martes, 18 de febrero de 2014

¿CUÁNTAS VECES DEBO PERDONAR?



Mateo 18:21-22
“Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: —Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces? No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces —le contestó Jesús—”

En una ocasión a Jesús se le presentó la oportunidad de enseñar sobre este asunto y como de costumbre confrontó directamente el error que había en el corazón de sus discípulos.

La enseñanza judía era que uno debía perdonar a su prójimo tres veces. Un maestro judío enseñaba “El que pide perdón a su prójimo no debe repetirlo más de tres veces”. Otro enseñaba “Si uno comete una ofensa una vez, se le perdona, Si comete una ofensa una segunda vez, se le perdona, Si uno comete una ofensa una tercera vez, se le perdona; pero la cuarta vez, ya no se le perdona”.

Sobre esta base entonces vemos a Pedro muy animado y seguro de si mismo planteando a Cristo un estándar nuevo en su pensamiento sobre el perdón. Es como si le estuviera diciendo, Señor los maestros enseñan que hay que perdonar tres veces, pero yo tengo una enseñanza nueva que puede cambiar al mundo y hacerlo mucho más compasivo… A partir de hoy voy a perdonar siete veces al que me cause algún daño… A simple vista parecería algo tremendo y digno de imitar… Quizás a los ojos de los demás discípulos el desafío de Pedro era tremendo, sin embargo Jesús elevó el desafió no un número determinado de veces, sino al nivel del perdón de Dios. “No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces —le contestó Jesús—”.

Nuestra manera de perdonar tiene que cambiar, si el estándar para nuestras vidas es la vida de Cristo, entonces necesitamos crecer en nuestro perdón.

¿Pero como le vamos hacer para perdonar tanto?

Lucas 17:3-5
“Así que, ¡cuídense! »Si tu hermano peca, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo. Aun si peca contra ti siete veces en un día, y siete veces regresa a decirte "Me arrepiento", perdónalo. Entonces los apóstoles le dijeron al Señor: —¡Aumenta nuestra fe!”.


DIOS QUIERE QUE NUESTRO PERDÓN A OTROS SEA ILIMITADO

Para eso necesitamos crecer en nuestra fe.

Al igual que los apóstoles nosotros también podemos sorprendernos de los que Dios nos llama a desarrollar en nuestros corazones. Perdonar cada vez que me pidan perdón, y ¿si no esta verdaderamente arrepentido?, ¿y si lo vuelve a hacer?, ¿si nuevamente me trata mal, o me falta el respeto, o me ofende?

Estas son las preguntas que muchos de nosotros nos hacemos al momento de otorgar el perdón a otros y lo hacemos porque no somos incondicionales en nuestro perdón, sino que lo condicionamos a las obras que el otro hace.


“Si me pide perdón y cambia, entonces si”

Primero no podemos saber si alguien esta arrepentido ya que los frutos del arrepentimiento se muestran con el tiempo, con el cambio de actitud, de estilo de vida, en el trato diferente que hay.

Que alguien venga llorando y se ponga de rodillas no significa que esté arrepentido y que va a cambiar, simplemente significa que hay culpa y su culpa lo ha llevado a quebrantarse.

Pero si su corazón esta o no arrepentido eso sólo lo sabe Dios y como tal es Él quien deberá emitir juicio en el momento adecuado pero nosotros no. Nuestra parte es perdonar y confiar en Dios. No querer perdonar a otros es igual que decir no quiero ser como Dios. Es por esto que los discípulos le pidieron a Cristo que les diera más fe. Ayúdanos a creer que podemos llegar a cumplir con esa expectativa.


EL PERDÓN ESTA LIGADO A NUESTRA RELACIÓN CON DIOS Y A NUESTRA UNIÓN CON CRISTO.

Juan 15:5
“Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada”.

La clave está en que Cristo sea el Señor de nuestra vida, y en que Cristo viva en nosotros. El perdón es fruto de nuestra relación con Dios y es una muestra de amor por los demás.

Hechos 7:59-60
“Mientras lo apedreaban, Esteban oraba. —Señor Jesús —decía—, recibe mi espíritu. Luego cayó de rodillas y gritó: —¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado! Cuando hubo dicho esto, murió”.

Dios nos llama a perdonar como él lo hace pero solo podemos hacerlo dándole el control.

Una de las causas de nuestra falta de perdón es que nos ponemos en el lugar de victimas, ocupamos el asiento de la victima y llevamos al que nos causo dolor al banquillo de los acusados para que se le encare y se le castigue como merece. Sin embargo Dios nos llama a tener otra actitud frente a esto.


EL PERDÓN NOS TRAE PAZ

Filipenses 4:7
“La falta de perdón en nuestras vidas, va generando un sinnúmero de emociones negativas, que nos llevan a la amargura y por medio de esta nos hace estar mal con todo el mundo”.

La falta de perdón, nos quita la paz y nos mantiene presos de sentimientos negativos y amargos hacia otras personas. Estamos tan acostumbrados a ser heridos y a herir a otras personas que nuestro concepto del perdón se ve minimizado por nuestra incapacidad de perdonar. Así es que herimos a otras personas, esperamos que nos perdonen, nos desilusionamos por su falta de perdón y nos rehusamos a perdonarlos. Para cuando somos adultos, tenemos que desaprender acerca del resentimiento y la amargura y aprender de nuevo acerca del perdón. La única forma de salir de este circulo vicioso es aprendiendo a perdonar y con esto a recibir la paz que tanto necesita nuestro corazón.


AL PERDONAR NOS LIBERAMOS DE UNA CARGA Y PODEMOS DISFRUTAR DE NUESTRA VIDA

Juan 3:16
“Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”.

Aquí la palabra mundo se refiere a las personas que habitan el mundo, es decir a nosotros mismos. Fue el amor de Dios por nosotros mismos el que lo motivó a entregar su hijo a favor de todos los que creemos, para que por medio de esa fe Dios nos de la vida eterna.

Las preguntas para Pedro y también para nosotros no es ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano?, sino ¿qué impide que yo perdone a mi hermano, considerando que Dios me perdonó a mi? ¿Qué me impide perdonar como Dios lo hace?

Porque aunque no nos damos cuenta todos tenemos algo que nos impide crecer en nuestro corazón perdonador. Puede ser que en el pasado fuimos muy heridos por otras personas y esto nos quito la fe en la gente, en creer que podían cambiar. Quizás perdonamos mucho a otros y esto produjo abuso de su parte y terminamos desconfiados de las demás personas. Quizás nos enseñaron que el perdón es algo que no podemos otorgar a otros, sino que solo Dios lo puede hacer.

Sea cual sea la situación o el porqué, Jesús nos llama a perdonar más que tres o siete veces. El nos llama a ser perfectos en el perdón.

Efesios 4:31-32
“Abandonen toda amargura, ira y enojo, gritos y calumnias, y toda forma de malicia. Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo”.

El perdón nunca debe estar ausente en nuestras relaciones, al contrario debe ser nuestra marca, lo que nos distingue tanto como el amor unos por otros el perdonarnos unos a otros tiene que estar presente en cada momento de nuestra vida. Esto es señal de madurez, es señal de un hombre más cercano a Jesús. Es ser como Dios en el amor.

Perdón es un signo de la gracia de Dios en nuestras vidas y somos llamados a entregar esa gracia a todo el que Dios ponga en nuestro camino. ¿Es fácil?, ¡no! pero unidos a Cristo podremos pasar la prueba.

Empecemos hoy mismo a aplicar el perdón a quien nos ha causado daño… y gocémonos de  ver cómo Dios se glorifica en nuestras vidas.


“Gracia y Paz”



Cristian Escobar

MANDATO DE DIOS



Marcos 10:14
"Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis, porque de los tales es el Reino de Dios".

Jesús nos manda que dejemos venir a los niños a El. Para nosotros sus Padres, significa que debemos darles toda la ayuda posible para que ellos conozcan personalmente al Señor Jesucristo.

Deuteronomio 6:6-7
"Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón, y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes".

Esta no sólo es una sugerencia, ¡ES UN MANDATO DE DIOS! Si no enseñamos a nuestros hijos la Palabra de Dios, somos desobedientes a Su mandamiento.


“Gracia y Paz”

SI DIOS TE HA DADO UN HIJO, ALÉGRATE Y TIEMBLA POR LA GRAN RESPONSABILIDAD QUE HA PUESTO EN TUS MANOS



Proverbios 22:6
“Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”.

La paternidad es una difícil y delicada tarea, pero es una de las experiencias más plenas y gratificantes que podamos vivir. Dios tiene mucho que decir acerca de la manera en que podemos criar exitosamente a nuestros hijos para que sean individuos piadosos. Enseñándoles en todo momento la verdad acerca de la Palabra de Dios.

UNO: Demuéstrales amor, abrázalos y diles repetidamente lo mucho que los amas. Siéntete complacido de sus pequeños y grandes triunfos. Reconócelos y motívalos a seguir sumando logros. Acompáñalos a leer la Biblia; a escribir, contar etc. Establece un parámetro de castigos y recompensas y cúmplelas (Proverbios 22:6).

DOS: Se para ellos un "Súper Héroe"; permanece a su lado cuando te necesiten; juega con ellos, conviértete todas las noches en un “cazador de dragones y monstruos” y libera su cuarto de “ellos”. Ora con ellos Antes de que cierren sus ojos para dormir.

TRES: Asegura que como padre o madre te respete (Efesios 6:1-3); como amigo te extrañe; pero que te ame toda la vida (Colosenses 3:20).

CUATRO: Incúlcales el temor a Dios (Deuteronomio 6:5-9; Salmo 128:1); Incúlcale valores morales como el respeto al prójimo y a los mayores (Mateo 22:39); a respetarse entre ellos y al sexo opuesto; a no mentir; a respetar las leyes y normas de la sociedad, a ser pulcros, a no arrojar basura en la calle o desde el vehículo; y, en todo tiempo, respeta sus ideas y espacio de intimidad.

CINCO: Si acostumbran hacer berrinches, ponles carácter, y, si es necesario, dales una palmada en su trasero (Proverbios 13:2; 19:18; 29:17). Suprímeles lo que más les guste y explícales porque lo haces y que tengan claro que toda acción conlleva una consecuencia (Gálatas 6:7). Asegúrate de cumplirles cada promesa que les hagas, sea buena, (o menos buena) y si te equivocas, reconócelo y discúlpate.

SEIS: No los lastimes con malas palabras. Elimina de tu vocabulario palabras y frases como: tonto, bobo, no te soporto, me tienes hasta la coronilla, lo sabía... tenías que ser tu, no puedes, todo lo haces mal, eres bruto y otras similares (Colosenses 3:21; Efesios 6:4). No olvides que las conductas son aprendidas y todo lo que les hagas o digas quedará grabado en su ser interior, creándoles paradigmas y creencias que en su vida de adulto le impedirán tener una vida plena (1 Timoteo 3:4).

SIETE: Somos su espejo y ellos actúan por el ejemplo. Si tienes hábitos nocivos como el alcohol, el tabaquismo, drogas o juegos de azar; y los practicas en su presencia; ¿que crees que pasara? Recuerda… tus acciones hablan más fuerte que tus palabras (1 Corintios 11:1).

OCHO: Enséñale con honor a que familia pertenecen, cuales son sus raíces familiares, el significado de su nombre y apellidos; que sepan a donde pertenecen, y su lugar en la familia primaria.

NUEVE: Guíalos a través del bullicioso camino de la vida. Enséñales que son seres maravillosos; que son hijos de Dios; que todo lo que deseen lo pueden lograr con paciencia, perseverancia y fe (Romanos 2:7).

DIEZ: Es importante involucrar a los hijos en la familia y el ministerio de la iglesia cuando son jóvenes. Asistir a una iglesia bíblica de Sana Doctrina (Hebreos 10:25), permitirles ver y estudiar la Palabra, así como estudiarla con ellos. Platicar con ellos sobre el mundo a su alrededor cómo ellos lo ven, y enseñarles acerca de la gloria de Dios a través de la vida diaria.

Los hijos son el préstamo más hermoso que nuestro Padre Celestial nos hace. Ellos están llenos de preguntas e inquietudes, de miedos y curiosidad, de tenacidad y debilidades; pero sobre todo, los hijos son los que nos alegran el día cuando llegamos a casa abatidos, cansados y con la sensación de que hemos viajado hasta el fin del mundo. Ellos con solo vernos brincan de alegría, gritan y corren a recibirnos. Nos abrazan con toda su fuerza y nos dicen "Que bueno que llegaste papi..., mami, te extrañé... hoy pasé la lección... sí pude". Es en esos momentos cuando todo nuestro obscuro día desaparece para darle paso al más hermoso de los arcoiris y solo alcanzar a pensar y decirnos a nosotros mismos "Gracias Dios por bendecirme con mis hijos”.

No permitamos que las circunstancias de la vida nos impidan disfrutar de ese maravilloso regalo; pues muy pronto crecerán y entonces ellos también tendrá ocupaciones propias que no les permitirán atendernos o vernos. Por eso, disfrutemos su inocente y alegre compañía, de sus abrazos, besos y ternura; porque con el pasar del tiempo, ellos también serán Padres o Madres, pero nunca cambiará el hecho de que seguirán siendo nuestros hijos.

ORACIÓN:
Amante Padre Celestial, ayúdame a educar y comprender a mis hijos, a escuchar pacientemente lo que tengan que decir, a contestar con cariño todas sus preguntas. Hazme tan amable con ellos, como yo quisiera que lo fueran conmigo. No me permitas hablarles de mal modo, si no enseñándoles con amor. No permitas que me burle de sus errores, ni que los humille o avergüence delante de nadie. No permitas que los induzca a hacer cosas indebidas por seguir mi mal ejemplo. Te pido que me guíes para que pueda demostrarles, con todo lo que diga y haga, que la honestidad es fuente de felicidad. Reduce el egoísmo que hay dentro de mí. Haz que cesen mis críticas de las faltas ajenas, que cuando la ira trate de dominarme, me ayudes a contener mi lengua. Haz que tenga siempre a flor de labios una palabra de amor y estímulo para ellos. Ayúdame a tratarlos conforme a sus edades y no me permitas que siendo ellos apenas unos niños les exija el criterio y comportamiento de los adultos. No permitas que les robe las oportunidades de actuar por si mismos con responsabilidad, de pensar, de escoger y tomar sus decisiones de acuerdo a sus edades. Enséñame Señor a corregirlos con amor y a instruirlos con tu Hermosa Palabra; y, sobre todo, dame el valor para reconocer y de confesarte mis faltas para con ellos, cada vez que las cometa. Todo te lo pido en el precioso nombre de tu hijo Jesús, Amen.

