domingo, 5 de mayo de 2013

SOBRECOGIMIENTO



Isaías 6:3
“Santo, santo, santo, Señor de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria”.

1 Juan 5:20
“Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna”.

A lo largo de los siglos, los creyentes han experimentado confianza y temor a la vez en la presencia de Dios. Moisés, al oír la voz de Dios, “cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios” (Éxodo 3:6). Este temor, manifestado también por otros creyentes como ­Isaías o Pedro, no es miedo, sino un sobrecogimiento al estar en contacto con lo que sobrepasa el mundo.

Esto es más que un objeto, una fuerza, una persona, un ser. Es Dios, aquel que creó el mundo, quien se reveló a Moisés, diciéndole: “Yo soy el que soy” (Éxodo 3:14), expresión insondable. Sin él todo quedaría en la nada.

Pero este Dios impresionante es un Dios de bondad cuya presencia llena de alegría al creyente. Atraído hacia Dios, el creyente puede testificar: “En cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien” (Salmo 73:28). La actitud del adorador puede resumirse en dos palabras: respeto y agradecimiento. Se inclina ante Dios por lo que Él es y le expresa su admiración por lo que ha hecho.

Nos sentimos impulsados a adorar cuando meditamos en el extraordinario hecho de que Dios, el Dios de eternidad, haya venido a tomar nuestra condición humana. Sí, Jesús, el unigénito Hijo de Dios, se hizo hombre. Sufrió, lloró, murió y volvió a la vida. Hizo todo eso para darnos la vida, una vida eterna en comunión con él. Su amor lo llevó a descender hasta nosotros para salvarnos.

“Gracia y Paz”
La Buena Semilla

COMO UN GEN MALO



Romanos 3:10
“No hay justo, ni aun uno”.

Santiago 4:1
“¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?”

El siglo XX ha sido paradójico; los progresos de la ciencia, y de la medicina en particular, jamás fueron tan brillantes, sin embargo decenas de millones de personas perecieron durante los múltiples conflictos que jalonaron este período. Los hombres aprenden a cuidar y a curar, pero se matan unos a otros. Entonces, ¿Dónde está el problema?

Muchos piensan que un régimen político bien adaptado, con buenas estructuras sociales o progresos técnicos, traerá un mundo mejor. Pero hay que admitir las cosas como son: los progresos materiales, que sólo son compartidos por una pequeña fracción de la población mundial, no trajeron una mejora sensible en las relaciones entre los hombres.

En su Palabra Dios nos muestra el fondo del problema: el mal, el pecado, entró en el corazón de cada ser humano como un gen malo. Caín, el primer ser humano que nació en la tierra, mató a su hermano Abel. Y desde entonces el ser humano no hizo progresos; hasta es incapaz de ello. “Engañoso es el corazón más que todas la cosas, y perverso” (Jeremías 17:9).

Entonces, ¿hay que desesperarse? No, porque si Dios hace esta terrible constatación, también ofrece el remedio. A los que creen en su Hijo Jesucristo y en la eficacia de su muerte expiatoria en la cruz, él les da no un corazón mejorado, sino un nuevo corazón. Amen.


“Gracia y Paz”
La Buena Semilla

EVITA EL YUGO DESIGUAL



2 Corintios 6:14-18
“No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”.

Este pasaje es una advertencia del apóstol Pablo a la iglesia de Corinto para que no tengan ningún tipo de comunión con los no creyentes. Es un desafío para que se mantengan puros, alejados del mundo y sus costumbres. Pablo les dice: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos”. Sin duda esto se remonta al viejo mandamiento de Deuteronomio 22:10 que dice: “No ararás con buey y con asno juntamente”. Existen cosas que son fundamentalmente incompatibles, que nunca se pensó unir naturalmente. Cuando Dios liberó a los israelitas de Egipto, él esperaba que este pueblo se mantuviese puro, sin mezclarse con las naciones que les rodeaban. En el Monte Sinaí, por medio de Moisés, Dios les dice: “Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa” (Éxodo 19:5-6). “Santo” significa “apartado por Dios para Dios”. La esencia del plan de Dios para su pueblo en los tiempos del Antiguo Testamento y en la actualidad, se resume en una palabra: “Apartaos”.

El río Brule, que está en la frontera entre Michigan y Wisconsin, fluye por muchos kilómetros con agua clara y cristalina. En un punto determinado, el río Iron, que es cenagoso y de aguas turbias con sedimentos de minerales y barro, se junta con el Brule. Al unirse estos dos ríos, las aguas claras del Brule fluyen junto con las aguas cenagosas del Iron por una corta distancia. Al poco tiempo las aguas se mezclan en una corriente. Ahora fíjate lo que sucede: las aguas claras del Brule no limpian las aguas del Iron, sino todo lo contrario. Las aguas cenagosas del Iron contaminan toda la corriente.

