lunes, 24 de febrero de 2014

¿TE SIENTES SIN FUERZAS?



1 Samuel 30:3-4
“Vino, pues, David con los suyos a la ciudad, y he aquí que estaba quemada, y sus mujeres y sus hijos e hijas habían sido llevados cautivos. Entonces David y la gente que con él estaba alzaron su voz y lloraron, hasta que les faltaron las fuerzas para llorar”.

En una ocasión David y sus hombres regresaron a la ciudad de Siclag después de una corta ausencia, y de repente se encontraron en una situación sumamente difícil y dolorosa. Mientras ellos estaban fuera de la ciudad, los amalecitas la invadieron y la saquearon, y se llevaron cautivas a las mujeres y a los niños. “Entonces David y la gente que con él estaba alzaron su voz y lloraron, hasta que les faltaron las fuerzas para llorar.” Y dice que todos culparon a David, y hablaron de apedrearlo, por haber dejado el lugar tan indefenso que las familias de ellos fueron víctimas fáciles del enemigo. Bajo la presión de tan inesperada calamidad, primero por la pérdida de su propia familia y segundo por la acusación de que era objeto, el espíritu de David se angustió sobremanera.

¡Cuántas veces hemos llorado hasta que “nos han faltado las fuerzas para llorar”! En el transcurso de nuestras vidas nos encontramos a veces en situaciones tan dolorosas que lo único que podemos hacer es llorar y llorar hasta que quedamos exhaustos. Realmente no tiene nada de malo llorar cuando algo ha ocasionado tristeza en nuestros corazones. La Biblia cuenta que cuando Lázaro murió, y Jesús vio a la hermana de éste llorando, “se estremeció en espíritu y se conmovió” (Juan 11:33). Y más adelante dice que “Jesús lloró”. El problema surge cuando continuamos llorando desconsoladamente, permitiendo que esa tristeza sature nuestro espíritu y nos lleve al punto de ser incapaces de levantarnos, y que seamos aplastados y destruidos por las circunstancias. Esto es lo que sucede a la mayoría de las personas que caen en un estado depresivo, del cual resulta extremadamente difícil salir. Por desgracia, existen casos en que algunas personas terminan suicidándose al perder toda esperanza.

David, sin embargo, hizo un alto en su angustia y no se dio por vencido, sino que “se fortaleció en Jehová su Dios”. Continúa el versículo 8 de este capítulo: “Y David consultó a Jehová, diciendo: ¿Perseguiré a estos merodeadores? ¿Los podré alcanzar?” Y el Señor le contestó: “Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y de cierto librarás a los cautivos”. Él obedeció al Señor y el resultado final fue de gran bendición, pues liberaron a todos los cautivos y recuperaron todo lo que los amalecitas habían tomado. No sólo encontró David consuelo en el Señor, sino también su dirección y las fuerzas y el valor para resolver el problema.

Cuando las circunstancias amenazan con aplastarnos, cuando todo parece indicar que no hay solución, cuando la tendencia de la carne es tirarse al piso a llorar desconsoladamente y permanecer inmóviles sin hacer nada, el único que puede librarnos de ese estado y cambiar las circunstancias favorablemente es nuestro Dios todopoderoso.

¿Estás en medio de una prueba? ¿Has perdido tu paz, tu gozo, tu tranquilidad espiritual? ¿Te sientes sin fuerzas? Acude a Dios en busca de su paz y su consuelo. Clama a él y él te dará las fuerzas para recuperar todo lo que el enemigo te ha robado. Sólo tienes que confiar y clamar con todo tu corazón.

ORACIÓN:
Amante Padre celestial, te doy gracias por tu promesa de responder al clamor de tus hijos. En medio de la prueba y el dolor, clamo a ti confiando en tu poder y tu misericordia, y confío en que tu me darás la victoria. En el nombre de Jesús, Amén.

(Lectura: 1 Samuel 3:1-6)


“Gracia y Paz”

Dios te Habla