miércoles, 30 de abril de 2014

¿DEJAS TÚ QUE DIOS DIRIJA TUS PASOS?


¿Dejas tú que Dios dirija tus pasos?

Éxodo 3:7-8
“Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo”

Cuando estudiamos el Antiguo Testamento encontramos un claro paralelo entre el pueblo de Israel y la iglesia de Cristo. En el pasaje de hoy Dios le comunica a Moisés sus planes de liberar al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto. Después le encomienda a él esta misión. Dios también decidió liberarnos de la esclavitud del pecado y darnos la salvación de nuestras almas, y con ese fin envió a su Hijo Jesucristo. Dios les prometió a ellos una tierra bendita donde fluía leche y miel; y a nosotros nos ha prometido el reino de los cielos donde encontraremos gozo y paz eternamente. Aquel pueblo tuvo que atravesar el desierto donde sufrieron dificultades y problemas, pero Dios siempre estuvo a su lado. Asimismo el Señor ha prometido que en medio de las pruebas y aflicciones que encontremos en la vida, él estará siempre con nosotros.

Ahora bien, Dios advirtió a su pueblo: “Oye Israel, yo envío mi ángel delante de ti, para que te proteja en el camino y te lleve al lugar que te he preparado. Préstale atención y obedécelo. No te rebeles contra él, porque va en representación mía y no perdonará tu rebelión” (Éxodo 23:20-21). También Jesús nos dice en Juan 15:7: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho”.

Después de su liberación de Egipto, y tras una larga jornada a través del desierto, los israelitas llegaron cerca de la tierra prometida (Números capítulo 13). Entonces Moisés envió a doce hombres a reconocer la tierra en la cual se iban a establecer. Cuarenta días después estos hombres regresaron y se dirigieron al pueblo con el fin de dar el informe de sus experiencias. Diez de los doce describieron un escenario totalmente negativo. Dijeron que los habitantes de esa tierra eran enormes gigantes, a los cuales no podrían vencer jamás. Pero los otros dos que habían explorado la tierra (Josué y Caleb), expresaron su desacuerdo con este informe de la siguiente manera: “La tierra por donde pasamos para reconocerla, es tierra en gran manera buena. Si Jehová se agradare de nosotros, él nos llevará a esta tierra, y nos la entregará; tierra que fluye leche y miel. Por tanto, no seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan; su amparo se ha apartado de ellos, y con nosotros está Jehová; no los temáis” (Números 14:7-9). En otras palabras: “Lo único que tenemos que hacer es agradar a Dios obedeciéndole, y él nos entregará esta tierra”. Pero los israelitas creyeron a los diez primeros y decidieron no continuar su camino hacia la tierra prometida sino volver atrás, a Egipto, a la esclavitud.

El fin principal de Satanás es evitar que nosotros disfrutemos de las bendiciones de Dios. Para ello utiliza todo tipo de tácticas y mentiras. Los israelitas cayeron en la trampa y, al igual que Adán y Eva, optaron por desobedecer las instrucciones de Dios. Como consecuencia estuvieron vagando en el desierto por cuarenta años, y la mayoría de ellos nunca pudieron disfrutar de la tierra prometida.

Esta es una gran enseñanza para nosotros, la cual debemos aplicar a nuestras vidas. Los planes de Dios para sus hijos son planes de bienestar y prosperidad, dice Jeremías 29:11. Si nos unimos a ellos y tratamos por todos los medios de obedecer las instrucciones de Dios, y permitimos que él dirija nuestros pasos disfrutaremos de sus bendiciones. Si por el contrario nos rebelamos y tomamos nuestra propia dirección, como hicieron los israelitas, tendremos que sufrir las consecuencias que trae consigo la desobediencia.

Medita en lo que has leído y piensa: ¿Vas a vivir una vida obediente a Dios permitiendo que él dirija tus pasos? ¿O seguirás tu propio camino? Lee la Biblia todos los días, pasa tiempo en oración, busca la voluntad de Dios. Entonces decide qué vas a hacer.

