lunes, 20 de enero de 2014

¿Y TU… BUSCAS LA SANTIDAD POR DENTRO Y POR FUERA?



1 Pedro 1:15-16
“como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”

1 Corintios 6:9-11
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios.”

Santidad significa: separación o dedicación para vivir para Dios y para servirle. La demanda divina de santidad o separación requiere de nosotros, como hijos de Dios, todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo. La Palabra de Dios enseña enfáticamente que “sin santidad, nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).

En Lucas 1:75 dice que este evangelio es “en santidad y en justicia”

En 2 Corintios 7:1 dice: “limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”

En (Efesios 4:24) se nos ordena diciendo: “vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”

En Tito 2:11 el Señor nos dice: “enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente”

El Salmo 24:3-4 dice: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo?  El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con engaño”

En Mateo 5:8 dice: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.”

En 1 Juan 2:15-17 dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.

En 1 Timoteo 2:8-10 dice: “quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda. Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad”. 1 Pedro 3:5: “porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios”.

Hoy día hay mucha gente en las iglesias que dicen ser salvos, pero viven, actúan y visten como lo hace el mundo. Dicen ser cristianos pero viven y visten como mundanos y hasta como paganos. A los tales les preocupa más estar a la moda, que estar en santidad. No siguen los dictados de la Biblia, sino los dictados de Hollywood y de París. No se puede establecer la diferencia entre los tales y los inconversos y paganos. No solo se contaminan ellos mismos, sino que también contaminan la casa de Dios porque asisten a la misma, vestidos indecorosamente. Refiriéndose a la casa de Dios dice el Salmo 93:5 como sigue: “la santidad conviene a tu casa, oh Jehová, por los siglos y para siempre”.
Muchos dicen que Dios no se fija en lo exterior, pero estas citas bíblicas que hemos leído se refieren e incluyen lo exterior. Muchos dicen que Dios lo que mira es lo interior, pero al mirar lo interior, ya ha tenido que mirar lo exterior. La santidad tiene precisamente dos aspectos: El interno y el externo, esto es, el aspecto del corazón y el aspecto de la conducta exterior, uno tiene que ver con los motivos; el otro con las acciones. La santidad interna, es un estado de pureza obrado por el Espíritu de Dios. La santidad externa es una vida de justicia y devoción a los más elevados ideales del evangelio. La verdadera santidad interna, siempre se manifestará externamente, manteniendo normas altas de conducta conforme a la Palabra de Dios, y por consiguiente, diferentes a las del mundo. El creyente santificado, será diferente tanto en lo interior como exteriormente.
La Biblia claramente enseña cómo debemos andar: Juan 2:6 “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” y  (Efesios 4:17) “Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente”
La Biblia claramente enseña cómo debemos conversar: 1 Pedro 1:15 “como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”
La Biblia claramente enseña cómo debemos vestir: 1 Timoteo 2:9 “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia… como corresponde a mujeres que profesan piedad”.  Esto también se aplica para los hombres para vestir ropas ridículas. Dios nos ha llamado a pureza y a santidad. Dice 1 Tesalonicenses 4:7 “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación”.

Nosotros, los que somos Hijos de Dios, tenemos que seguir el llamado de Dios y el dictado de la Biblia, y no el llamado del mundo y los dictados de modas indecorosas. El camino al cielo, es camino de santidad. Dice en Isaías 35:8 “Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él...” Dios es santo y el camino que conduce a Él, es camino de santidad, porque sin santidad nadie verá al Señor.

Hermanos y hermanas: si en nuestra vida aún existen cosas, conversaciones, vocabulario, modas, costumbres, actitudes, maneras de vivir que no son santas, que no agradan a Dios, es mejor que nos humillemos en la presencia de Dios, le pidamos perdón y le prometamos abandonar tales cosas, para entrar plenamente en el camino de la santidad, porque “SIN SANTIDAD, NADIE VERÁ AL SEÑOR”.


“Gracia y Paz”

¿SIENTES HAMBRE Y SED DE DIOS?


