jueves, 9 de enero de 2014

¿CREES QUE TUS BUENAS OBRAS TE LLEVARAN AL CIELO?



¿Creerías que más de la mitad de las personas piensan que se pueden ganar el cielo haciendo buenas obras? No hablo solo de los Cristianos, hablo de la personas en general. Ven a Dios como un matemático que está registrando en un gran libro de contabilidad todas las buenas y las malas obras que determinarán su destino eterno.

Este tipo de pensamiento está lleno de problemas. Piénsalo, ¿Dónde se traza exactamente la línea de las buenas y las malas obras? ¿Cuántas buenas obras son necesarias para ser aprobado? ¿Cuántas buenas obras son necesarias para justificar una mala? ¿piensas que diez palabras amables remplazarán un mal pensamiento? ¿Y que pasara si pierdes el corte por una?

Aun cuando este concepto es fundamentalmente falible; es la razón principal del porqué las personas no siguen a Jesús. Porque es muy difícil para ellos identificar su necesidad. Es por eso que es imprescindible que analices cual es tu necesidad.

Lo que sucede es que le damos más importancia a la justicia relativa y menos importancia a la justicia divina, es decir, a la santidad absoluta de Dios. De hecho, siempre ha sido difícil para los más sabios e inteligentes ver su necesidad. Veamos unos simples ejemplos: Cuando estás en el fondo del montón es más fácil mirar hacia arriba. Cuando estás en la cárcel es más fácil admitir tu necesidad. Cuando has destruido a tu familia a causa del alcoholismo, es más fácil buscar a Dios. Pero cuando estás entre los mejores y los más sabios es muy difícil ver tu necesidad. El problema es que casi todos pensamos que estamos en este último sitio.

Para entender esto tenemos que aumentar el nivel de nuestra necesidad. Necesitamos analizar nuestra justicia relativa (buenas obras) e ir mas allá de la justicia relativa. Si quieres creer que con tan solo vivir una vida moral te irás al cielo, mira lo que dijo Jesús: “Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 5:20).

Podría yo asegurar que las personas que escucharon esas palabras han de ver pensado “¡Ay Caray!” Esta fue una declaración asombrosa porque los fariseos eran los superestrellas espirituales de aquella época. Se memorizaban todo el Antiguo Testamento. Iban al templo o la sinagoga tres veces al día. Se detenían a orar siete veces al día. Diezmaban fielmente al tesoro del templo y sin embargo, Jesús dijo: “Si quieren irse al cielo, tendrán que ser mejores que ellos”.

Quizás estés pensando, entonces ¿Qué es lo que Dios espera de mí? Dios espera que cada hijo suyo sea perfecto. Jesús dijo: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto" (Mateo 5:48).

De manera que el estándar que debemos buscar es la PERFECCIÓN, no solo las “buenas obras” que estemos haciendo. Si el estándar es la perfección ¿Cómo haremos delante de Dios? ¿Ves el problema? ¿Ves tu necesidad?

Por eso digo que es absurdo pensar que con tan solo vivir una vida moral, y no haciéndole daño a nadie o haciendo obras de caridad, nos garantizarán un lugar en el cielo. Creo que las personas que piensan así, están rotundamente equivocadas. La salvación es un regalo misericordioso de Dios y depende de la PERFECCIÓN Y LA SANTIDAD. La Salvación no se puede comprar ni mantenerla haciendo buenas obras. Dios no perdona nuestros pretextos, perdona nuestros pecados.

No importa que tan moral vivamos la vida, SI NO SOMOS VERDADEROS SEGUIDORES DE JESÚS, LAS “BUENAS INTENCIONES” POR MÁS BUENAS QUE SEAN SON BUENAS PARA NADA.

Hebreos 12:14 “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”.


“Gracia y Paz”

Reflexiones Cristianas

¿CÓMO TE LLEVAS CON TUS HERMANOS DE LA FE?



Hebreos 10:23-25
“Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”.

Un hombre llamado Lou Joline, del estado de Missouri, Estados Unidos, comenzó a correr regularmente cuando tenía poco más de cuarenta años. En el 2006, a los 70 años, era el presidente del club de corredores de Kansas City, y había corrido más de 100 maratones en 42 estados diferentes. Por muchos años ha sido considerado como una de las cinco personas mayores de 50 años “en mejor forma física” en los Estados Unidos. Sin lugar a dudas ha sido un logro extraordinario de su parte, pero él mismo ha declarado que le hubiera resultado imposible hacerlo solo. Él lo ha logrado con la ayuda de los miembros de tres clubes de corredores a los que pertenece. Producto de su experiencia, Joline exhorta a las personas que desean hacer ejercicios que lo conviertan en un evento social. Dice él: “Únete a un grupo. Si tus amigos lo hacen, tú también lo harás”.

No solamente podemos aplicar este concepto al ejercicio físico, sino también al ejercicio espiritual. Muchos de nosotros creemos que solos podemos crecer espiritualmente. Sin embargo, si queremos estar en buena forma en nuestra fe, nos necesitamos unos a otros. Fuimos creados para vivir en comunión con Dios y entre nosotros. No estamos preparados para vivir aislados del resto del mundo, aunque algunos prefieren vivir en soledad sin ninguna relación con los demás. Estas personas, generalmente, son muy infelices y sus vidas carecen del más mínimo significado.

Nuestro Creador, conociendo las características más íntimas de nuestra naturaleza, nos exhorta por medio de su palabra a mantenernos unidos como un cuerpo que somos, y a apoyarnos unos a otros en momentos de dificultad. El apóstol Pablo escribe en su carta a los efesios: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación” (Efesios 4:1-4).

Y en Gálatas 6:1-2, Pablo escribe: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo”. La “ley de Cristo” se cumple cuando su carácter se refleja en nuestras vidas, cuando su amor se manifiesta en nuestras obras, cuando somos capaces de sacrificarnos por nuestros hermanos y compartir sus cargas en los momentos difíciles y disfrutar junto a ellos los momentos de felicidad, como dice Romanos 12:15: “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”.

Cada iglesia local es una representación del cuerpo de Cristo. Así lo expresa Pablo en su primera carta a los corintios: “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1 Corintios 12:27). Por tanto, la iglesia es más que una organización; es un organismo vivo que manifiesta a Cristo al mundo.

Estimulémonos unos a otros en amor y en buenas obras, y no dejemos de congregarnos. ¿Estás involucrado en una iglesia local? ¿Asistes a algún grupo pequeño de estudio bíblico? ¿Tienes un amigo o amiga con quien puedas hablar francamente y orar?

Si la respuesta a alguna o algunas de estas preguntas es “no”, debes considerar que necesitas ampliar tus oportunidades de comunión con otros creyentes. No olvides que formas parte del cuerpo de Cristo, que es la iglesia, y que como miembro tienes una función, la cual no puedes llevar a cabo separado del cuerpo.

ORACIÓN:
Padre amado, te ruego me ayudes a seguir al pie de la letra las instrucciones de tu palabra. Capacítame para vivir en íntima comunión contigo y con mis hermanos en la fe, de manera que yo pueda ejercer plenamente mi función como miembro de este cuerpo. Por Cristo Jesús te lo pido, Amén.

“Gracia y Paz”

Dios te Habla