miércoles, 27 de junio de 2012

LO QUE FORMA UNA BARRERA

Isaías 59:1-2
“He aquí que no se ha acortado la mano del Señor para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír”.

Parece ser que nunca se había consultado tanto a sicólogos y consejeros familiares como en nuestra época, pues aspiramos a que nuestras relaciones con los demás sean más auténticas, afectuosas y profundas. Pero a menudo olvidamos que la barrera más grande entre dos personas es la envidia, la infidelidad, la maldad y la mentira… es decir, el mal. Cuando le hago daño a mi prójimo, interiormente se crea una distancia entre esa persona y yo. Por ejemplo, si hablo mal de él, se forma una barrera, aunque él no tenga ni idea de lo que he dicho.

Lo mismo sucede con respecto al Dios Santo. Nuestra desobediencia, nuestros pensamientos impuros, nuestro estado de rebelión contra él constituyen un obstáculo insuperable. ¿Quién hubiera podido tomar la iniciativa de eliminar este obstáculo? Dios mismo, porque también es amor. “Porque de tal manera amó Dios al mundo (a usted y a mí), que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). En la cruz Jesús, el Hijo de Dios, cargó con los pecados de todo el que desea recibir la gracia divina. Jesús pagó por él; el obstáculo de sus pecados fue quitado y él recibe la vida eterna.

Pero aunque el creyente tenga una relación viva, segura y eterna con su Dios, a veces un pecado viene a romper esa comunión. Entonces es necesario confesarle ese pecado. “Él es fiel y justo para perdonarnos” (1 Juan 1:9).

“Gracia y Paz”
La Buena semilla

¿CÓMO TE VA EN TU BATALLA?


Romanos 7:15-23
“Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí. Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros.”

Cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador, el Espíritu Santo viene a morar en nosotros, y ahora ya no es solamente una fuerza la que controla nuestras acciones, sino que ahora existe otra fuerza que se opone a los deseos de la carne, y por lo tanto se establece una guerra por el poder. Según el diccionario, “guerra” es “el conflicto que ocurre cuando una parte intenta obtener por la fuerza algo que la otra no quiere conceder voluntariamente, o cuando ambas partes desean poseer algo que no pueden compartir”. La guerra espiritual es la batalla continua entre la naturaleza carnal apoyada por las fuerzas del diablo, y el hombre interior respaldado por los ejércitos de Dios.

En el pasaje de hoy, las palabras del apóstol Pablo describen una verdadera batalla dentro de él. Por un lado, el hombre interior que se deleita obedeciendo la palabra de Dios; por otro lado la naturaleza carnal pecaminosa que lo empuja hacia el pecado. Y no se trata solamente de “pecado sexual”, como muchos piensan, sino que puede ser cualquier pecado, como hacerle daño a una persona, mentir, sentir envidia o ira, o comer una comida que sabemos no nos conviene, o también lo contrario, es decir no hacer algo que debíamos hacer por obediencia al Señor. El que esta lucha se incline a un lado o a otro depende de la voluntad humana, de nuestra decisión de aceptar o rechazar el poder de Dios, de creer o rechazar la gracia divina. La Biblia nos dice que en la cruz del Calvario Jesús triunfó sobre Satanás, dejando establecida la superioridad de su poder, y poniéndola a disposición de todos los que creen en él y le siguen (Colosenses 2:15). Es, por lo tanto, responsabilidad nuestra usar ese extraordinario poder que está a nuestra disposición por medio del Espíritu Santo.

Un punto muy importante en esta guerra, al igual que en cualquier guerra, es estar alertas de manera que el enemigo no nos sorprenda con sus ataques. En 1 Pedro 5:8 dice: “Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.” Y en Mateo 26:41, Jesús les aconseja a sus discípulos: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” Debemos estar concientes de que la intención de nuestro enemigo el diablo es destruirnos; y para ello usa los deseos de la carne. Él conoce nuestras debilidades, y pone tentaciones delante de nosotros. Este es el momento en el que debemos acudir a la ayuda de nuestro Padre celestial y postrarnos en oración, clamando por su fortaleza y sometiéndonos a la dirección de su Santo Espíritu. Entonces el diablo no tiene otra alternativa que huir. Así dice Santiago 4:7: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.”

