miércoles, 10 de abril de 2013

ORACIÓN




Amado Padre Celestial, doy gracias por la misericordia de tu perdón y por la vida que nos das. Hoy te pido por los enfermos que hay en nuestras familias, entre mis Hermanos y Hermanas de la Fe, entre mis amistades. Nuestro cuerpo es hermoso pero frágil como el barro. La enfermedad o el paso de los años lo debilita causándole dolor. Te pido por quienes se encuentran en su lecho o en un Hospital para recibir una operación quirúrgica, quimioterapia, diálisis, hemodiálisis o cualquier otro tratamiento. Si es tu voluntad devuélveles la salud, aminora su dolor y ayudales a sentir tu presencia. En el nombre de Cristo Jesús, nuestro único y suficiente Salvador, Amen.

“Gracia y Paz”

CONSECUENCIAS DE LA SOBERBIA



Daniel 4:34-37
“Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida. Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia”.

Estas palabras fueron una declaración de Nabucodonosor, antiguo rey de Babilonia, al volver en sí de su soberbia que lo llevó a convivir con los animales del campo, comiendo hierba y comportándose como ellos al punto que “su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves” (Daniel 4:33).

Años más tarde, el rey Belsasar (hijo de Nabucodonosor) hizo traer delante de él al profeta Daniel con el fin de que interpretara una escritura que había aparecido en la pared (Daniel capitulo 5). Allí Daniel le habló del reinado de su padre, y le contó lo siguiente: “El Altísimo Dios, oh rey, dio a Nabucodonosor tu padre el reino y la grandeza, la gloria y la majestad… mas cuando su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo, y fue depuesto del trono de su reino, y despojado de su gloria. Y fue echado de entre los hijos de los hombres, y su mente se hizo semejante a la de las bestias, y con los asnos monteses fue su morada” (Daniel 5:18-21). Así transcurrieron siete años hasta que Dios le devolvió la razón. En el pasaje de hoy Nabucodonosor reconoció que el Señor es todopoderoso, que “no hay quien detenga su mano” y que él hace su voluntad tanto en el cielo como en la tierra. Y sobretodo aprendió que “él puede humillar a los que andan con soberbia.”

En el Nuevo Testamento encontramos otra historia que refleja una actitud similar con sus correspondientes malas consecuencias. Se trata del rey Herodes Agripa, el cual “echó mano a algunos de la iglesia para maltratarles. Y mató a espada a Jacobo, hermano de Juan. Y viendo que esto había agradado a los judíos, procedió a prender también a Pedro” (Hechos 12:1-3). Más adelante la Biblia cuenta que “un día señalado, Herodes, vestido de ropas reales, se sentó en el tribunal y les arengó. Y el pueblo aclamaba gritando: ¡Voz de Dios, y no de hombre!” El rey no reprendió, ni se mostró en desacuerdo con los halagos de la multitud, sino todo lo contrario, se envaneció y se llenó de orgullo. Y “al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio la gloria a Dios; y expiró comido de gusanos” (Hechos 12:23).

Quizás estos ejemplos puedan parecer extremos en cuanto a los resultados de la soberbia de esos dos hombres, pero siempre debemos aprender de lo que leemos en la Biblia. En mayor o menor grado la persona soberbia tendrá que sufrir malas consecuencias en su vida. Así dice la Biblia en Santiago 4:6: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” La humildad es una característica que está relacionada con la obediencia y la sumisión a la voluntad de Dios. El ejemplo por excelencia lo tenemos en Jesús, el cual dejó su gloria y “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Por eso Dios “le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Filipenses 2:7-9). La soberbia es todo lo contrario. La persona soberbia no tiene en cuenta para nada la autoridad de Dios, no agradece sus bendiciones pues cree que todo se lo merece y obra impulsada por sus propios principios sin contar con la voluntad del Señor. Por eso su vida va dirigida al fracaso.

Reflexiona en esta enseñanza y hazte el firme propósito de conocer la voluntad de Dios leyendo su palabra y orando diariamente. Entonces sé obediente y disfrutarás de sus abundantes bendiciones.

ORACIÓN:
Mi amante Padre celestial, hoy te pido perdón por los defectos de carácter de los que no me he podido liberar, especialmente el de la soberbia. Te ruego me ayudes a reflejar en mi vida los frutos de tu Santo Espíritu, para que yo pueda vivir en constante comunión contigo y honrarte con mi testimonio. En el nombre de Jesús, Amén.


