martes, 1 de enero de 2013

AÑO NUEVO, VIDA NUEVA



Para este inicio de año la gente piensa mucho en lo nuevo, traje nuevo, muebles nuevos, calzado nuevo. La humanidad tiene una tendencia irresistible hacia lo nuevo, y llevados por esa tendencia hay los que equivocadamente consideran a los verdaderos seguidores de Cristo como gente anticuada, de mal gusto y ridícula, buenos para la primera centuria de la era cristiana pero no para este siglo. Pero la verdad es otra, nosotros los cristianos somos la gente de las cosas nuevas.

No necesitamos esperar un año nuevo, ni estrenar un traje nuevo para gozar la sensación de lo nuevo; porque nosotros mismos, todo nuestro ser, ha sido hecho nuevo. Vivimos en novedad de vida, y nuestro hombre interior se renueva de día en día (2 Corintios 4:16). Igualmente hay los que consideran la Biblia como un libro anticuado, fuera de moda, pero la Biblia es un manantial de cosas nuevas, en ella nosotros encontramos en primer lugar: noticias nuevas.

El mundo estaba perdido en el laberinto del paganismo, con sus millares de dioses y semidioses, con sus exigencias de sacrificios humanos, fundido en las tinieblas de la superstición enseñada por los sacerdotes paganos a través de los siglos; odiosa cadena que al ser arrastrada por los paganos, su eco siempre les hablaba de muerte, odio y tortura. Los hebreos aunque habían recibido más luz, con todo sus rituales y ceremonias les dejaban vacíos y necesitados, vivían bajo el pesado yugo de la ley.

En la interminable sucesión de siglos, el mundo pagano se aferraba a sus antiguas prácticas buscando la salvación. Y el mundo hebreo se adhería a la letra de la ley, pero todo era inútil. Mas una noche serena y hermosa el espacio resonó con nuevas noticias para unos y para otros: “os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:11). Y cuando estas noticias nuevas son creídas y aceptadas, producen un nuevo nacimiento.

A causa del pecado la imagen de Dios en el hombre fue desfigurada, el hombre está muerto en delitos y pecados, se requiere un nuevo principio, una nueva creación, un nuevo nacimiento, a esto se refería el Señor cuando dijo a Nicodemo: “El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). En este nuevo nacimiento, somos engendrados de Dios por medio del Espíritu Santo. Este nuevo nacimiento naturalmente se desarrolla en una nueva criatura.

Si la creación del primer hombre fue la obra maestra de la creación, la regeneración o la nueva criatura es la obra maestra de la eternidad. La multiforme sabiduría de Dios es notificada a todo el universo por medio de los nacidos de nuevo, el que “está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).

Esta nueva criatura posee un nuevo corazón. El corazón es el asiento de nuestras emociones, es el centro mismo de nuestro ser, de allí nacen los instintos, por naturaleza el corazón es engañoso y perverso (Jeremías 17:9). Cristo declaró que “del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, lo adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, las lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez” (Marcos 7:21, 22). En vista de estas cosas, es que Dios dice: “Os daré un corazón nuevo… y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne” (Ezequiel 36:26).

Además de un corazón nuevo también nos es dada una mente nueva. La mente es la antesala del espíritu humano, a la mente acuden los demonios con sus malos pensamientos. Cuando esos pensamientos son recibidos en la mente, llegan hasta el corazón y de allí dominan el espíritu. La mente ejerce un poder tan determinante en nuestras vidas, que dice la Palabra de Dios:“Porquecual es su pensamiento en su corazón, tal es él” (Proverbios 23:7).

La mente del hombre sin Cristo está llena de pensamientos impuros, es por ello que la Palabra de Dios nos exhorta a renovarnos en el espíritu de vuestra mente (Romanos 12:2). Entonces con una mente nueva podemos pensar en todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo que es de buen nombre, en todo lo virtuoso (Filipenses 4:8).

Y como un complemento indispensable de esta nueva criatura, también nos es dado un cuerpo renovado. El cuerpo del hombre sin Cristo es juguete de las pasiones del alma. El alma pecaminosa tiene su gratificación impura por medio del cuerpo. Los miembros del cuerpo son ahora instrumentos de iniquidad, el amo es el espíritu humano controlado por el alma pecaminosa, el cuerpo es el esclavo, el alma pecaminosa manifiesta su maldad por medio del cuerpo. “Y manifiestas son las obras de la carne -esto es el alma operando por el cuerpo-, que son: adulterio, fornicación, inmundicia… y cosas semejantes a estas” (Gálatas 5:19-21).