¿Quieres ganar esta batalla espiritual y vivir una vida de santidad? Dedica un tiempo diariamente a orar y a leer la Biblia. Medita en ella, reflexiona y aplícala a tu vida diaria. De esta manera adquieres conocimiento de la Palabra de Dios, lo cual es sumamente importante en la guerra espiritual. Dios dice en Oseas 4:6: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento.” Este tiempo diario de comunión fortalece tu fe y te acerca más al Señor, a su protección y al cuidado y la dirección de su Santo Espíritu.

ORACIÓN:
Padre santo, en medio de esta guerra espiritual clamo a ti en busca de tu poder. Por favor ayúdame a someterme totalmente a la autoridad de tu Santo Espíritu, para que tú pelees por mí y yo pueda vivir en santidad, como es tu voluntad. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios Te Habla

FORTALEZA EN LA ESPERA


Isaías 40:28-31
“¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance. El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”.

Dios tiene un propósito y un plan para usted, y su tiempo es perfecto. A veces, Él responde nuestras oraciones con "sí" o "no". Pero, en otras ocasiones, dice: "todavía no"; cuando sucede esto último, podemos beneficiarnos de las ricas recompensas que se reciben por esperar.

Una bendición muy práctica es que Dios nos fortalece cuando nos apoyamos en Él durante los periodos de espera. Isaías 40:31 nos dice que "los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas". Se nos da la metáfora de un águila con el viento por debajo de sus alas. Es interesante notar que las palabras "viento" y "espíritu" tienen la misma raíz griega --pneuma. El espíritu de Dios nos levanta, y su energía y fuerza nos sostienen cuando permanecemos en Él.

Cuando enfrentemos una decisión difícil, la clave efectiva es aprender a esperar. No hay ningún versículo de la Biblia que nos diga que tomemos el control y libremos nuestras propias batallas. Dios es quien las libra en favor nuestro (2 Crónicas 20:15).

Cuando David enfrentaba sus más grandes batallas, esperaba en el Señor. Dios lo libraba de ser destruido, y ponía sus pies en terreno firme (Salmo 40:1-3). Él hará lo mismo con usted. Si permanece en Él, Dios le dará poder sobrenatural para realizar las cosas que Él requiere de usted, pues su Espíritu hace por nosotros, lo que no podemos hacer por nosotros mismos.

Al leer la Palabra, vemos que cada vez que uno de los santos de Dios logró una victoria, es porque estuvo esperando y confiando en el Señor. Usted también puede experimentar la victoria en su vida. Cuando se tiene al Creador omnipotente del universo actuando a su favor, no se puede perder.

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

EL PERDÓN DE DIOS


2 Crónicas 30:20
“Y oyó Jehová á Ezequías, y sanó al pueblo”.

El Rey Ezequías había llamado a todo Israel para celebrar la Pascua que por muchos años no se observaba. Muchos eran ritualmente inmundos y no aptos, pero tomaban parte a pesar de eso, lo que hubiera traído castigo por su servicio incorrecto, pero el Rey Ezequías pidió perdón de Dios por el pueblo. “Y oyó Jehová a Ezequías, y sanó al pueblo”.

Esto es una buena ilustración de nuestros fracasos y nuestro servicio imperfecto al Señor que nos perdona por su hijo Jesús, y acepta nuestro servicio incompleto, y nuestra obediencia imperfecta. Si caminamos con Cristo tendremos compañerismo estrecho con él, y experimentaremos “los días del cielo en la tierra”, pero si tropezamos y fracasamos, y de nuevo clamamos a él; él nos perdona, y nos restaura al compañerismo. ¡Qué bueno es el Señor! En las palabras de esa canción antigua, ¡”Que amigo tenemos en Cristo, que lleva toda nuestra angustia todos nuestros pecados! ¡Que privilegio llevarle todo a él en oración!” ¡Que bondadoso y que misericordioso es nuestro Padre Celestial.

Debemos decidir leer su palabra, pasar tiempo en su presencia en la oración y obedecerle de todo corazón.

“Gracia y Paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día