De la misma manera, entrar en una estrecha relación con el mal corrompe la pureza del creyente y afecta su comunión con el Señor. Unirse a una persona incrédula, ya sea en el matrimonio o en una íntima amistad o en los negocios, es contrario a la voluntad de Dios para la vida de sus hijos. Muchos matrimonios de creyentes con no creyentes se han llevado a cabo bajo la teoría de que la persona cristiana traerá a la incrédula a los pies del Señor. La experiencia demuestra todo lo contrario. Por regla general es la persona creyente quien se aleja de Dios. Conservarse puro y lograr que un incrédulo cambie es tan difícil como mantener las aguas del Brule y del Iron separadas en el mismo canal.

Aprendamos de esta enseñanza: No hay nada común entre la justicia y la injusticia; entre la luz y las tinieblas; entre Cristo y Belial (Satanás); o el templo de Dios y los ídolos. Todo lo contrario, son totalmente opuestos. Entiende esto, y sigue las instrucciones del pasaje de hoy: “Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo” Ciertamente Jesús se relacionó con pecadores de todo tipo, pero siempre con un propósito: mostrarles el camino de la salvación. Nunca intimó con ninguno de ellos. Esta debe ser nuestra actitud. Hablarles del Señor a los incrédulos, dondequiera que se presente la oportunidad, pero recordando siempre que aunque estamos en el mundo, no somos del mundo, como dijo Jesús en Juan 17:14. Y allí mismo oró al Padre diciendo: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal”.

Si eres Seguidor de Cristo, ¡evita el yugo desigual! Recuerda que tienes un lugar separado en el pueblo de Dios. Nunca consideres ningún tipo de vínculo con una persona incrédula, pues como dice la Biblia: “¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (Amós 3:3).

ORACIÓN:
Bendito Dios, te ruego me des sabiduría y entendimiento espiritual para escoger correctamente aquellas personas con quien me voy a relacionar, y rechazar todo yugo que pueda afectar mi comunión contigo. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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¡HE GANADO UNA HORA!



Jeremías. 46:17
“Dejó pasar el tiempo señalado”.

1 Reyes 18:21
“¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos?”

Apocalipsis 2:21
“Le he dado tiempo para que se arrepienta, pero no quiere arrepentirse”.

«¡Tomando el tren de las seis de la tarde, he ganado una hora!», declaró satisfecho un hombre de negocios. «¿En qué empleó esa hora?», le preguntó su interlocutor.

Esta pregunta merece un momento de reflexión. Efectivamente, en nuestra sociedad tan ajetreada, la programación del tiempo es una preocupación constante. Pero con la ansiedad de no perder el tiempo, ¿En qué empleamos esas horas que ahorramos con tanto esmero? Cada hora de nuestra vida es un don de Dios que no debemos malgastar. Un solo instante de nuestra existencia puede ser decisivo. El tiempo de nuestra vida nos es dado ante todo para restablecer una relación con nuestro Creador.

Hablamos mucho del ocio como momentos de los cuales podemos disponer a nuestro antojo para todo tipo de distracciones. Seamos agradecidos por los momentos de descanso que disfrutamos, pero tomémonos el tiempo para hacer un balance, para preguntarnos sobre nuestra relación efectiva con Cristo, sobre la utilidad y el objetivo de nuestra vida.

No dejemos pasar la ocasión para acudir al Salvador y consagrarle nuestra vida. Jesucristo, el Hijo de Dios, dijo: “Estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 1:18).

Sólo es necesario un instante para acercarse con humildad a Jesús. Si tu crees en él, no habrás ganado una hora, ¡Sino la vida eterna!


“Gracia y Paz”
La Buena Semilla

¿ESTAS VIVIENDO EN TU ZONA DE CONFORT?



2 Timoteo 2:3
“Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo”.

A lo largo del Nuevo Testamento se confirma el hecho de que aunque seamos creyentes habremos de sufrir. No se ve lo que muchos pregonan, cuando dicen que cuando una persona viene a Cristo, todos sus problemas serán solucionados. En la Biblia se ve algo distinto a esto, se ve lo contrario, se ve algo diferente; no podemos compartir ese tipo de “evangelio”. En realidad el verdadero Evangelio le asegura al creyente cierta dosis de sufrimiento, este es el Evangelio de Jesucristo.

El pasaje en la segunda epístola dirigida a Timoteo es categórica: “Tú, pues…” lo hace algo individual, de aplicación personal. Claro que fue dirigida a Timoteo, pero es aplicable a cada uno de nosotros. Haz lo tuyo, piensa que el apóstol se dirige a ti. Luego te dice: “SUFRE”. Si notamos, no lo está dando como algo que probablemente llegue a sucedernos, sino que lo da por seguro. El cristiano habrá de sufrir. Pablo incluso, como que hasta lo demanda de nosotros: Sufre, le dice a Timoteo. Como que incluso, él mismo, tiene que estar dispuesto a hacerlo. Hoy en día, ¿quién es el que busca sufrir? Definitivamente, nadie lo hace; pero según  Pablo es lo que deberíamos de hacer.