Se hace pues necesario que nos sea dado un cuerpo renovado. “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros… vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu” (Romanos 8:11), para que vuestro espíritu, alma y cuerpo sea guardado entero, sin reprensión, en paz. Y con este cuerpo renovado nuestros miembros son presentados a Dios como instrumentos de justicia: manos, pies, ojos, lengua, oído, todo consagrado a Dios, no para que se manifieste un alma pecaminosa, sino para que se manifieste el Espíritu de Dios.

Esta nueva criatura, con corazón, mente, cuerpos nuevos, no queda desconectada o aislada del Señor, de Él recibe cada día nueva vida. De la misma manera que nuestros primeros padres comunicaban con Dios diariamente, así también la nueva criatura necesita estar en comunión con el Señor para de Él recibir nueva vida. Él es el dador sustentador de la vida, Él es la vida, nosotros los pámpanos, Él vino para darnos vida abundante, y con esta nueva vida naturalmente recibimos nuevas fuerzas.

El hombre sin Cristo es víctima del diablo, es flaco, débil, no tiene fuerzas morales, ni espirituales, ni físicas para resistir al demonio, pero la  nueva criatura tendrá nuevas fuerzas. Ahora esta nueva criatura puede cumplir el primer y grande mandamiento que dice: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas” (Marcos 12:30; Deuteronomio 6.5). Y puede cumplirlo porque tiene todo su ser renovado. Las relaciones de esta nueva criatura para con Dios y para con los hombres han sido igualmente renovadas, sus relaciones para con Dios están regidas por un nuevo mandamiento.

El mundo está lleno de violencia, de odios, de guerras. ¿De dónde vienen esas cosas? De la codicia y el egoísmo, estas dos pasiones humanas son las que rigen las relaciones humanas (Santiago 4:1-2). Pero ahora esta nueva criatura es gobernada por la virtud del amor. “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros”, aun a sus enemigos, “amad a vuestros enemigos” (Juan 13:34; Mateo 5:44). Y “en esto conocerán todos que sois mis discípulos (que somos nuevas criaturas), si tuviereis amor los unos con los otros” (Juan 13:35). “Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Juan 4:7, 8).

Y para esta nueva criatura están reservadas las más brillantes y gloriosas perspectivas, tendrá un nombre nuevo. De aquellos que viven olvidados de Dios, dice la Escritura que serán escritos en el polvo, un lugar muy inseguro para escribir, pronto se borra toda, pero de la nueva criatura se dice: “Y te será puesto un nombre nuevo, que la boca de Jehová nombrará” (Isaías 62:2). Y también dice: “Y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe” (Apocalipsis 2:17).

También viviremos en una nueva ciudad, la morada final de los perdidos es escrita en las Escrituras con las palabras solemnes y terribles: tinieblas de afuera, hornos de fuego, el abismo, el infierno, lago de fuego y azufre, y si esta descripción es tan terrible, ¿cómo será la realidad? Pero la nueva criatura morará en la ciudad de Dios, la Nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo de Dios, una nueva ciudad cuyos fundamentos son piedras preciosas, cuyas puertas son perlas, cuya plaza de oro como vidrio trasparente, cuyo templo es el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero, cuya luz es el resplandor de Dios, y el Cordero es su lumbrera. En ella no entrará cosa sucia que hace abominación y mentira, sino los que están escritos en el libro de la vida del Cordero, allí serán también los cielos nuevos y la tierra nueva (Apocalipsis 21).

Y como un glorioso resumen de todo esto, nuestro Dios enfáticamente declara: “He aquí, yo hago nueva todas las cosas” (Apocalipsis 21:5).

¿Deseas tener una vida nueva? Entonces, ora delante de Él y acepta a Cristo como tu Salvador personal.

“Gracia y Paz”

¿CUÁLES SON TUS RESOLUCIONES PARA EL NUEVO AÑO?



Hebreos 12:1-2
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”.