Mateo 5:6
"Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados".

Las encuestas indican que menos de un 20 por ciento de los cristianos leen la Biblia de manera regular. Esto no obstante de los avances de la tecnología en los teléfonos celulares, computadoras, internet, etc. que permiten un fácil acceso a la Palabra de Dios en cualquier momento y desde cualquier lugar. Lamentablemente en más del 80 por ciento de los cristianos no existe hambre o sed espiritual que los mueva a buscar de Dios cada día de sus vidas.

Al igual que nuestro cuerpo necesita alimento material, nuestro espíritu debe ser alimentado con alimento espiritual, el cual proviene fundamentalmente de la Palabra de Dios. Ahora bien, hay una diferencia importante entre lo físico y lo espiritual en este aspecto. Si dejamos de comer o tomar agua por un día desfallecemos. En el aspecto físico son muy evidentes los resultados de la mala alimentación. Sin embargo en el aspecto espiritual no es tan evidente. Muchas veces creemos que estamos fuertes pero en realidad nos vamos debilitando. Entonces se presenta una prueba y los malos resultados son los que nos indican nuestro estado espiritual.

Por eso Dios permite pruebas en nuestras vidas, para que nos demos cuenta de nuestra necesidad espiritual y le busquemos a él. A través del profeta Amós, Dios se dirigió al pueblo de Israel y les advirtió acerca de las consecuencias que tendrían que sufrir debido a su rebeldía y desobediencia: “Acontecerá en aquel día, dice Jehová el Señor, que haré que se ponga el sol a mediodía, y cubriré de tinieblas la tierra en el día claro. Y cambiaré vuestras fiestas en lloro, y todos vuestros cantares en lamentaciones; y haré poner cilicio sobre todo lomo, y que se rape toda cabeza; y la volveré como en llanto de unigénito, y su postrimería como día amargo. He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová” (Amós 8:9-11). Este era el fin que buscaba el Señor. El pueblo de Israel se arrepentiría de sus pecados y entonces anhelarían escuchar la palabra de Dios de labios de aquellos profetas a los cuales habían rechazado.

El hambre y la sed son sensaciones normales para todo organismo que está vivo y sano. No tener hambre es anormal y es recomendable visitar al médico para recibir instrucción y tomar ciertas vitaminas que abran el apetito. No tener deseos de orar y de leer la Biblia es señal de un problema espiritual. Cuando esto sucede, es sumamente importante que nos hagamos concientes del problema y nos acerquemos al Gran Médico Divino pidiéndole que nos quite esa falta de apetito espiritual y que produzca en nosotros hambre y sed de su justicia y de su presencia.

Cuando Satanás intentó tentar a Jesús en el desierto diciéndole: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan”, el Señor le contestó: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:3-4). Por medio de la lectura de la Biblia y la oración diaria nuestro espíritu se fortalece y crecemos en el aspecto espiritual. Por el contrario, cuando no nos alimentamos nos debilitamos, nos volvemos raquíticos y nos enfermamos espiritualmente. Por eso es tan importante que día tras día, en las buenas y en las malas, hagamos un esfuerzo y apartemos un tiempo para buscar el rostro del Señor adorándole y leyendo su palabra.

Si sientes desgano espiritual, clama a Dios de todo corazón y él te contestará. Hazte el propósito de pasar un tiempo cada día en la santa presencia del Señor. Lee la Biblia, medita en sus enseñanzas, ora, adora y alaba al Señor. Pide a Dios que ponga en tu corazón hambre y sed de su palabra. Si persistes en esta rutina diaria, el Espíritu Santo te llenará de tal paz y gozo, que empezarás a sentir un intenso anhelo de disfrutar plenamente de ese tiempo. Y podrás decir lo mismo que el salmista dijo en el Salmo 42:1-2: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?”

ORACIÓN:
Amante Padre celestial, reconozco que tengo falta de apetito espiritual, y que esto puede traer mucha miseria en mi vida. Por favor sáname y dame hambre y sed de ti pues te necesito como el aire que respiro. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”

Dios te Habla