sábado, 19 de abril de 2014

Hebreos 4:12

Hebreos 4:12

“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”.

Cantar, Sonreir y Danzar


LOS TÍTULOS DE APÓSTOL, PROFETA, EVANGELISTA, PASTOR Y MAESTRO


LOS TÍTULOS DE APÓSTOL, PROFETA, EVANGELISTA, PASTOR Y MAESTRO. Un verdadero cristiano/a jamás antepone a su nombre propio un título de Apóstol, Profeta, Evangelista, Pastor o Maestro, porque tiene un profundo temor de DIOS, es decir, un profundo Amor y Respeto por DIOS y su Palabra y tampoco se lo ocurre andar promocionándose con títulos auto-adjudicados porque sabe perfectamente que Jesucristo, Dios Mismo, es quien dice "Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas" (Juan 10:14-15). Y también sabe que Jesucristo es quien eligió a ciertas personas a quienes ÉL y solo ÉL constituyó (tiempo pasado) como Apóstoles, Profetas, Evangelistas, Pastores y Maestros tales como Abraham, José, Moisés, Josué, Débora, Samuel, David, Salomón, Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel, Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Pedro, Pablo y otros/as.

"Y Él Mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros" (Efesios 4:11), a quienes inspiró por medio de su ESPÍRITU SANTO para que escribieran su Mensaje a la humanidad (Antiguo y Nuevo Pacto). "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia" (2 Timoteo 3:16). Mensaje que fue reunido en un libro llamado Biblia, impreso y traducido a todos los idiomas y gran parte de los dialectos regionales desde hace más de cuatrocientos cincuenta años.

Y por medio de la Palabra de Dios la Iglesia se edifica "sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo" (Efesios 2:20). Amén.


“Gracia y Paz”
 Por: Myriam Hinz


LA MUERTE FÍSICA DE JESÚS, SEGÚN LA MEDICINA


La muerte física de Jesús, según la medicina

A los 33 años Jesús fue sentenciado a muerte. La "peor" muerte de aquella época, Sólo los criminales, ladrones, asesinos, violadores, eran condenados como Jesús.

Jesús en el Huerto suda sangre

Los Evangelios nos dicen que Jesús empezó a sudar sangre cuando estaba orando en el monte de los Olivos, específicamente en el jardín del Getsemaní. Esto no es un lenguaje poético sino una condición médica llamada "hematidrosis". No es muy común pero puede darse cuando hay un alto grado de sufrimiento psicológico.

Lo que sucede es que la mucha ansiedad provoca la secreción de químicos que rompen los vasos capilares en las glándulas sudoríficas. Como resultado, hay una pequeña cantidad de sangrado en las glándulas y el sudor emana mezclado con sangre. No es mucha sangre sino muy poca. Esto provocó que la piel quedara extremadamente frágil de modo que cuando Jesús fue flagelado por el soldado romano al día siguiente, su piel ya estaba muy sensible.

Ya Jesús estaba muy débil por lo sucedido en el Huerto y la noche entera sometido a falso juicio y golpizas y cárcel.

La flagelación

Las flagelaciones o castigo romano eran conocidos por ser terriblemente brutales. Generalmente consistían de treinta y nueve latigazos. El soldado usaba un látigo con tiras de cuero trenzado con bolas de metal entretejidas. Cuando el látigo golpeaba la carne, esas bolas provocaban fuertes moretones, las cuales se abrían con los demás golpes. Y el látigo también tenía pedazos de hueso afilados, los cuales cortaban la carne severamente.

La espalda estaba tan desgarrada que la espina dorsal a veces quedaba expuesta debido a los cortes tan profundos. Los latigazos iban desde los hombros pasando por la espalda, las nalgas, y las piernas. Mientras continuaba la flagelación, las laceraciones rasgaban hasta los músculos y producían jirones temblorosos de carne sangrante. Las venas de la víctima quedaban al descubierto y los mismos músculos, tendones y las entrañas quedaban abiertos y expuestos.