“Gracia y Paz”
Vida Cristiana

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ORACIÓN



Padre santo, te ruego me ayudes a entender el compromiso y los sacrificios que implican para seguir a tu Hijo Jesucristo, no quiero ser solo un discípulo que lo sigue a distancia, yo quiero tener una estrecha relación personal con Él. Por favor dame la fuerza y el valor para no fallar en este camino. Ayúdame a cargar con mi cruz cada día para que tu nombre sea glorificado en mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.

¿ERES UN DISCÍPULO DE CRISTO?



Lucas 14:25-33
“Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo. Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar. ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”.

Cuando Jesús hizo esta declaración iba camino a Jerusalén donde le esperaba la muerte en la cruz del Calvario. Pero las multitudes que le seguían pensaban que él iba a establecer un imperio. Por esta razón les habló así. En la forma más clara posible les dijo que aquel que decidiera seguirlo no obtendría poderes ni gloria terrenales, sino que, por el contrario, debía estar dispuesto a renunciar a las cosas más preciadas de la vida, y a soportar todo tipo de sufrimiento. A esto se refirió cuando dijo que debemos “aborrecer” a nuestros seres queridos. Obviamente no se refiere Jesús a “odiar”, sino a poner en un plano secundario a los seres queridos y todo lo que sea de valor para nosotros. Y ser capaces de llevar nuestra cruz. En resumen, ser un discípulo de Cristo no es nada fácil, pues hay muchas cosas que amamos y deseamos, a las cuales debemos renunciar. De este pasaje aprendemos dos verdades fundamentales:

1. Es posible ser un discípulo de Jesús y sin embargo no ser su seguidor; conocer sus enseñanzas mas no llevarlas a la práctica. Una vez una persona le estaba hablando a un gran erudito acerca de un joven: "Fulano me dijo que fue alumno suyo", le dijo. La respuesta del maestro fue reveladora: "Puede que él haya asistido a mis clases, pero no fue uno de mis alumnos". Hay una gran diferencia entre un verdadero estudiante y otro que sólo asiste a las clases. Uno de los grandes problemas de la iglesia es que en ella hay muchos que han oído hablar de Jesús, pero lo siguen a distancia, es decir no tienen una relación con él. Lamentablemente pocos son verdaderos seguidores de Jesús, es decir pocos están dispuestos al sacrificio con el fin de servirle.

2. Antes de decidir seguir a Cristo, debemos calcular el costo de esta empresa. Jesús habla acerca de la necesidad de calcular los gastos para edificar una torre, probablemente la torre de una viña. Las viñas estaban equipadas con torres en las cuales se ponían guardias contra los ladrones que podían robarse la cosecha. Si el hombre no hace los cálculos necesarios antes de comenzar la construcción, y no puede acabarla, seguramente será objeto de burla por su fracaso. En la ceremonia de boda, el pastor establece lo que es el matrimonio, y luego dice: "Por lo tanto, el matrimonio no debe ser contraído por nadie irreflexivamente, sino con plena conciencia de la importancia del paso que van a dar". En primer lugar el hombre y la mujer deben considerar el costo, el compromiso, los sacrificios de la empresa que están a punto de comenzar. Y sobre todo deben conocerse bien ambos para saber qué esperar de esta relación.

Lo mismo sucede en el aspecto espiritual. No podemos hacer un compromiso si no conocemos al Señor. Y es necesario que estemos concientes de que ser un discípulo de Cristo requiere entrega y sacrificio. La gran diferencia en este caso es que si alguien siente temor o desaliento ante las altas demandas del Señor, debe recordar que no tendrá que cumplirlas solo. Aquel que lo llamó al camino difícil, recorrerá con él cada paso del mismo y lo ayudará a levantarse cuando tropiece, y compartirá con él sus cargas. Y, sobretodo, estará esperando al final para recibirlo y darle la recompensa prometida.

ORACIÓN:
Padre santo, te ruego me ayudes a entender el compromiso y los sacrificios que implican para seguir a tu Hijo Jesucristo, no quiero ser solo un discípulo que lo sigue a distancia, yo quiero tener una estrecha relación personal con Él. Por favor dame la fuerza y el valor para no fallar en este camino. Ayúdame a cargar con mi cruz cada día para que tu nombre sea glorificado en mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”

Dios te Habla