Estamos al comienzo de un nuevo año. Este es el tiempo en el que generalmente se hacen resoluciones y promesas acerca de cosas que deseamos cambiar en nuestras vidas, o se establecen metas a las que queremos llegar. Lamentablemente, muchas de estas resoluciones son las mismas que hemos hecho en años anteriores, y que por un motivo u otro nunca se cumplieron. Por regla general la razón es que nos enfocamos más en los medios que en el fin mismo, y por lo tanto perdemos de vista la meta. Por ejemplo, muchos se hacen el “firme" propósito de perder peso. Pero lo cierto es que “perder peso” no es el fin que verdaderamente desean, sino que es el medio para llegar a ese fin. El verdadero propósito es lucir bien físicamente, sentirse bien sicológicamente, gozar de buena salud, etc. Este es el fin al que se llega cuando se pierde peso, pero los esfuerzos se concentran en el medio, no en el fin.

Hay muchas otras resoluciones de año nuevo que se rigen por este mismo principio. Queremos ganar más dinero, tener un carro nuevo, o una nueva casa, o encontrar la pareja ideal, etc., pero en realidad lo que deseamos es ser felices, vivir una vida confortable, disfrutar de paz y tranquilidad, e inconcientemente nos enfocamos en los medios que, creemos, pueden llevarnos a ese fin en lugar de concentrarnos en el fin.

El pasaje de hoy dice que “…corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”. Cuando vamos por esta vida con la mirada fija en Jesús, nos estamos enfocando en el fin, pues él es la paz, la verdad, la felicidad, el pan de vida, el agua viva, el poder, el consuelo, el único camino al cielo, en fin todo lo que podemos desear en esta vida está en Jesucristo. Así lo afirma el apóstol Pablo en su carta a los colosenses: “Vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad” (Colosenses 2:10). No necesitamos nada más.

Teniendo esto en cuenta, hazte el firme propósito de seguir este simple ABC durante todo este nuevo año:

Ama a Dios.
Jesús les contestó a los escribas y fariseos en Marcos 12:28-30: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento”.

Busca el rostro del Señor cada día.
Dios dice en Jeremías 29:12-13: “Entonces me invocaréis, y vendréis y oraréis a mí, y yo os oiré; y me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón”.

Conoce a Dios más profundamente.
Orando Jesús al Padre, dijo: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).

Y en Jeremías 33:3, el Señor dice: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces”.

Cuando cada día de nuestras vidas leemos la Palabra de Dios y buscamos de todo corazón su rostro en oración llegaremos a conocerle profundamente; y al experimentar su compañía, su profunda paz, su gozo inefable y su infinito amor, entonces le amaremos por sobre todas las cosas. De esta manera disfrutaremos la vida “en abundancia” que Jesús nos ofrece en Juan 10:10. Este es el fin que debemos perseguir. Cualquier esfuerzo en otra dirección será en vano. Cuando ponemos a Dios en primer lugar todo lo demás viene por añadidura. Así nos dice Jesús en Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.

¿Cómo está tu relación con Dios? Cierra tus ojos y medita en esto por unos minutos. Este es un buen momento para que hagas la firme resolución de mejorar tu relación con el Señor en este nuevo año.

ORACIÓN:
Padre amado, en este nuevo año que comienza yo quiero crecer más espiritualmente. Quiero establecer una comunión más íntima contigo, mi Señor. Quiero amarte más, buscarte más y conocerte más. Te ruego me ayudes en el propósito de orar más y de leer más la Biblia. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

EL MELÓN



Si quieres mejorar tú circulación sanguínea consume melón, pues aparte de ser delicioso ayuda a evitar la formación de coágulos en personas que sufren mala circulación, angina de pecho, ataques al corazón, entre otros padecimientos.

SIEMPRE CONSULTA A TU MEDICO, para que mantengas tu cuerpo sano; “Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer” (Génesis 1:29). “He aquí Yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré y les revelaré abundancia de paz y de verdad” (Jeremías 33:6), “¿o ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 corintios 6:19).

“Gracia y Paz”
Publicado por: Carlos Martínez M.
Fuente: Medicamentos Accesibles

HE AQUÍ EL CORDERO DE DIOS, QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO



Juan 1:29
“El siguiente día ve Juan á Jesús que venía á él, y dice: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.

Juan el Bautista predicó muchos sermones briosos, lastimó a los fariseos, e instruyó a la gente, pero el mejor sermón, o sea las mejores palabras que salieron de su boca fueron éstas: “He aquí el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo”. El dirigía la gente a Cristo, y no se puede hacer mejor cosa que esto. Tal vez TU no puedes hablar con palabras y frases elocuentes, pero si tan solo pudieras dirigir la gente a Cristo, es posible que lograrás cambiar el destino final de ellos. Sí, es elegante hablar con frases fluidas y verbosas, pero sí de veras quieres servir a Dios y beneficiar a la gente, recuérdate de Juan el Bautista y simplemente señala Jesús, porque es Él que quita el pecado del mundo, y solo él puede salvar a un individuo.

“Gracia y paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día

LA BUENA VIDA



Salmo 73:28
“Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien…”

La belleza, la riqueza, el poder, el amor, el matrimonio y el placer son cosas buenas, pero no son lo mejor. Lo mejor es amar a Dios y recibir su amor, darle la gloria y hacerlo nuestro amigo para siempre. Esto nos permite vivir de la mejor manera posible porque nos brinda satisfacción y gozo (Juan 10:10). Además, es lo que los creyentes harán por siempre.

Por eso, debemos apartar tiempo para Dios y descansar en su amor… ese amor que nos hizo a ti y a mí. Es la razón de nuestra existencia y el medio por el cual nuestra vida será más productiva.

Me gusta cómo lo expresa el salmista: «Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Dios el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras» (Salmo 73:28). En otras palabras, la buena vida es acercarse a Aquel que nos ama como nadie.

¿Cómo nos acercamos al Señor? Yo les sugiero una práctica que estoy haciendo ahora: dedica unos minutos todas las mañanas para leer algunos versículos de los Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas, Juan) y observa qué hizo o dijo Jesús. Después de todo, Él vino a mostrarnos cómo es Dios (Hebreos 1:1-3). Ponte en el lugar del personaje de la historia. Por ejemplo, como si fueras el leproso que Jesús sanó con su toque de amor (Marcos 1:40-45). ¡Piensa cuánto te ama, y después, dale las gracias!

Lo más maravilloso es pensar en esto: ¡Jesús me ama!


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LEA: Salmo 73:21-28

Biblia en un año: Génesis 1–3; Mateo 1
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“Gracia y Paz”
Nuestro Pan Diario

EL ESPÍRITU VENCEDOR



Filipenses 3:7-14
“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

Pablo era un hombre que tenía un espíritu de vencedor. A lo largo de todo su ministerio enfrentó incontables obstáculos, pero nunca se rindió. Veía la vida cristiana como una carrera, igualmente cada uno de nosotros necesita tener este mismo espíritu si tenemos la esperanza de terminar bien.

Valentía: Un espíritu de vencedor está dispuesto a arriesgarse al fracaso. Aunque por naturaleza queremos parecer fuertes y competentes, Dios se deleita en capacitarnos en nuestra debilidad para que Él reciba la gloria.

Confianza: Lo más probable es que fallaremos si dudamos de nuestra capacidad de hacer lo que Dios exige. Sin embargo, si nuestra confianza está puesta en el Señor, no en nosotros mismos, podemos seguir adelante, sabiendo que Él nos capacitará para que podamos hacer su voluntad.

Dedicación: El Señor promete guiarnos cuando proseguimos a la meta, darnos todo lo que necesitemos y fortalecernos a lo largo del camino. Pero debemos estar dedicados a Él y decididos a hacer su voluntad.

Perseverancia: El camino que estamos recorriendo está lleno de distracciones, oposición y obstáculos que nos tientan a tirar la toalla. Es por eso que Pablo nos aconseja “proseguir a la meta” en medio de las dificultades, hacia lo que es de valor eterno (v. 14).

Concentrarse en lo que está delante. También debemos olvidar lo que queda atrás y extendernos a lo que está delante (v. 13). Quienes se hunden por el peso del bagaje pierden de vista la meta.

La clave para triunfar en esta carrera es el deseo ferviente de alcanzar la meta. Si no le damos ningún valor al premio, fácilmente nos rendiremos y nos conformaremos con la gratificación inmediata que el mundo ofrece. Pero si entendemos lo que nos espera en el cielo, perseveraremos en el camino.

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria