miércoles, 8 de mayo de 2013

¿CUÁN LIMPIO ESTÁ TU CORAZÓN?



Salmo 51:6-12
“He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría. Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. Hazme oír gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido. Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente”.

Este Salmo lo escribió el rey David después de haber sido confrontado por el profeta Natán en relación al adulterio cometido con Betsabé, y el posterior plan de eliminar a su esposo (2 Samuel capítulo 12). Aquí David expresa su dolor al reconocer que había pecado contra Dios, y entonces derrama su corazón quebrantado y arrepentido. El pasaje de hoy es una súplica al Señor por un corazón limpio y un espíritu recto.

Cuando recibimos a Jesucristo como nuestro Salvador personal, nuestros pecados son lavados por la sangre derramada en la cruz, y somos justificados y tenemos salvación y vida eterna. Pero mientras andamos en este mundo vamos a estar en contacto con la suciedad y la corrupción, y de una manera u otra nos vamos a “contaminar”. Durante el transcurso del día cualquiera podemos albergar en nuestras mentes pensamientos pecaminosos, o hacer comentarios que puedan herir, o podemos actuar de forma inapropiada en algún momento. Es decir, aún siendo salvos no estamos exentos de contaminarnos con la suciedad que nos rodea, y caer en pecado.

Cuando Jesús decidió lavar los pies a sus discípulos (Juan capitulo 13), inicialmente Pedro se negó a aceptar que el Maestro lavara sus pies, y el Señor le dijo: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo”. No quiso decir Jesús que Pedro no podía ser salvo si él no le lavaba sus pies, sino que la comunión con el Señor sólo podía ser mantenida con la acción continuada de purificación de su vida por la Palabra de Dios. Por eso, cuando Pedro obedeció accediendo a que Jesús le lavara los pies, el Señor le dijo: “El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos”. Es decir, “el que está lavado”, el que ha sido regenerado, sólo necesita “lavarse los pies”, o sea sólo tiene que lavarse de la contaminación del pecado. Todos los discípulos, excepto Judas, habían tomado el baño de la regeneración espiritual, ahora solamente necesitaban ser obedientes a las Escrituras para mantener su comunión con Dios.

La Biblia nos habla de purificación por medio del “lavamiento del agua por la palabra” en Efesios 5:26. En el aspecto espiritual, la manera en que nuestros corazones se limpian es a través de la Santa Palabra de Dios. Este es el “detergente espiritual” que nos mantiene limpios. Un corazón debe estar limpio para que la presencia de Dios se manifieste y el Espíritu Santo pueda llevar a cabo su obra. En el Sermón del Monte, Jesús dijo a sus discípulos: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8).

Dios nos ha dado un manual de instrucciones cuyo fin es mantenernos limpios, revelándonos nuestros pensamientos o nuestra manera de actuar que no están de acuerdo a su voluntad. Cuando esta revelación viene a nuestras vidas, como fue el caso de David a través de la palabra del profeta, y reconocemos nuestros pecados y nos arrepentimos y los confesamos, entonces la limpieza se manifiesta en nuestros corazones, como nos dice 1 Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”.

Cuando hacemos un hábito de la lectura de la Biblia y tenemos un tiempo de oración diariamente; cuando confesamos nuestros pecados y obedecemos las instrucciones del Señor, tendremos un corazón limpio, y sus bendiciones se derramarán sobre nuestras vidas. Así dice Proverbios 22:11: “El que ama la limpieza de corazón, por la gracia de sus labios tendrá la amistad del rey”.

ORACIÓN:
Amante padre celestial, una vez más te doy gracias por el sacrificio de tu Hijo, cuya sangre me ha limpiado de todo pecado. Revélame todo aquello que no está de acuerdo a tu voluntad en mi vida, y dame las fuerzas para rechazar todo lo que impida que yo tenga un corazón limpio y dispuesto a servirte. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

ORACIÓN



Padre amado, en tu Palabra dejas muy claro que para los que cumplimos tus mandamientos tu eres un Dios que nos ama y nos guía en nuestros pasos, que nos tiendes tu mano para protegernos y enseñarnos. Oh Dios, reconozco que hay tantos obstáculos, tantas distracciones en mi diario vivir, por favor oriéntame y dame señales cuando me este desviando del camino que con tu infinito amor has diseñado para mí. Protégeme de mi arrogancia y de la “inteligencia humana” que me dice que yo defino mi camino. Al estudiar tu Palabra veo claramente que Tú tienes un camino para mí, guíame y ayúdame a ser humilde para caminarlo junto a ti. Permíteme sentir la clase de amor que tu me dices en tu Santa Palabra: que mi amor hacia los demás sea sufrido, benigno; sin envidia, sin jactancia, sin envanecimiento; que no haga lo indebido, que no busque lo mío, que no me irrite, que no guarde rencor; que no me goce de la injusticia, mas me goce de la verdad. Que mi amor sea del que todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Que mi amor nunca deje de ser. En el nombre de Jesús, Amen.


“Gracia y Paz a Todos”

¿AMAS A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO?



Gálatas 5:14
“Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Todos los mandamientos se pueden resumir si tan solo obedecemos este mandamiento, porque el amor verdadero produce acción. La fe sin obras es muerta; es puro sentimiento. El verdadero amor se manifiesta en los hechos, y es posible solamente si nos sometemos a Cristo y dejamos que El Espíritu Santo haga su voluntad en nuestras vidas. Tal amor no tiene necesidad de mandamientos, amenazas ni galardones. Este amor cumple la ley.

“Gracia y Paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día

¡CLARO QUE HAY ESPERANZA!



1 Corintios 6:9-11
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios".

A través de toda la Biblia hay muchos pasajes que pueden ser mal interpretados o quizás llevados a extremos en su interpretación. Muchos creyentes se exceden en su celo religioso y muchas veces se basan en pasajes como el de hoy, fundamentalmente los dos primeros versículos, para condenar a aquellos que ellos consideran hacedores de maldad, proclamando con sus propias palabras algo así como: “Ustedes están condenados, y no tienen ninguna esperanza”. Sin embargo, sí existe una esperanza para aquellos que necesitan un cambio en sus vidas. Esta esperanza es Cristo Jesús. El último versículo del pasaje de hoy (v.11) dice: “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”.

La Biblia dice que todos somos pecadores (Romanos 3:23). No hay ninguna excepción, pero en Cristo Jesús hay esperanza de una eternidad libre de pecado y condenación. Cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador somos lavados, somos perdonados, somos justificados por medio de la sangre redentora del Cordero de Dios. Por lo tanto, aquellos que piensan que han hecho demasiadas cosas terribles para ser perdonados por Dios, presten atención a esto: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:1-2). No existe una ofensa o un pecado tan grande que no pueda ser cubierto por Su sangre. Este es un poderoso mensaje de esperanza para el mundo.

Cuando los escribas y los fariseos trajeron delante de Jesús a una mujer que había sido sorprendida en el acto de adulterio (Juan capitulo 8), para ella no había ninguna esperanza pues, según la ley, debía morir apedreada. Y estos judíos, con el fin de tentar a Jesús para poder acusarle, le dijeron: “Tú, pues, ¿qué dices?” (v.5). Y Jesús les contestó: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”. Y dice la Biblia que ellos, “al oír esto, acusados por su conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio.” Entonces Jesús le dijo a la mujer: “¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (v.10-11) ¡Qué experiencia tan maravillosa vivió aquella mujer! No tenía ninguna esperanza, y se encontró frente a frente con el Hijo de Dios, el cual en su infinita gracia y misericordia perdonó su pecado, y le dijo: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más”. Allí Jesús manifestó su amor y su perdón, pero además expresó claramente la necesidad de un cambio en la vida de ella: “No peques más”, le dijo. En el pasaje de hoy, el apóstol Pablo expresa este cambio en la vida de aquellos a quienes escribe de la siguiente manera: “Y esto erais algunos”.

¿Conoces a alguien que necesita este mensaje de esperanza en el día de hoy? ¿Sabes si esta persona conoce el poder redentor y restaurador de la sangre de Cristo? Hazte el propósito de compartir este mensaje con alguien, ya sea en tu centro de trabajo, entre tus vecinos o familiares, en el mercado o en cualquier lugar en que te encuentres. No existe un sentimiento más reconfortante que guiar a un inconverso al conocimiento de Aquel que dio su vida por la redención de nuestros pecados, y mostrarle que no todo está perdido, que hay esperanza de perdón y un cambio muy grande en su vida.

ORACIÓN:
Padre santo, te doy gracias por el mensaje de esperanza que nace del sacrificio de tu Hijo. Te ruego me capacites para transmitir a todos aquellos que viven sin una esperanza, las buenas nuevas de salvación a través de ese sacrificio. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla