martes, 22 de enero de 2013

UNA GRANDE OBRA



Nehemías 6:1-3
“Cuando oyeron Sanbalat y Tobías y Gesem el árabe, y los demás de nuestros enemigos, que yo había edificado el muro… Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: Ven y reunámonos en alguna de las aldeas en el campo de Ono. Mas ellos habían pensado hacerme mal. Y les envié mensajeros, diciendo: Yo hago una gran obra, y no puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros”.

En tiempos de la reconstrucción de los muros de Jerusalén, bajo el formidable liderato de Nehemías, este juntamente con el pueblo tuvo que afrontar grandes contratiempos, dificultades y abierta oposición lo cual amenazaba seriamente el progreso de la obra.

Lo primero fue el expresado disgusto de Sanbalat por la presencia de Nehemías en Jerusalén con el fin de iniciar la obra de reconstrucción (Nehemías 4:1). A esto siguió la acusación de rebelión que este siniestro personaje Sanbalat formuló contra Nehemías, habiendo sido iniciada ya la obra de la reconstrucción de los muros estos mismos, Sanbalat y Tobías se reían y ridiculizaban la obra diciendo que si una zorra se subía al muro lo derribaría (Nehemías 4:2, 3).

Cuando se hubo terminado la mitad de la obra Sanbalat, Tobías y otros, los mismos de siempre conspiraron todos a una para venir a combatir a Jerusalén y a hacerle daño (Nehemías 4:6-8). El gran líder Nehemías siempre afrontaba cada dificultad con oración, y dice: “Entonces oramos a nuestro Dios, y por causa de ellos pusimos guarda contra ellos de día y de noche” (Nehemías 4:9).

Después que toda la obra del muro hubo concluido, el Sanbalat de siempre, esta vez con ropaje de oveja envió un mensaje a Nehemías diciendo: “Ven y reunámonos en alguna de las aldeas en el campo de Ono. Mas ellos habían pensado hacerle mal” (Nehemías 6:2). La sabia respuesta de Nehemías desvaneció una vez más la conjura, Nehemías dijo: “Yo hago una gran obra, y no puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros” (Nehemías 6:3). Por cinco veces consecutivas Sanbalat repitió el mismo mensaje, pero siempre fue rechazado por Nehemías.

Luego Sanbalat hizo un último esfuerzo para impedir la realización de la obra y alquiló un profeta falso para que dijese a Nehemías que se escondiese porque esa noche lo iban a matar. Nehemías conocedor de la voluntad de Dios no se dejo engañar, ni amedrentar, y respondió: “¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y quién, que fuera como yo, entraría al templo para salvarse la vida? No entraré” (Nehemías 6:11).

Al fin de todas estas luchas acabose pues el muro “y cuando lo oyeron todos nuestros enemigos, temieron todas las naciones que estaban alrededor de nosotros, y se sintieron humillados, y conocieron que por nuestro Dios había sido hecha esta obra” (Nehemías 6:16).

Al estudiar esta parte de la historia del pueblo de Israel, hayamos un marcado paralelo con los tiempos de hoy, ¿acaso en nuestras iglesias locales no han existido alguna clase de disgustos, oposición, persecución, acusaciones, burlas, ridículo, desprecio, conspiración, traiciones, hipocresía, amenaza, falsas profecías, etc.?, de todo; pero gracias a Dios que en todo esto y en todo momento, mediante la oración y la dependencia de Dios, sabemos que hemos tenido la ayuda y la dirección de nuestro Dios para neutralizar toda suerte de ataques y oposición, y poder seguir adelante, sabiendo que Dios nos ha encomendado una grande obra en el mundo. Esa profunda convicción de que estamos en el centro de la voluntad de Dios no ha mermado en nosotros, al contrario va en aumento, y seguimos adelante llevando el glorioso Evangelio de nuestro Señor Jesucristo.

Se levantan los Sanbalat, los Tobías, los Gesem el árabe, los Alejandro, los Diótrefes, los que se apropian y se enriquecen con el dinero de la obra de Dios, los que quieren destruir la obra, pero “en todas estas cosas somos más que vencedores” (Romanos 8:37), pues Dios “nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús” (2 Corintios 2:14).

Verdaderamente Dios nos ha confiado la realización de una grande obra. Es la grande obra de la evangelización del mundo; la grande obra de la conservación y proclamación del genuino testimonio del Pentecostés; es la grande obra de mantener encendida la llama del ministerio sobrenatural y milagroso de los dones del Espíritu Santo, libre de los extremismos, de la incredulidad y del fanatismo; es la grande obra de crecer y al mismo tiempo guardarnos pequeños; es la grande obra de mantener un testimonio limpio, sin mezclas ni compromisos con lo mundano.

Esta convicción y comprensión de que Dios nos ha encomendado una grande obra es la posesión y la pasión de todos los obreros del Señor unidos a este gran esfuerzo. Y cuando alguno no es fiel a Dios, ni a la obra de Dios, ni a su palabra, ni a la confianza que se deposita en él o en ella, y traiciona la confianza a la congregación y a la obra del Señor, Dios mismo se encarga de eliminarlo. “Los malos, que son como el tamo que arrebata el viento. Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio, ni los pecadores en la congregación de los justos” (Salmo 1:4, 5).

Cuando Judas traicionó a Cristo reconoció su pecado y dijo: “He pecado”. Y fue y se ahorcó. Otros no reconocen sus traiciones y cuando son descubiertos se comportan como dice en el libro de Isaías 32:6 y 7, como sigue: “Porque el ruin hablará ruindades, y su corazón fabricará iniquidad, para cometer impiedad y para hablar escarnio contra Jehová, dejando vacía el alma hambrienta, y quitando la bebida al sediento. Las armas del tramposo son malas; trama intrigas inicuas para enredar a los simples con palabras mentirosas, y para hablar en juicio contra el pobre”.

Amados, en esta grande obra no importa todo el embate del enemigo del norte, del sur, del este, o del oeste, de dentro y de fuera; con la ayuda del Dios altísimo, no arriaremos la bandera de la evangelización mundial, de la obra misionera, de la sana doctrina, del limpio testimonio, del sacrificio por la obra y la salvación de las almas, de la dependencia de Dios, de la obediencia a su Palabra.

Ciertamente la obra es del Señor. Esta es su obra, nosotros sus obreros; esta es su labor, nosotros sus colaboradores; esta es su viña, nosotros su labranza; esta es su vid, nosotros sus pámpanos; esta es su Iglesia, nosotros sus redimidos; este es su cuerpo, nosotros sus miembros; esta es su posesión, nosotros sus siervos; este es su reino, nosotros sus súbditos; esta es su familia, nosotros sus hijos; esta es su herencia, nosotros sus herederos; esta es su ciudad, nosotros sus ciudadanos.

Hermanos, a la Obra de Dios, al Reino de Dios, a la Ciudad de Dios “no entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:27).

¿Quieres pertenecer a la Obra de Dios, a su Iglesia, a su Reino, a su Familia? Arrepiéntete de las cosas que estas haciendo mal y acepta que Cristo guíe tus pasos. Y si estás descarriado, vuélvete al Señor.

“Gracia y Paz”
Tiempos de Apostasía

MUCHO OJO CON LA AVARICIA



Lucas 12:13-15
“Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”.

Jesús estaba predicando a la multitud que se había acercado a escucharlo, cuando un hombre le interrumpió para hacerle una petición que nada tenia que ver con la enseñanza espiritual que el Señor estaba predicando: “Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia” Jesús le respondió diciéndole que su función no era la de juez o partidor. Ciertamente no había venido el Mesías a tratar de cosas materiales, sino sobre algo mucho más importante: la salvación del mundo. Entonces Jesús aprovecha la ocasión para advertir a todos acerca del peligro de la avaricia.

Según el diccionario, “avaricia” es el “afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas”. No hay nada malo en tratar de prosperar económicamente, pero es necesario tener en cuenta que Dios ha establecido ciertas reglas, no con el fin de evitar que nosotros disfrutemos la vida, sino para protegernos de la maldad de este mundo. Lo que muchas veces nosotros creemos que va a resultar en gran disfrute para nosotros, el Señor sabe que es algo temporal y que a la larga nos va a traer malas consecuencias. Debemos, pues, seguir esas reglas y permitir que el Espíritu Santo nos guíe en todo. Entonces viviremos una vida de paz y prosperidad. Todo lo contrario sucede cuando existe un “afán desordenado” o un “deseo desenfrenado” de obtener riquezas. La avaricia nunca tendrá buenos resultados, “porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”, les dijo Jesús.

A través de toda la Biblia encontramos advertencias en relación con la avaricia. Por ejemplo, Proverbios 28:16 dice: “El príncipe falto de entendimiento multiplicará la extorsión; mas el que aborrece la avaricia prolongará sus días”. En el Salmo 119:36 el salmista clama: “Inclina mi corazón a tus testimonios, y no a la avaricia”. En su carta a los Romanos, el apóstol Pablo les advirtió en contra de “toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad…” (Romanos 1:29); en Efesios 5:3, Pablo les dice que “fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos”. Y en Colosenses 3:5, Pablo exhorta de la siguiente manera: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría”. ¡Mucho cuidado con la idolatría! Un ídolo es todo aquello que ocupa en nuestras vidas un lugar más importante que Dios. La avaricia mueve a una persona a enfocarse exclusivamente en obtener riquezas materiales; por lo tanto Dios no es una prioridad en su vida.

Cuando ponemos a Dios en primer lugar todo lo demás viene por añadidura. Así nos dice Jesús en Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. El Señor se estaba refiriendo a las cosas básicas para nuestra subsistencia, la comida, la bebida, la ropa. Todo esto nos será provisto por la gracia infinita de Dios si buscamos por encima de todo su presencia en nuestras vidas. Pero aún más, Filipenses 4:19 confirma que Dios “suplirá todo lo que nos falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”. Esto incluye no sólo las cosas materiales, sino lo que es más importante, todo lo relacionado al aspecto espiritual y emocional de nuestras vidas: la paz, el gozo, el amor, la gracia y la misericordia de Dios. Todo esto debe ser razón más que suficiente para rechazar todo sentimiento o pensamiento de avaricia, y enfocar nuestros esfuerzos en buscar una comunión intima con el Señor, sabiendo que él se encargará de suplir todas nuestras necesidades.

Hazte el firme propósito de buscar el rostro del Señor en oración con frecuencia. Cada día separa un tiempo en el que puedas tranquilamente leer la Palabra de Dios y meditar en ella.

ORACIÓN:
Padre santo, te ruego que me des discernimiento espiritual para reconocer cuando estoy afanándome por las riquezas de este mundo. Ayúdame a ponerte a ti en primer lugar en mi vida, confiando en que tú tendrás cuidado de todo lo demás. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

LA VOLUNTAD EXPRESA DE DIOS



Efesios 1:1-14
“Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso: Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.  Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en si mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo. En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria”.

A los creyentes que se sienten frustrados en cuanto a su vida espiritual, les hace falta conocer dos cosas muy importantes: la comprensión de la voluntad de Dios y los pasos necesarios que hay que dar para descubrir su plan para sus vidas.

Comencemos dando una mirada a la “voluntad expresa” de Dios, que incluye sus planes inmutables para el mundo. Como el gobernante soberano, Él tiene el control de todo; ningún gobierno asciende al poder, y ningún padecimiento físico ocurre a menos que Dios lo permita. Él ha determinado que llevará a cabo el plan que se trazó mucho antes de la creación.

El Señor revela muy poco de su voluntad a la humanidad. Podemos prever solo los acontecimientos que Él ha dado a conocer, tales como el regreso de Cristo y el juicio ante el gran trono blanco (Apocalipsis 19:11; 20:11-15). Gran parte del conocimiento que tenemos proviene de nuestra experiencia y de la lectura de la Biblia. Sabemos, por ejemplo, que el Señor nos ha dado libre albedrío limitado, y que tiene un plan para redimirnos del pecado que hay en nuestras vidas.

El Señor hará su voluntad, ya sea que creamos o no en su soberanía. Su plan es mucho más grande de lo que podemos comprender, y fue ideado de una manera que glorificará a Dios, al mismo tiempo que pone de manifiesto nuestra necesidad de Él.

El propósito de Dios es su gloria. Debido a que nuestra limitada perspectiva ve solamente la maldad del mundo, la enfermedad, la guerra; la gente se pregunta cómo puede Dios permitir que estas cosas sucedan. Pero sabemos que “Dios dispone todas las cosas para bien” (Romanos 8:28).

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

¿ERES SALVO… O NO?



Filipenses 3:14
“Prosigo al blanco, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús”.

Todos los verdaderos Cristianos llegaran al cielo, pero hay una diferencia entre entrar apenas y entrar con honor y celebración. ¿Has visto a un atleta corriendo e inclinándose hacia la cinta para ser el primero? Así Pablo llevaba la vida cristiana y así nosotros también debemos vivir; como alguien que quiere ganar el premio. No luchamos por la salvación. Cristo ya la compro por nosotros por su sufrimiento y por la muerte en la cruz. Pero le servimos por el amor y la gratitud. Piensa en las heridas de Cristo, las llagas del látigo, y la sangre que vertió, y si esto no es suficiente para provocarte a honrarle, amarle y servirle, entonces debes examinarte para estar seguro de que si estas en el o no; de que si eres salvo o no. ¡Prosigamos la meta como Pablo!

“Gracia y Paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día

ESCOGE A TU DIOS



Josué 24:15
“… escogeos hoy a quién sirváis; […] pero yo y mi casa serviremos al Señor”.

Hace poco, vi una publicidad en la Web sobre un juego basado en la mitología griega. Hablaba de ejércitos, dioses mitológicos, héroes y conquistas. Lo que me llamó la atención fue cómo empezar a jugarlo. Te inscribes por Internet, escoges tu dios y construyes tu imperio.

¡Vaya! «Escoger tu dios». Aunque esas palabras se usaron al pensar en la publicidad, me impresionaron porque reflejan uno de los peligros más tremendos del mundo en que vivimos. En un juego, quizá no importe qué «dios» elijas, pero en la esfera real, esa elección tiene consecuencias eternas.

A una generación de israelitas rodeados por los dioses de su época, Josué les declaró que debían escoger su dios, pero que no tenían que hacerlo con displicencia. Dio el ejemplo, al expresar: «… escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos al Señor» (Josué 24:15).

Hoy, como en los días de Josué, hay muchas opciones, pero solo una elección es sabia: el Dios verdadero. Josué escogió correctamente: «serviremos al Señor».

Lo único que puede llenar el vacío de tu corazón es Dios.


LEA: Josué 24:14-18


“Gracia y Paz”
Nuestro Pan Diario