jueves, 6 de marzo de 2014

¿POR QUÉ LOS CRISTIANOS NO CELEBRAMOS LA SEMANA SANTA?



¿POR QUÉ LOS CRISTIANOS NO CELEBRAMOS LA SEMANA SANTA?

Porque la “semana santa” es un ritual y tradición de la Iglesia Católica. Según la religión católica es el periodo sagrado que abarca desde el Domingo de Ramos al Domingo de Resurrección (En este período, se vive intensamente el “cristianismo” Católico, ya que en estas fechas ellos conmemoran la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo).

Dios no quiere una Semana Santa, las sagradas Escrituras nos enseñan a vivir una vida santa todas las semanas del año:

Lucas 1:74-75
“Que, librados de nuestros enemigos, Sin temor le serviríamos en santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días”.

1 Pedro 1:15-16
“sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: “Sed santos, porque yo soy santo”.

2 Pedro 3:11-12
“Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán!”

Estas palabras son del apóstol Pablo a los Gálatas: “Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíamos a los que por naturaleza no son dioses; mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que muchos se vuelven de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales varios de ustedes se quieren volver a esclavizar? Guardas los días, los meses, los tiempos y los años. Temo por vosotros, que haya trabajado en vano” (Gálatas 4:8-11).

Nosotros los cristianos no festejamos ni Cuaresma ni Semana Santa, ya que esto es una tradición creada por las religiones. La Biblia no establece estos festejos, es parte de las costumbres y concepciones religiosas de los pueblos. Creemos que el sacrificio de Cristo nos trae gozo, redención y bendición a nuestra tierra, y sostenemos que la expiación de Jesús, por medio de su sacrificio en la Cruz del Calvario, entró la salvación para el ser humano; Jesús tenía un propósito muy claro en la Tierra, él conocía su misión en la Tierra. Para él no era ninguna tragedia mucho menos dolor alguno, sino por el contrario sabía que su sacrificio representa la salvación para la humanidad.

La mal llamada “Semana Santa”, merece cualquier calificativo menos el de semana santa, porque es la semana donde hay más accidentes, más tragedias. La gente aprovecha esta temporada para ir a la playa a beber y lo que menos hace es ir a la iglesia. Indudablemente Dios hizo los días, y todos los días son santos, y a Dios no se le busca por temporadas, si no todos los días y bíblicamente no hay nada establecido con esta semana.

Tengamos en cuenta las palabras de Jesucristo cuando dijo: “Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3). Vale la pena destacar que unas de las primeras y últimas palabras dichas públicamente por Cristo mientras estuvo en la tierra fueron acerca del arrepentimiento (Mateo 4:17; Lucas 24:47). Siendo que “el alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4), sabemos que un pecado en el alma significa muerte eterna. “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados...” (Hechos 3:19).

Cristo murió y resucitó a fin de “que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones” (Lucas 24:47). Una vez que nos arrepentimos de nuestros pecados entonces Dios estará dispuesto a borrarlos (1 Juan 1:9).

La santidad es y debe ser resultado de la obediencia inicial a la salvación y no producto de practicar ritualismos como es el de darse fuete en el cuerpo y tratar de obtener la santidad por medio de promesas que solo conducen a la perdición del alma, etc.

La santidad se obtiene por gracia a través de la fe en Jesucristo, y no por las obras (Tito 3:5), pero la fe sin obras está muerta (Santiago 2:24-26). Definitivamente ningún ser humano podrá "ganar" su salvación por tratar de "vivir" el evangelio, sin OBEDECER primero la salvación que está ordenada para todos los hombres, debajo del cielo:

1 Pedro 1:15-19
"Siendo como aquel que os llamó es Santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación, sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosa corruptible como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación".

La santidad que vive el creyente se debe reflejar interior y exteriormente, pues todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, debe ser guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo (1 Tesalonicenses 5:23).

La verdadera doctrina, así como la santidad, caracterizan al verdadero pueblo de Dios:

1 Timoteo 4:16
“Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren”.

La santidad del creyente está unida al acontecimiento maravilloso de la promesa del Señor Jesús, de que un día vendrá por su iglesia.

Hebreos 12:14
"Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual, nadie verá al Señor..."

LA VERDADERA SANTIDAD… NO ES SOLO UNA SEMANA, ¡ES TODOS LOS DÍAS!


"Gracia y Paz"

Josué 24:15



Al igual que a Josué, el Señor nos capacita para tener un carácter firme y valiente, que nos permita aprender el significado de la santidad, consagración, adoración, fidelidad, rectitud, perseverancia y confianza en el Todopoderoso.

Estas cualidades se requieren no sólo para el liderazgo en el Hogar sino también en la privilegiada misión que tenemos de llevar el Evangelio a quienes aún viven en las tinieblas.

Pero también deberían de ser las características de todo aquel que se considere hijo de Dios, porque somos “más que vencedores” en la victoria de Cristo. El reino de los cielos es de los valientes, los cobardes se quedarán fuera. “Los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre” (Apocalipsis 21:8).


“Gracia y Paz”

¿AÚN TIENES UN CORAZÓN DE PIEDRA?



¿Aún tienes un corazón de piedra?

Ezequiel 11:17-20
“Así ha dicho Jehová el Señor: Yo os recogeré de los pueblos, y os congregaré de las tierras en las cuales estáis esparcidos, y os daré la tierra de Israel. Y volverán allá, y quitarán de ella todas sus idolatrías y todas sus abominaciones. Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y yo sea a ellos por Dios”.

Hace muchos años existía un dicho popular que aconsejaba a aquellos que se afanaban demasiado a tomar las cosas con calma, pues podría afectarles el corazón, y lo peor era que no tenía cura. Decía más o menos así: “Cálmate que el corazón no se opera”. Al transcurrir los años, los adelantos de la ciencia y la tecnología han sido cada vez mayores, y aquel dicho ha ido perdiendo validez. Por primera vez en 1967 un corazón humano fue transplantado en el cuerpo de otro ser humano por un cirujano sudafricano llamado Christiaan Barnard. En aquella ocasión, el corazón de una mujer de 25 años que había muerto en un accidente fue removido y colocado en el pecho de un hombre de 55 años cuyo corazón estaba tan enfermo que estaba a punto de morir. Este hombre sobrevivió sólo 18 días, pero su operación marcó el inicio de una nueva era en la cirugía. Casi 50 años después, miles de personas que estuvieron a punto de morir están viviendo vidas completamente normales, después que un corazón les fue transplantado.

Uno de ellos, un hombre de Rhode Island, Estados Unidos, recibió un transplante de corazón en 1996 después de muchos años sufriendo de una enfermedad que fue degenerando su corazón al punto que llegó un momento en que apenas podía respirar. Tiempo después de la exitosa operación este hombre dijo: “Me maravillo de como mi nuevo corazón ha transformado mi vida. Habiendo estado enfermo por tanto tiempo, la enfermedad se convirtió en lo normal para mí. Ya no sabía realmente lo que era sentirme bien. Y de repente recibo este corazón nuevo y la sangre empieza a correr normalmente por mis venas a través de todo mi cuerpo. ¡Es como si hubiera resucitado!”

Varios siglos antes del nacimiento de Jesucristo, Dios se dirigió al pueblo de Israel a través del profeta Ezequiel y les habló de los planes que él tenía para ellos. Dice el pasaje de hoy que el Señor prometió a su pueblo que les daría un nuevo corazón. “Quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne --les dijo -- y les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan”. ¡Total regeneración! De un pueblo idólatra y lleno de abominaciones, que vivían esparcidos por todo el mundo a una nación floreciente y obediente de los decretos y ordenanzas del Señor. Es como si hubieran resucitado. De la muerte espiritual, separados de Dios a una nueva vida llena de paz y gozo. Este tipo de transplante de corazón sólo puede ser llevado a cabo por el Dios todopoderoso en aquellos que han llegado a entender que están muriendo en sus delitos y pecados y necesitan urgentemente la intervención de Aquel que murió con el fin de dar vida en abundancia a todo el que en él cree.

El rey David cayó en el pecado de adulterio con Betsabé, y más tarde concibió el plan para asesinar al esposo de ésta. Cuando el profeta Natán lo confrontó de parte de Dios, David tomó conciencia del pecado cometido, y una gran congoja invadió su corazón. Entonces, quebrantado y arrepentido, suplicó al Señor: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente” (Salmo 51:10-12). Ante un arrepentimiento tan sincero, Dios lo perdonó y desde ese momento David vivió de acuerdo al concepto de que él era un varón conforme al corazón de Dios (1 Samuel 13:14).

Al igual que Dios hizo con David, puede hacer contigo si deseas que él cambie tu corazón y restaure tu salud espiritual. Sólo tienes que arrepentirte de tus pecados y confesarlos delante del Señor. Él, en su infinita misericordia, te contestará dándote un corazón lleno de la paz y el gozo de su Santo Espíritu.

ORACIÓN:
Mi amante Padre celestial, hoy me postro nuevamente a tus pies con mi espíritu quebrantado y mi corazón necesitado de restauración. Por favor, te pido me perdones y me laves de toda mi maldad. Crea en mi un corazón limpio y renueva un Espíritu recto dentro de mi. Concédeme sabiduría y discernimiento para hacer todo conforme a tu Palabra. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”

Dios te Habla