domingo, 13 de abril de 2014

“Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán”


Salmo 126:5
“Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán”.

Toda siembra, ya sea física o espiritual, implica trabajo, sudor, dolor y tiempo de espera para la cosecha. La verdadera siembra en Dios siempre se hace con lágrimas. Existen lágrimas de dolor por el sufrimiento, de tristeza, de soledad, de angustia, de amargura por las heridas del pasado; de arrepentimiento, de quebranto en la presencia de Dios; lágrimas por la obra y causa del Señor.

Lamentablemente, en muchas iglesias locales, hoy en día, solo se predican mensajes que tratan sobre “La Abundancia”, “La Prosperidad”, “El Éxito”. ¡Confiésalo, y lo obtendrás! ¡Decrétalo, y así se hará! ¡Pacta, y tendrás tu milagro! Estos mensajes, lo único que hacen es distorsionar las Doctrinas esenciales de nuestro amado Señor Jesucristo.

En estas iglesias han dejado de existir los mensajes que hablan sobre el sacrificio de Jesús en la Cruz del Calvario; sobre su sangre derramada para la expiación de nuestros pecados; sobre las lágrimas y el dolor que vivimos los que le predicamos al conyugue inconverso; a los hijos que viven en rebeldía; a familiares donde hay alcoholismo, drogadicción, promiscuidad y pecado en todas sus formas.

Y la razón que argumentan los falsos predicadores es que “no quieren asustar” a los nuevos adeptos al decirles: “Te esperan lagrimas y también bendiciones, pero debes pagar un precio”. La verdad es que lo único que les interesa a estos lobos rapaces es el dinero de la gente que quiere oír un “evangelio suave”, un “evangelio sin complicaciones” que les apapache el pecado y su vida llena de mundanalidad; un Evangelio sin lagrimas ni sufrimiento. Por desgracia, entre muchos de los que asisten a esas congregaciones, también hay gente con un corazón sincero que busca la verdad de Jesús, pero llegaron al lugar equivocado y serán víctimas de la avaricia de estos comercializadores de la Fe.

Bastante claro lo dijo el Señor: “el camino que lleva al Reino de los cielos es angosto y pocos van por él”. La siembra en el reino de Dios se hace con lágrimas. Tal y como la lluvia prepara el terreno para recibir la semilla, así se prepara la tierra de la Bendición y del alma del creyente, con lágrimas  que rieguen y abonen la semilla, para que a su debido tiempo den el fruto del espíritu Santo: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22-23).

Para que obtengas las grandes bendiciones que Dios tiene preparadas para ti, como La restauración de tu hogar en ruinas, la liberación de tu conyugue inconverso y adúltero; para que obtengas la bendición que esperas en todas las áreas de tu vida; para que recibas salud física, mental y financiera, primero tienes que caminar en obediencia y vivir un proceso doloroso de lágrimas, de oración y clamor, y de esperar pacientemente que la voluntad de Dios se muestre en tu vida.

Si tú has sembrado una semilla desde hace mucho tiempo y ésta aún no ha brotado, permíteme decirte hermano, hermana, que una vez me dijeron: "Cuando siembres semillas en tu jardín, ponlas en un poco de agua durante la noche, pues así crecerán mucho mejor". De igual manera, si has estado sembrando tu semilla, remójala con tus lágrimas y esto hará que germine mejor. Recuerda: "Los que sembraron con Lágrimas, con regocijo segarán" (Salmo 126:5). Sumerge tu semilla en lágrimas y luego ponla en la tierra, y segarás con regocijo. Ningún pájaro podrá sostener esa semilla en su pico; ningún pájaro podrá devorarla. Ningún gusano podrá comerla, pues los gusanos no comen nunca semillas que son sembradas con lágrimas. Prosigue tu camino, y cuando llores más, entonces sembrarás mejor. Cuando te encuentres más abatido o abatida, estarás haciendo mejor.

Si cuando oras al Señor sientes que no tienes mucho que decirle, continúa orando; no te derrotes, pues con frecuencia oraras mejor cuando pienses que estas orando mal. Continúa y en el momento debido, por la gracia poderosa de nuestro amado Dios, cosecharás, siempre y cuando no desmayes.

“Tendrás una mies en la estación debida si no desmayas. Prosigue sembrando, hermano, hermana; y en el tiempo señalado segarás una abundante mies”.

“Gracia y Paz”
Edición: Carlos Martínez M.


Alba Lucia Martínez