“Gracia y Paz”
Dios te Habla

SI OBEDECES, RECIBIRÁS BENDICIONES



Deuteronomio 27:9-10
"Entonces Moisés y los sacerdotes levitas hablaron a todo Israel, diciendo: Guarda silencio y escucha, oh Israel. Hoy te has convertido en pueblo del Señor tu Dios. Por tanto, obedecerás al Señor tu Dios, y cumplirás sus mandamientos y sus estatutos que te ordeno hoy".

Habían transcurrido casi 40 años de la salida del pueblo de Israel de Egipto. Después de atravesar el desierto, se encontraban ahora a punto de entrar en la tierra prometida. La generación que había partido de Egipto había muerto en el camino, con excepción de Josué y Caleb, que fueron obedientes a los mandamientos de Dios (Números 32:11-12). La nueva generación necesitaba escuchar de nuevo las reglas del pacto que Dios había hecho con el pueblo de Israel cuando les dijo: "Ahora pues, si en verdad escucháis mi voz y guardáis mi pacto, seréis mi especial tesoro entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra, y vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa" (Éxodo 19:5-6). Moisés les recuerda todo lo que Dios les había prometido y la responsabilidad que ellos tenían de cumplir con la parte que les correspondía. El pasaje de hoy es una exhortación directa a la obediencia total a Dios como condición para que pudieran entrar en aquella tierra y permanecer en ella.

El pueblo de Israel había sido escogido por Dios con el propósito de que fueran sacerdotes que llevaran Su palabra a todos los demás pueblos. Ellos serían su "especial tesoro", les dijo, pueblo bendecido entre todos los pueblos. Pero esto implicaba una responsabilidad. En el pasaje de hoy, Moisés y los sacerdotes levitas les recuerdan: "Por tanto, obedecerás al Señor tu Dios, y cumplirás sus mandamientos y sus estatutos que te ordeno hoy". El enorme privilegio de ser parte del pueblo de Dios trae consigo deberes y responsabilidades. Si tú has aceptado a Jesucristo como tu Salvador, has pasado a ser parte del pueblo de Dios a través del nuevo pacto en la sangre de Cristo que fue derramada por nosotros. Y aquellas mismas palabras pronunciadas por Moisés hace tantos siglos, son efectivas para ti y para mí en la actualidad. Al ponernos debajo de la cobertura, el cuidado y la provisión de Dios, tenemos la responsabilidad de obedecer sus mandamientos. La obediencia nos permite recibir las bendiciones que Dios tiene preparadas para nosotros. La obediencia abre las ventanas de los cielos.

Muchas veces queremos recibir todos los beneficios sin llevar a cabo nuestra responsabilidad. Pero no es eso lo que dice la Palabra de Dios. Deuteronomio 30:8-9 dice: "Y tú volverás a escuchar la voz del Señor, y guardarás todos sus mandamientos que yo te ordeno hoy. Entonces el Señor tu Dios te hará prosperar abundantemente en toda la obra de tu mano, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu ganado y en el producto de tu tierra". O sea, primero obedecemos y después recibimos las bendiciones.

Obedecer la voluntad de Dios trae bendiciones a nuestras vidas, pero esta no debe ser la única razón de nuestra obediencia. Si hemos llegado a entender el amor tan grande de Dios por nosotros, y queremos corresponder a ese amor, y queremos agradarle tenemos que obedecer su palabra. Así dijo Jesús en Juan 14:21: "El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él". Si amamos al Señor no nos conformaremos solamente con conocer Su palabra sino que sentiremos el deseo de obedecerla en todas las circunstancias. Entonces la gracia y el poder de Dios se manifestarán sobre nuestras vidas abundantemente.

Hazte hoy el firme propósito de leer la Biblia diariamente, escudriñarla, meditar en ella, y obedecer al pie de la letra los mandamientos y los estatutos de Dios que en ella están escritos. Entonces caerán sobre ti y tu familia muchas bendiciones.

ORACIÓN:
Amante Padre celestial, ayúdame a conocer tu voluntad y a obedecerla en todas las circunstancias, aún en contra de mi voluntad. Yo sé que entonces, podré disfrutar ampliamente de tu amor y de tus bendiciones. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

PREGUNTO...




Mateo 10:8
“Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia”.

“Gracia y Paz”

¡ CUIDADO !




Santiago 4:13-17
“¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala; y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”.

“Gracia y Paz”
Verdades Bíblicas

ORACIÓN



Mi amante Padre celestial, hoy te pido perdón por los defectos de carácter de los que no me he podido liberar, especialmente el de la soberbia. Te ruego me ayudes a reflejar en mi vida los frutos de tu Santo Espíritu, para que yo pueda vivir en constante comunión contigo y honrarte con mi testimonio. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”