ORACION:
Padre santo, yo anhelo que tú me lleves adonde tienes planeado llevarme. Por favor aumenta mi fe y ayúdame a agradarte en todo, obedeciendo siempre tus instrucciones. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”

Dios te Habla

2 Tesalonicenses 3:16


2 Tesalonicenses 3:16
“Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera”

Uno de los versículos más extraños que Jesús nos dice es este: “No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada”. Eso es increíble porque la Biblia lo llama el “Príncipe de Paz”. Entonces, ¿de qué nos está hablando Jesús? Él está diciendo: “Yo he venido con una espada para poner una línea de demarcación entre la verdad y el error, entre la luz y las tinieblas, entre el pecado y la justicia”.

Donde la norma de justicia de Dios está fija, siempre habrá división. Sin la justicia de Dios no puede haber paz. Mientras tengamos restos del pecado en nuestras vidas, nunca podremos tener paz. ¡Dios nunca hará un tratado de paz con el pecado, nunca!


“Gracia y Paz”

¿YA APRENDISTE A SEMBRAR?


¿YA APRENDISTE A Sembrar?

Gálatas 6:7
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”.

Sembrar y segar es una ley que se aplica tanto en el mundo material como en el mundo espiritual. De acuerdo con la Biblia, segar es una consecuencia inevitable de sembrar. Como lo dice la escritura de Gálatas 6:7: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará”. Este texto no dice, «posiblemente» segará o «tal vez» segará sino «eso también segará». Proverbios 22:8 nos advierte: «El que sembrare iniquidad, iniquidad segará». Oseas 8:7 habla de los malhechores que «sembraron viento, y torbellino segarán».

En la actualidad aún existen muchas personas no le dan importancia a este principio. Por ejemplo, algunos padres de familia piensan que pueden vivir vidas pecaminosas sin hacerles daño a sus hijos por su mal ejemplo. Los jóvenes piensan que pueden sembrar a la carne ahora y luego no segar la miseria y la vergüenza. Muchos siembran alcoholismo y piensan que pueden tener un poco de placer mundano hoy, sin preocuparse de las consecuencias del mañana. Proverbios 23:31 dice: “No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece su color en la copa. Se entra suavemente; mas al fin como serpiente morderá y como áspid dará dolor”. Otros siembran inmoralidad sexual, sin tomar en cuenta que la fornicación, o sea el sexo fuera del matrimonio, es pecado (Gálatas 5:19). Otros siembran materialismo y a la adquisición de riquezas, mas la Biblia dice que “raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Timoteo 6:10). Es definitivo, el segar es consecuencia inevitable del sembrar.

Segaremos como hayamos sembrado. Génesis 1:11-12 habla del segar «según su género». Oseas 10:13 dice: «habéis arado impiedad, y segasteis iniquidad». Es que, la justicia con frecuencia toma una forma similar a la del crimen. Por ejemplo, Jacobo, el engañador en Génesis capítulos 27 y 37, asimismo fue engañado. David el Rey, manchó a un hogar por su codicia, y sufrió más tarde la mancha de su propia familia. Hoy en día, cuando los padres se divorcian, luego sus hijos tampoco pueden mantener sus matrimonios y también se divorcian. Si los padres no son fieles en la asistencia a los cultos de la iglesia, tampoco lo serán sus hijos. Siempre segaremos como hayamos sembrado.

A veces, incluso, segaremos más de lo que hayamos sembrado. Oseas 8:7 les advirtió al pueblo de Dios desviado que habían sembrado el viento, y que iban a segará el torbellino. De hecho, el pecado —cualquier pecado— no arrepentido siempre es así. Por ejemplo, si pecamos contra nuestros propios cuerpos, pasando pocos momentos en la inmoralidad y del placer carnal, segaremos una vida entera de la vergüenza y el dolor, y posiblemente la eternidad en el castigo eterno. Isaías 57:20-21 dice: «Pero los impíos son como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dijo mi Dios, para los impíos». Muchas veces la gente habla de los «pecadillos» y los «delitos» como las ofensas ligeras de las cuales Dios no toma en cuenta. Sin embargo, bíblicamente, cualquier pecado que cometemos que no sea perdonado por la sangre de Cristo es suficiente para condenarnos eternamente. El pecado es así. Es una ofensa enorme en los ojos de Dios. Es una ofensa contra la santidad del Soberano del universo, y por ende merece el castigo. Por tanto, debemos de tener cuidado al pensar que, ante los ojos de Dios, no hay en los pecados grandes y pequeños. Todos son igual de graves y ofensivos.  Aunque ciertos pecados pueden producir resultados más graves que otros, en cuanto a las consecuencias para las personas afectadas por nuestras acciones. No obstante cualquier pecado —aún solamente un pecado— que no sea propiciado por la sangre derramada de Cristo es suficiente para condenarnos. Por eso, segaremos más que lo que hemos sembrado. «Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción» dijo el apóstol en Gálatas 6:8.

Siempre segaremos por más tiempo que el que hemos sembrado. Así sucede en el mundo físico también. El agricultor siembra por un día, pero puede cosechar la mies por varias semanas o hasta algunos meses. En el mundo espiritual, si sembramos por algunos días del pecado, y si no recibimos el perdón que solamente puede venir por la sangre de Cristo, segaremos el castigo eterno. Mateo 25 registra la descripción de Cristo de la escena del juicio en el día postrero. Al hacer dos divisiones en toda la humanidad que nunca ha vivido, versículo 41 dice de Juez: «Entonces dirá también a los de la izquierda: apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles». Luego, el versículo 46 agrega: «E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna». La palabra traducida «eterno» en la frase «el castigo eterno» es de la misma palabra en el griego que la palabra «eterna» en la frase «la vida eterna». Por lo tanto, igual el tiempo que durará el premio en los cielos para los justos con Dios y Cristo y el Espíritu Santo y todos los ángeles, así durará el castigo para los impíos que ignoran a Cristo y que rechazan el evangelio.

En Judas 7 se habla de los habitantes que una vez vivieron en Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas que habían fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza. Añade que aún en el tiempo de Judas en el primer siglo después de Cristo, esos pecadores estaban «sufriendo el castigo del fuego eterno». ¡Qué triste! Al pecar por unos cortos días aquí en la tierra, una persona sufrirá por siempre en el fuego del infierno si no es limpiada de su maldad por la sangre de Cristo. Es cierto, segaremos por más tiempo que el que hemos sembrado.

Por lo tanto, hay que sembrar al Espíritu para segar la vida eterna (Gálatas 6:8). Se siembra al Espíritu por la fe y la obediencia al evangelio. Es necesario oír el evangelio y creer en Cristo como su Salvador resucitado de los muertos (Juan 8:24; Romanos 10:9, 10). Además, al creer, uno tiene que obedecer a Cristo por arrepentirse de sus pecados (Lucas 13:3), y por confesar con sus labios el dulce nombre de Jesús como el Hijo de Dios (Romanos 10:9,10), y ser bautizado en agua para perdón de sus pecados (Hechos 2:38; Marcos 16:16). Al ser obedientes así al evangelio de Cristo, Cristo nos añadirá a su iglesia (Hechos 2:47), donde tendremos que servirle fielmente hasta el fin.

“Gracia y Paz”

Phillip Gray

¿Cuándo lees la Biblia, haces a un lado tu sentido común?


2 Timoteo 2:15
“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”.

¿Cuándo lees la Biblia, haces a un lado tu sentido común? Es decir, si lees un libro secular, no lo abres al azar, y simplemente empiezas a leer a la mitad de un párrafo. El libro no tendría ningún sentido. Para entender el libro, lo debes de leer en secuencia y en párrafos o unidades. Igual, lo puedes leer varias veces hasta que lo comprendas.

Cuando leemos la Biblia es diferente, la debemos leer no por cantidad sino por calidad. Podemos leerla varias veces como si leyéramos otros libros, pero la debemos de leer por la calidad de su contenido, porque se trata nada menos que de la Palabra de Dios. ¡La Biblia debemos de estudiarla y aprender cuánto podemos asimilar y aplicar en nuestra vida!

En tu lectura bíblica de hoy, detente y pregúntate: “¿Qué me está diciendo Dios?”, “¿Qué me está enseñando Dios?” Luego, busca ponerlo en práctica hoy mismo.


“Gracia y Paz”