La tortura podía experimentar un dolor tan grande que le llevase a una conmoción hipovulémica. Hipo significa "bajo, "vol" se refiere a volumen y "émica" significa "sangre", por lo tanto, conmoción hipovolémica quiere decir que la persona sufre efectos de la pérdida de una gran cantidad de sangre. Esto causa 4 efectos:

1. El corazón se acelera para tratar de bombear sangre que no existe.
2. Baja la presión sanguínea, lo que provoca un desmayo o colapso.
3. Los riñones dejan de producir orina para mantener el volumen restante.
4. La persona comienza a sentirse sedienta porque el cuerpo ansía fluidos para reponer el volumen de sangre perdido.

Camino al Calvario

Jesús se encontraba en condición hipovólemica mientras iba camino al el camino al Calvario llevando el madero horizontal de la cruz. Finalmente Jesús se cayó al suelo y un soldado romano le ordenó a Simón que llevara la cruz por él. Luego Jesús dice "Tengo sed" y en ese momento se le ofrece un trago de vinagre.

En el momento de la crucifixión

La muerte de Jesús fue todavía peor que la crucifixión común. No a todos los criminales condenados los clavaban a la cruz. Muchos eran amarrados. A Jesús lo acostaron y clavaron sus manos en posición abierta en el madero horizontal. Esta viga se llamaba patibulum y en ese momento estaba separado el madero vertical, que estaba clavado al suelo de forma permanente.

Los clavos que los romanos usaban eran de trece a dieciocho centímetros de largo, afilados hasta terminar en una punta aguda. Se clavaban por las muñecas. El clavo atravesaba el nervio mediano. Ese es el nervio mayor que sale de la mano y quedaba triturado por el clavo que lo martillaba. Este dolor es similar al que uno siente cuando se golpea accidentalmente el codo y se da en ese huesito (en el nervio llamado cúbito), pero ahora imagine tomar un par de pinzas y presionar hasta triturar ese nervio, ese dolor es similar al que Jesús experimentó. Al romper ese tendón Jesús y por tener sus muñecas clavadas, Jesús fue obligando a forzar todos los músculos de su espalda para poder respirar.

Dolor Excruciante

El dolor era tan insoportable que no existen palabras para describirlo. Se tuvo que inventar una nueva palabra llamada "excruciante" (que significa "de la cruz") para describir semejante dolor.

Jesús colgado en la cruz

Cuando Jesús fue alzado para unir el madero con el poste vertical se procedió a clavarle los pies. Nuevamente los nervios de los pies fueron triturados y eso debe haber causado un dolor similar al de las muñecas.

Al momento de estar en posición vertical sus brazos se estiraron intensamente, probablemente 15 centímetros de largo y ambos hombros debieron haberse dislocado (solo tome en cuenta la gravedad, para sacar su conclusión), lo que confirmaba lo escrito en Salmos 22 "dislocados están todos mis huesos".

Una vez que la persona cuelga en posición vertical, la crucifixión es una muerte lenta y agonizante por asfixia. La razón es que la presión ejercida en los músculos pone el pecho en la posición de inhalación. Básicamente, para poder exhalar, el individuo debía apoyarse en sus pies (fijos con clavos al madero) para que la tensión de los músculos se alivie por un momento. Al hacerlo, el clavo desgarraría el pie hasta que quede finalmente incrustado en los huesos tarsianos.

Después de arreglárselas para exhalar, la persona podría relajarse y descender para inhalar otra bocanada de aire. Nuevamente tendría que empujarse hacia arriba para exhalar raspando su espalda ensangrentada contra la madera áspera de la cruz.

Este proceso continuaba hasta que la persona ya no pudiera empujarse hacia arriba para respirar. Entonces moría. Jesús aguantó esa situación como por más de 3 horas.

Muerte de Jesús

A medida que la persona disminuye el ritmo respiratorio, entra en lo que se denomina acidosis respiratoria: el dióxido de carbono de la sangre se disuelve como ácido carbónico lo cual causa que aumente la acidez de la sangre. Finalmente eso lleva a un pulso irregular. De hecho al sentir que su corazón latía en forma errática, Jesús se hubiera dado cuenta de que estaba a punto de morir, y es entonces que pudo decir: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" y luego murió de un paro cardiaco.

Incluso antes de morir la conmoción hipovolémica debe haber causado un ritmo cardíaco acelerado sostenido que debe haber contribuido al paro cardíaco, lo cual dio por resultado la acumulación de fluido en la membrana que rodea al corazón llamada efusión pericárdica, al igual que alrededor de los pulmones, llamada efusión pleural.

Traspaso del Corazón

Para acelerar la muerte, los soldados quebraban las piernas de los crucificados, utilizando para ello una lanza romana para despedazar los huesos de la parte inferior de las piernas. Eso evitaba que la persona empujara hacia arriba con las piernas para poder respirar así que la muerte les seguía en cuestión de minutos.

En el Nuevo Testamento se nos dice que los huesos de Jesús no fueron quebrados como ocurrió con los otros crucificados. Esto fue así porque los soldados habían confirmado que Jesús había muerto; así se cumplió la profecía del Antiguo Testamento acerca del Mesías donde se dice que ninguno de sus huesos sería quebrado. Pero el soldado romano para confirmar la muerte de Jesús le clavó la lanza en su costado derecho. La lanza atravesó el pulmón derecho y penetró el corazón. Por lo tanto, cuando se sacó la lanza, salió fluido claro, como el agua, seguido de un gran volumen de sangre, tal como lo describe Juan, uno de los testigos oculares, en su Evangelio.

Además hay que mencionar la humillación que sufrió por el desprecio y las burlas, cargando su propia cruz por casi dos kilómetros, mientras la multitud le escupía el rostro y le tiraba piedras (la cruz pesaba cerca de 30 kilos, tan solo en la parte horizontal, en la que le clavaron sus manos).

Romanos 5:7-11
“Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación”.

“Gracia y Paz”

Tiempos Proféticos

¡EL GOZO DE LA RESURRECCIÓN!


¡El gozo de la Resurrección!

1 Corintios 15:12-19
“Ahora bien, si se predica que Cristo ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Y si no hay resurrección de muertos, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado; y si Cristo no ha resucitado, vana es entonces nuestra predicación, y vana también vuestra fe. Aún más, somos hallados testigos falsos de Dios, porque hemos testificado contra Dios que él resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Pues si los muertos no resucitan, entonces ni siquiera Cristo ha resucitado; y si Cristo no ha resucitado, vuestra fe es falsa; todavía estáis en vuestros pecados. Entonces también los que han dormido en Cristo han perecido. Si hemos esperado en Cristo para esta vida solamente, somos, de todos los hombres, los más dignos de lástima”.

La base fundamental del plan de salvación de Dios es la resurrección de Jesucristo de los muertos. Sin ella, la estructura completa del plan divino se desmorona. Si Cristo no hubiera resucitado, la predicación del Evangelio sería totalmente vana, afirma el apóstol Pablo en el pasaje de hoy, es decir, no tendría ningún fundamento. Pero, gracias a este maravilloso milagro, hoy podemos predicar las buenas noticias de una verdadera esperanza más allá de la muerte física.

Las buenas nuevas del Evangelio son que Cristo murió por nuestros pecados, y que resucitó. La resurrección de Cristo es la prueba de que su muerte pagó todos nuestros pecados. Romanos 6:23 dice que “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Si Cristo hubiese pagado por todos los pecados de la humanidad excepto uno, no hubiese podido resucitar, porque un pecado hubiese sido suficiente para mantenerlo en la tumba. Pero su resurrección fue prueba de que había pagado el precio completo de la redención de la humanidad. Cuando Jesús dijo: “Consumado es” (Juan 19:30), su obra fue completada. Dios quedó satisfecho y dio prueba de la culminación de su plan resucitándolo de entre los muertos.

La Biblia dice en Hebreos 12:2 que Jesús, “por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”. Es decir, nuestro salvador soportó el sufrimiento y la humillación de la cruz porque estaba seguro del resultado final, de la victoria que Dios le daría después, del gozo indescriptible de la resurrección. Puesto que Cristo no permaneció en la tumba sino que conquistó la muerte con su resurrección, podemos vivir en el gozo constante de una salvación completa provista por un Redentor resucitado, vivo y que volverá otra vez.

Sin embargo de alguna manera, el enemigo, aún así derrotado, se las arregla en ocasiones para confundirnos y quitar de nosotros el gozo que debíamos sentir en todo momento en nuestros corazones, independientemente de las circunstancias que nos rodeen. Sin duda el factor principal es la falta de conocimiento, el que no entendemos en toda su profundidad el significado de la muerte y resurrección de Jesucristo y su correspondiente victoria.

Aún cuando las cosas no estén marchando bien, y las circunstancias que nos rodeen en un momento determinado sean negativas, debemos estar gozosos. El apóstol Pablo exhortó a la iglesia de Filipo de esta manera: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4). ¡Y Pablo estaba preso en una cárcel romana, en medio de terribles condiciones! Cuando te sientas triste, enfoca tu pensamiento en el aspecto temporal de tu situación y en la victoria eterna que ha sido asegurada a los que han creído en Jesucristo. Piensa en lo que nos dice Pablo: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).

Hagamos de la resurrección de Cristo un símbolo de victoria en nuestras vidas, buscando cada día el rostro de quien ocupó nuestro lugar en la cruz del calvario, ofreciendo su vida para que nosotros podamos disfrutar de vida eterna. ¡A Él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén!

ORACION:
Bendito Padre celestial, gracias una vez más por Jesucristo y la victoria de la resurrección. Ayúdame a entender en toda su magnitud el significado de esta victoria y a aplicarla en mi vida cada día, para poder disfrutar de tu gozo en todas las circunstancias imaginables. Por Cristo Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”

Dios te Habla

“Ten cuidado de ti mismo...”


1 Timoteo 4:16
“Ten cuidado de ti mismo...”

Meditemos en este texto. Existen miles de peligros que nos asedian, existen miles de situaciones adversas que nos estorban, existen miles de perversas artimañas que atentan contra nuestra vida, pero jamás nos imaginamos que muchas de ellas manan desde lo más interno de nuestro ser.

El peligro, muchas veces, está en nosotros mismos y es por esta razón que el apóstol Pablo se lo dice con tanta precisión a su amado Timoteo. Esta advertencia nos invita a desconfiar hasta de nosotros mismos.

¿Es que acaso nuestro corazón nos puede engañar? Por cierto que sí: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9).

Ciertamente que todos tenemos un manantial de perversidades que quiere brotar y gobernar nuestra voluntad. Es la constante petición de la primitiva naturaleza que reclama su antiguo lugar. Es el grito incesante del viejo hombre que eleva su rebelión en contra de Dios. Es la ley del pecado ante la cual debemos dar la lucha diaria y constante (Romanos 7:7-25).

Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó que lo que contamina al hombre no es lo que entra, sino lo que sale de él (Mateo 15:11). Es la triste y cruda realidad de nuestra naturaleza caída. No podemos confiar ni en nosotros mismos. Debemos erradicar de nuestro lenguaje aquel concepto de subjetivismo nocivo en nuestras iglesias. Las famosas expresiones: “Yo pienso, yo creo o yo siento que debería hacerse esto o aquello...” deben ser urgentemente reemplazadas por “Escrito está” o “El Señor dice en su Palabra...”.

Existen tres enemigos de los creyentes en Cristo. El diablo, el mundo y nosotros mismos. Es por esta razón, la imperiosa necesidad de menguar más y más para que Cristo crezca en nosotros. Que sea Él quien hable a través de nosotros y que sea Él quien gobierne nuestra voluntad.

Dios nos ayude a estar atentos, cual guardia de prisiones, vigilando, observando y analizando nuestra propia vida, porque el peligro, muchas veces esta en nosotros mismos.


“Gracia y Paz”

¿TIENES IDEA DE CUÁNTO TÚ VALES PARA DIOS?


¿Tienes idea de cuánto tú vales para Dios?

1 Corintios 6.20
“Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”.

El pasaje de hoy nos enseña que Dios nos compró. Pero él pagó por nosotros un precio tan elevado que resulta imposible entender: la vida de su Hijo Jesucristo. Dios nos compró no porque tuviésemos mucho valor, ni porque pudiésemos serle de gran utilidad o beneficio. Todo lo contrario, cuando él lo hizo estábamos “muertos en nuestros delitos y pecados” (Efesios 2:1), estábamos “siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2), estábamos “haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira” (Efesios 2:3). La única razón por la que Dios nos compró es su infinito amor. Un amor tan grande que es imposible medirlo o siquiera definirlo. Por eso el apóstol Juan escribió: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).

Con el fin de que se llevara a cabo el plan de salvación de Dios para la humanidad alguien tenía que morir, y Jesús se entregó a sí mismo en propiciación por nuestros pecados. Es decir, Jesucristo vino a este mundo con el fin de pagar la deuda de nuestros pecados, justificarnos y reconciliarnos con Dios. No escatimó su propia vida a fin de redimirnos y librarnos de la condenación eterna. El precio de su sangre derramada nos revela el inmenso valor que tenemos para Dios. Somos un tesoro tan especial que nos rescató de la esclavitud del pecado para que tuviésemos vida, y vida en abundancia (Juan 10:10). Cuando entendemos este sacrificio, y aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador, somos hechos hijos de Dios y herederos de sus riquezas en gloria, dice Gálatas 4:7.

Una pequeña historia cuenta que un muchacho hizo con mucho esmero un pequeño barco de diversos materiales. Le puso una vela y se lo llevó al río para jugar con él. De momento, una ráfaga de viento le arrebato el barquito de sus manos y este se fue navegando río abajo muy lejos de su alcance. ¡Qué tristeza tan grande envolvió a aquel niño mientras veía su querido barquito alejarse y desaparecer de su vista en un recodo del río! Así regresó muy triste a su casa. Varios días después, mientras paseaba por la calle principal de su pueblo, vio su barquito en la vidriera de una tienda. En seguida entró al negocio, y le dijo al dueño: “Ese barco es mío. Yo lo hice”. El propietario le contestó: “Lo siento mucho, pero yo se lo compré a alguien hace unos días, y ahora está a la venta. Si lo quieres, tienes que pagar el precio que dice la etiqueta”. Rápidamente el muchacho regresó a su casa, vació su alcancía, y volvió corriendo a la tienda. Allí le dio el dinero al dueño y tomó su barquito. Cuando salió del negocio, le dio un beso a su barquito y dijo: “Ahora tú eres dos veces mío, porque te hice y además te compré”.

También Dios nos hizo y nos perdimos nuestros delitos y pecados, y después nos compró con la sangre de Jesucristo en la Cruz del Calvario. Así que nosotros le pertenecemos dos veces a él. ¿Te queda, pues, alguna duda de lo mucho que vales para Dios? En tus momentos de soledad y angustia, ¿acaso crees que tu Padre celestial va a abandonarte? Solamente recuerda el precio que pagó por ti, y vive confiado y tranquilo, que el Señor estará contigo todos los días, hasta el fin del mundo. En cuanto a ti, busca su rostro en oración cada día, lee su santa palabra, establece una íntima comunión con tu Creador y Redentor, vive en Santidad y vivirás una vida llena de paz y de gozo.

ORACIÓN:
Padre santo, no tengo palabras con que agradecerte que a pesar de mis delitos y pecados, Tú me compraste con la sangre de tu Hijo, me rescataste de la esclavitud del pecado para que tuviera vida, y vida en abundancia, y me libraste de la condenación eterna. Te ruego me ayudes y me des sabiduría para saber corresponder a tu amor y misericordia, viviendo una vida de obediencia y servicio a ti, en el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”

Dios te Habla