sábado, 4 de abril de 2015

¿QUIÉN PUEDE DECRETAR, DECLARAR, Y ESTABLECER?



¿Quién puede Decretar, Declarar, y ESTABLECER?

¡El Único que lo puede hacer es Dios!

Los creyentes en Cristo podemos orar, pedir para que su mano intervenga, ése es el patrón Bíblico.

En el Nuevo Testamento, nadie dijo “YO decreto”, más bien, cuando los cristianos eran perseguidos clamaban a Dios.

La manera Bíblica de orar es apelar al Señor, Amo, Creador y Rey soberano de toda criatura, para que sea ÉL el que Declare, Decrete, y Establezca, no es “Yo declaro, yo decreto, yo establezco…” como enseña con arrogancia la “Metafísica Carismático-Apostólica”.

La Biblia afirma:

Proverbios 3:5-7
“Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión…”

Nehemías 9:6
“Sólo tú eres el Señor. Tú hiciste los cielos, los cielos de los cielos con todo su ejército, la tierra y todo lo que en ella hay, los mares y todo lo que en ellos hay. Tú das vida a todos ellos y el ejército de los cielos se postra ante ti”.

Solo Dios el creador, es el Señor soberano sobre todas sus criaturas.

Dios es Dios, y nosotros somos solo humanos. EL ÚNICO PODER ESTA EN LA BOCA DE DIOS, aprendamos a orar de una manera Bíblica y abandonemos las practicas heréticas y Dominionistas.


“Gracia y Paz”

PADRE NUESTRO, HÁGASE TU VOLUNTAD...


¿POR QUÉ BUSCÁIS ENTRE LOS MUERTOS AL QUE VIVE?




Lucas 24:1-9
“El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día. Entonces ellas se acordaron de sus palabras, y volviendo del sepulcro, dieron nuevas de todas estas cosas a los once, y a todos los demás”.

El viernes, el cuerpo inerte de Jesús fue bajado de la cruz, fue envuelto en una sábana y trasladado a “un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie”, dice la Biblia en Lucas 23:53. Entonces pusieron una gran piedra a la entrada del sepulcro. Transcurrió el sábado (día de reposo), y al amanecer del domingo varias mujeres de las seguidoras de Jesús se acercaron al sepulcro. Dice el pasaje de hoy que ellas “hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús”.

En aquella tumba habían sido puesto el cuerpo del Señor después de su crucifixión. Pero ya no estaba allí porque él había resucitado tal y como lo había dicho antes. Ahora la tumba estaba vacía. Y, casi 2,000 años después, esa tumba continúa vacía porque Cristo vive y está a la diestra del Padre; y su Santo Espíritu está en medio de nosotros, recordándonos las palabras de Jesús: “En el mundo encontrareis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo”.

Ciertamente a lo largo de nuestras vidas encontraremos aflicción, sufrimientos, tristeza. Es natural en este mundo pasar por períodos de dolorosas pruebas. Jesús mismo nos dio el ejemplo. El viernes hubo dolor y sufrimiento para todos aquellos que amaban al Señor. Hubo llanto y tristeza durante todo el sábado. Pero el domingo se produjo el milagro más grande y más trascendental de la historia de la humanidad: Jesucristo venció la muerte, y se levantó de entre los muertos, y la tristeza se convirtió en gozo, la muerte se convirtió en vida, las tinieblas se convirtieron en luz, y la derrota se convirtió en victoria. La resurrección de Cristo trajo consigo el gozo indescriptible de la vida eterna.

Ciertamente tenemos un Dios todopoderoso. Por medio de su poder, nuestro Señor Jesucristo venció la muerte y con ello a Satanás y a todos sus demonios. Por eso él puede decir con autoridad: “Confiad, yo he vencido al mundo”. Y como él ocupó nuestro lugar en la cruz, nosotros podemos afirmar que esa victoria es nuestra. Hagamos de la Cruz un símbolo de victoria en nuestras vidas, buscando cada día el rostro de quien ocupó nuestro lugar en ella, ofreciendo su vida para que nosotros podamos disfrutar de vida eterna.

Cuando sientas tristeza o angustia, enfoca tu pensamiento en el aspecto temporal de tu situación y en la victoria eterna que ha sido asegurada a los que han creído en Jesucristo. Piensa en lo que nos dice el apóstol Pablo en su carta a los Romanos: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”. La muerte de Cristo no es para nosotros señal de duelo porque a través de ella se verificó el milagro de la resurrección. No debemos olvidar nunca lo que él sufrió por cada uno de nosotros, pero debemos enfocar nuestra esperanza en el resultado que él obtuvo: ¡Victoria total y absoluta! Porque tenemos la cruz y la tumba vacía, ¡tenemos la victoria en Cristo!

¡A él sea la gloria, el imperio y el poder por los siglos de los siglos, Amén!

ORACIÓN:
Bendito Padre celestial, gracias una vez más por Jesucristo y la victoria de su resurrección. Ayúdame a entender en toda su magnitud el significado de esta victoria y a aplicarla en mi vida cada día, para poder disfrutar de tu gozo en todas las circunstancias imaginables. Por Cristo Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla