lunes, 11 de agosto de 2014

1 Corintios 13:1-3




1 Corintios 13:1-3

“Si yo hablo en lenguas de hombres y de ángeles, pero no tengo amor, vengo a ser como bronce que resuena o un címbalo que retiñe. Si tengo profecía y entiendo todos los misterios y todo conocimiento; y si tengo toda la fe, de tal manera que traslade los montes, pero no tengo amor, nada soy. Si reparto todos mis bienes, y si entrego mi cuerpo para ser quemado, pero no tengo amor, de nada me sirve”.

Juan 13:34



Juan 13:34

Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así también os améis los unos a los otros.

Deuteronomio 31:8






Deuteronomio 31:8

El SEÑOR irá delante de ti; El estará contigo, no te dejará ni te desamparará; no temas ni te acobardes.


ORACIÓN

1 Pedro 5:6
“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo”.

Cuanto más altivos nos comportemos, más difícil nos será quebrantarnos. Cuanto más alto estemos, más duro será doblegarnos. Contrariamente cuanto más nos humillemos bajo la poderosa mano de Dios, ÉL nos exaltará cuando fuere tiempo. ¡Vale la pena someternos hoy a Su voluntad y ponernos bajo Su poderosa mano!







¿YA TE DOBLEGASTE ANTE EL SEÑOR?



¿YA TE DOBLEGASTE ANTE EL SEÑOR?

Cuando nos enfrentamos ante una tragedia, un dolor tan grande como perder un ser querido, o una enfermedad grave, nuestro corazón se preocupa, se entristece y se doblega. Doblegarse es ceder voluntariamente ante una situación, aceptar la voluntad de otro y no la nuestra. Cuando nos sentimos impotentes ante la adversidad y lo que se agolpa contra nosotros es superior, no tenemos opciones y doblegamos nuestro orgullo, nuestra altivez, nuestro yo y nos humillamos.

La palabra de Dios nos dice “Humillaos, pues bajo la poderosa mano de Dios”. Humillarnos bajo la poderosa mano de Dios es humillarnos o doblegarnos ante su mano que nos sana, que con amor nos dirige; nos humillamos bajo su poderosa mano, una mano que nos sostiene, que nos levanta, que nos abre la puerta de la libertad y de la verdad.

¿Porqué esperar a ser doblegados por otras circunstancias? ¿Porqué esperar a que los vientos contrarios dobleguen nuestro corazón y debamos ceder nuestra voluntad ante la adversidad? ¿Porqué esperar a ser quebrantados? ¿No es mejor humillarnos delante del Señor cada día, ponernos debajo de su cobertura, bajo su sombra y bajo sus alas? ¿No es mejor vivir así con nuestra cabeza cubierta por su autoridad, reposando bajo su protección y haciendo Su voluntad sobre la nuestra?

Cuanto más altivos nos comportemos, más difícil nos será quebrantarnos. Cuanto más alto estemos, más duro será doblegarnos. Contrariamente cuanto más nos humillemos bajo la poderosa mano de Dios, ÉL nos exaltará cuando fuere tiempo. ¡Vale la pena someternos hoy a Su voluntad y ponernos bajo Su poderosa mano!

1 Pedro 5:6
“Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo”.

Oración:
Abba Padre hoy quiero doblegarme a tu autoridad, humillarme ante ti, vivir bajo tus alas y depender solamente de tu cuidado. Toma el control de mi vida, de mi trabajo y de mi familia. Todo lo someto a tu voluntad Señor, quiero vivir bajo tu protección. Quita de mi toda altivez, orgullo y autosuficiencia. Hoy me quebranto delante de ti y te rindo mi corazón y mi voluntad y los pongo bajo tu poderosa mano. Por favor escucha mi oración Señor y haz tu perfecta voluntad en mi vida cuando fuere tiempo. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!


ORACIÓN



Santiago 1:2-3
“Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”.


Si estás en medio de una prueba, confía plenamente que Dios está en control y está al tanto de tu situación. Mantén tu mirada fija en el Señor, busca su rostro en oración, lee su palabra y aplícala a tu vida diariamente. Recuerda que él venció al mundo, y esa victoria es tuya. ¡Créelo con absoluta confianza!

¿TIENES TU MIRADA PUESTA EN EL GALARDÓN?



¿TIENES TU MIRADA PUESTA EN EL GALARDÓN?

Hebreos 11:23-29
“Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey. Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible. Por la fe celebró la pascua y la aspersión de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocase a ellos. Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados”.

¿Te gustan las pruebas y las dificultades? ¡Por supuesto que no! A nadie le gusta pasar por tiempos difíciles. Pero todos sabemos que a lo largo de nuestras vidas vamos a encontrar esas situaciones adversas. La pregunta es: ¿Cómo debemos enfrentar estos problemas? La Biblia nos enseña que la clave es nuestra confianza en el Señor. En Juan 16:33, Jesús les dice a sus discípulos: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”.

El pasaje de hoy nos cuenta que Moisés se enfrentó a grandes problemas durante toda su vida, y de todos ellos salió adelante. Cuando era muy pequeñito, sus padres decidieron ocultarlo, pues Faraón había ordenado que todos los niños hebreos fueran echados al río (Éxodo 2:1-10). La hija de Faraón lo encontró y se hizo cargo de él. Moisés creció con los privilegios de un verdadero príncipe de Egipto, sin embargo obedeció el llamamiento de Dios para que dejara esa vida de lujos y riqueza, y dedicara su vida a servirle. Desde luego esto no fue fácil. Moisés sabía que iba a tener problemas, pero siguió la dirección del Señor y confió en que él le conduciría a la victoria. Dice el versículo 26 que “tenía puesta la mirada en el galardón”, y el 27 dice que “se sostuvo como viendo al Invisible”. Esta es la clave de una vida victoriosa: mantener la mirada fija en la meta y confiar en el Señor en todas las circunstancias.

¿Pero acaso Dios nos da problemas intencionalmente? En ocasiones sí, pero cuando lo hace siempre hay un buen propósito detrás. Toda prueba o dificultad es una oportunidad para dar un paso adelante en nuestro crecimiento espiritual. Por eso el apóstol Santiago puede hacer una afirmación que a muchos parece una locura: “Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia” (Santiago 1:2-3). Cuando enfrentamos una prueba desarrollamos paciencia, y por medio de la paciencia obtenemos fortaleza. A medida que esa fortaleza se desarrolla, el resultado es un sorprendente paso de avance en nuestra madurez espiritual, y en nuestra preparación para las luchas de la vida.

Eso es precisamente lo que Dios quiere lograr en cada uno de nosotros a través de las pruebas: fortalecernos. Porque él sabe que vamos a necesitar esa fortaleza para triunfar en las pruebas que se nos presenten. Al igual que Moisés “tenía puesta la mirada en el galardón”, Dios quiere que nosotros mantengamos nuestra mirada fija en él. Hebreos 12:2 nos exhorta a que “corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”.

Si estás en medio de una prueba, confía plenamente que Dios está en control y está al tanto de tu situación. Mantén tu mirada fija en el Señor, busca su rostro en oración, lee su palabra y aplícala a tu vida diariamente. Recuerda que él venció al mundo, y esa victoria es tuya. ¡Créelo con absoluta confianza!

ORACIÓN:
Padre santo, te doy gracias porque las pruebas que tú permites en mi vida siempre tienen un buen propósito. Ayúdame a enfrentarme a ellas confiado en que tú estás en control y me conducirás a la victoria. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla