domingo, 4 de mayo de 2014

¡SIN SANTIDAD NADIE VERÁ AL SEÑOR!


¡Sin santidad nadie verá al Señor!

1 Pedro 1:15-16
“como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”.

1 Corintios 6:9-11
“¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”.

Nuestro Señor Jesucristo comisionó a su Iglesia diciendo: Id por todo el mundo, predicad el evangelio a toda criatura. También nuestro Señor dijo: Id y doctrinad enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”. El Señor ordena a predicar y a doctrinar, son dos cosas fundamentalísimas que se complementan la una a la otra. Predicar sin doctrinar, es sembrar sin poder cosechar; doctrinar sin predicar es querer cosechar sin sembrar. Dios ha puesto sobre nosotros una carga muy grande por las almas que nunca han escuchado el evangelio, pero también nos ha cargado, por las almas que continuamente escuchan el evangelio.

Es muy doloroso que las almas se pierdan, sin nunca haber escuchado el evangelio. Pero es mucho más doloroso que las almas se pierdan escuchando todos los días el evangelio. Es muy triste perder el alma en la selva, es mucho más triste perder el alma en la iglesia. Es mejor ser un pagano en la selva, que ser un mundano en la iglesia. Es terrible ser frío y perderse en la selva, pero es mucho más terrible ser tibio y perderse en la iglesia.

De ahí la responsabilidad de la iglesia de no solamente predicar y evangelizar, pero también doctrinar y enseñar. Todos debemos hacer ambas cosas, por eso en esta ocasión estamos tratando el tema sobre LA SANTIDAD.

Santidad significa separación o dedicación para vivir para Dios y para servirle. Si la demanda divina de santidad o separación incluye la casa templo, el mobiliario, los utensilios, todo lo utilizado en rendir culto a Dios tiene que ser separado exclusivamente para Dios, mucho más se requiere a nosotros como hijos de Dios, todo nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo.

La Palabra de Dios enseña enfáticamente que “sin santidad, nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).

En Lucas 1:75 dice que este evangelio es “en santidad y en justicia”.

En 2 Corintios 7:1 dice: “limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”.

En Efesios 4:24 se nos ordena: “vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.

En Tito 2:11 nos dice: “enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente”.

El Salmo 24:3-4 dice: “¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo?  El limpio de manos y puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con engaño”.

En Mateo 5:8 dice: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”.

En 1 Juan 2:15-17 dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.

En 1 Timoteo 2:8-10 dice: “quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar, levantando manos santas, sin ira ni contienda. Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad”. “porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios” (1 Pedro 3:5).

Hoy día hay mucha gente en las iglesias que dicen ser cristianos pero viven y visten como mundanos y hasta como paganos. A éstos les preocupa más estar en la conducta del mundo, que estar en santidad. No siguen los dictados de la Biblia, sino los dictados de su corazón y de la sociedad en donde se desenvuelven. No se puede establecer la diferencia entre los ellos y los inconversos y paganos. No solo se contaminan ellos mismos, sino que también contaminan la casa de Dios, porque asisten a ella vestidos indecorosamente. Refiriéndose a la casa de Dios dice el Salmo 93:5 dice: “la santidad conviene a tu casa, oh Jehová, por los siglos y para siempre”.

Estos “hermanos” y “hermanas” dicen que Dios no se fija en lo exterior, pero las citas bíblicas que hemos leído se refieren e incluyen lo exterior. Muchas personas dicen que Dios lo que mira es lo interior, pero al mirar lo interior, ya ha tenido que mirar lo exterior. La santidad tiene precisamente dos aspectos: El interno y el externo, esto es, el aspecto del corazón y el aspecto de la conducta exterior; uno tiene que ver con los motivos; y lo otro con las acciones. La santidad interna, es un estado de pureza obrado por el Espíritu Santo. La santidad externa es una vida de justicia y devoción a los más elevados ideales del evangelio. La verdadera santidad interna, siempre se manifestará externamente, manteniendo normas de conducta conforme a la Palabra de Dios, y por consiguiente, diferentes a las del mundo. El creyente santificado, será diferente tanto en lo interior como exterior.

La Biblia claramente enseña cómo debemos andar (Juan 2:6) “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” y  (Efesios 4:17) “Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente”.

La Biblia claramente enseña cómo debemos conversar (1 Pedro 1:15) “como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”.

La Biblia claramente enseña cómo debemos vestir: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia… como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1 Timoteo 2:9).  Esto también se aplica para los hombres que visten ropas ridículas. Dios nos ha llamado a pureza y a santidad: “Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación” (1 Tesalonicenses 4:7).

Nosotros tenemos que seguir el llamado de Dios y el dictado de la Biblia, y no el llamado del mundo y los dictados de modas indecorosas. El camino al cielo, es camino de santidad. Dice en Isaías 35:8 “Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él...” Dios es santo y el camino que conduce a Él, es camino de santidad, porque “sin santidad nadie verá al Señor”.

Causa dolor ver la condición de tantos creyentes, iglesias y denominaciones llenos del mundo, completamente mundanos, viviendo, actuando, hablando, vistiendo como el mundo, amando al mundo y las cosas del mundo; ellos reclaman que son cristianos, reclaman que irán al cielo, piensan que Dios no ve lo exterior, pero leamos la severa amonestación que Dios nos hace a través del Apóstol Santiago, quien dijo: “¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4:4). Causa mucho dolor, que aflige el corazón y muchos naufragan en la fe, cuando ven a notorios predicadores que son adúlteros, fornicarios, o divorciándose y recasándose repetidas veces con una facilidad espantosa. O engañadores, cuyo dios es el vientre, aprovechándose de la buena fe de los creyentes.

La razón por la cual el mundo no ha sido evangelizado adecuadamente, es precisamente por los malos testimonios, la mundanalidad, la falta de santidad en individuos e iglesias. Con razón el Apóstol Pedro afirma: “Más vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las verdades de Aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”. Quiere decir, que para poder anunciar con efectividad las virtudes del evangelio, tenemos que ser gente santa. En el Antiguo Testamento, cuando un sacerdote manchaba, o deshonraba su ministerio con adulterio, fornicación o idolatría, Dios lo excluía, lo eliminaba del ministerio, y lo que más Dios le permitía, después que se arrepentía, era ser portero en el templo. Y hoy día, si tantos adúlteros y fornicarios que manchan y deshonran el ministerio y los púlpitos, salieran del ministerio y se arrepintieran, ¡qué cantidad tan impresionante de porteros habría!

Si tu encuentras que en tu vida hay cosas, conversaciones, vocabulario, modas, costumbres, maneras de vivir que no son santas, que no agradan a Dios, es mejor que te humilles en la presencia de Dios, le pidas perdón y le prometas abandonar tales cosas para entrar plenamente en el camino de santidad, porque, recuerda, “SIN SANTIDAD, NADIE VERÁ AL SEÑOR”.

“Gracia y Paz”

Luis M. Ortiz