El sufrimiento puede ser muy diferente de uno a otro. Algunos pueden sufrir una enfermedad, otros pueden sufrir por problemas, otros por enemistad contra él… y así podemos anotar un grande etcétera. Pero el sufrir mencionado por Pablo es muy singular: Sufrir penalidad a causa de Cristo! Es decir, pasar penas, por amor a lo que Cristo hizo con nosotros. ¡Aleluya! Quien este dispuesto a hacer esto por Cristo, en verdad hace manifiesto su amor por su Señor. Y tengo que reconocer, que este no es el tipo de evangelio popular que se esta predicando a las masas.

Pablo compara las penalidades que sufre el soldado con las penas que puede sufrir un cristiano. Pensemos entonces en las penas que puede pasar alguien que se enlista en la milicia, pero no en las penas dentro del cuartel, sino en las penas allá en el frente de batalla, en la línea de fuego, enfrentando un ejército enemigo, en el campo de combate, en la línea de acción cuerpo a cuerpo. Esto es realmente extremo. Si más bien hoy en día los creyentes piden a Dios que sean resueltos todos sus conflictos, que se puede esperar de asegurarle a alguien que tenga que sufrir a semejanza de las penas que pasa un soldado en guerra.

El cuadro que el apóstol Pablo le quiere pintar a Timoteo es serio, aún preocupante debido a lo que se pudiese llegar a esperar. Normalmente todo mundo, incluyendo los “cristianos” quieren vivir en confort, lo mejor que el dinero pueda llegar a alcanzar, mientras más, mejor. Vidas cómodas, atesorando, acumulando, comprando, invirtiendo, produciendo, ganando, gozando de lo mejor de lo mejor, viajando, visitando, conociendo, siendo servidos, mandando, disfrutando. Se nos ha llenado la cabeza de humo, de pensamientos que distan del mensaje del Evangelio y queremos vivir vidas placenteras y creemos que ese es el sendero que conduce a las mansiones eternas. ¡Qué ilusos hemos sido, no te parece! Creo que es tiempo ya de despertar de ese ensueño en el que hemos caído, poner los pies sobre la tierra y no dejarnos sorprender si el día de mañana (por mandato divino) las penas, el sufrimiento o el dolor nos sacan súbitamente de nuestra zona de confort para llevarnos al frente de batalla.

Miremos a Pedro, consideremos cómo vivió, cómo padeció y lo que sufrió, incluso en su misma muerte glorificó a Cristo (según cuenta la tradición murió también en una cruz al ser ajusticiado por causa de la predicación del evangelio, nada más que él pidió ser crucificado de manera invertida, pues llegó a considerarse indigno de morir a semejanza de su Señor y Salvador), qué ejemplo, qué vida. Consideremos también a Pablo, desde su conversión sufre el desprecio de los mismos cristianos, no le creían que su conversión hubiese sido cierta. Luego él describe en 2 Corintios 6:4, 5, 10 que estuvo “en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos… como entristecidos… como pobres… como no teniendo nada”, ¡¡que penas!! Y yo le puedo decir que hoy por hoy este tipo de testimonios son muy escasos. Hoy se predica de la “grandeza” que el creyente puede llegar a ser en Dios. Todo se centra en “confesión positiva” y “prosperidad”; en la riqueza que puede llegar a poseer, de las fórmulas para alcanzar el éxito, para tener dinero mediante “pactos”, de la gran vida que puede tener “ya…”; pero ¿quién le dice al creyente sobre las penas que debe pasar como buen soldado de Cristo que se supone que es?

Y por último, consideremos a Jesucristo mismo. Si alguien tuvo que tener que vivir como rey en la tierra, era él. Si alguien no tuvo por qué haber sufrido en vida también fue él. Pero vemos todo lo contrario, vino a servir, vino a sufrir, vino a pasar penas, vino a ofrecerse como sacrificio voluntario, ¡¡¡él vino a morir por nosotros!!! Esto tiene que hacernos pensar, tiene que sacudirnos, llevarnos al punto de caer de rodillas ante el Señor, y decirle: “Perdóname, porque he pecado contra ti, deseando pasarla muy bien en la tierra y  pretender que ese es el camino al cielo”.

En el deseo que pongamos los pies sobre la tierra, que seamos sensatos y que no nos sorprenda el sufrimiento que nos pueda sobrevenir, pensemos que el camino al cielo no está cubierto de pétalos de rosas nada más, como que también de cuando en cuando vamos a tener que pisar con nuestros pies descalzos muchas espinas dejadas en nuestro sendero.


“Gracia y Paz”
Aprendiendo la Sana Doctrina