bueno que heredarle a nuestras siguientes generaciones: ¡NUESTROS HIJOS, NIETOS Y BISNIETOS!

El problema no se resuelve con buenas intenciones… muchos corazones están llenos de buenas intenciones. Debemos comenzar a hacer algo, empezando por nuestro hogar, con nuestra familia, en nuestra comunidad, en nuestro entorno social, dondequiera que andemos, predicar con el ejemplo.

Si cada uno de nosotros comenzamos a cambiar en nuestra manera de pensar, nuestras acciones cambiarán y nuestro entorno cambiará; y con esto habremos aportado un granito de arena para vivir mejor en el mundo.

Y tú, amado Amigo(a), Hermano(a):  
¿Qué vas a hacer de hoy en adelante para cambiar favorablemente la vida en nuestra casa terrenal? (El planeta donde vivimos). O piensas justificarte diciendo: “Yo soy buena persona y yo no le hago mal a nadie”. medita muy bien en lo que puedes aportar y recuerda que tenemos un Dios de orden (1 Corintios 14:40).

La Palabra de Dios dice: “A aquél, pues, que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4:17). También dice que si alguien hace algo malo y no se lo hacemos saber para que cambie, es a nosotros a quién Dios le pedirá cuentas.

¡Gracia y Paz!
Editado por Carlos Martínez M
Kcshekinná