viernes, 13 de marzo de 2015

¿POR QUÉ TE QUEJAS TANTO?



Jeremías 31:18
“Escuchando, he oído a Efraín que se lamentaba: Me azotaste, y fui castigado como novillo indómito; conviérteme, y seré convertido, porque tú eres Yahweh mi Dios”.

Efraín era el hijo menor de José, hijo de Jacob, llamado Israel. Dios determinó que fuera Efraín el que recibiera la bendición de la primogenitura, aunque por derecho le correspondía a su hermano mayor Manasés.

José percibió esto como un error y trató de impedirlo cuando su anciano padre, en su lecho de muerte, estaba otorgando la bendición patriarcal, porque Jacob cruzó sus manos para colocar su mano derecha sobre el hijo menor y la izquierda sobre el mayor, pero Jacob insistió en que así debía ser (Génesis 48).

Esta es una muestra de la elección y gracia soberana de Dios. No había ninguna razón que pudiera entenderse para que el orden establecido tuviera que cambiarse, pero Dios quiso otorgar una bendición superior al menor en esta ocasión.

Muy pocas veces reflexionamos en los privilegios que Dios nos da, por el contrario son muchas las veces que nos quejamos por aquellas cosas que no nos han sido concedidas. Esta falta de agradecimiento nos lleva a tener una actitud rebelde y por eso es descrito Efraín como un novillo indómito, es decir, un animal que no ha sido domado y que responde con agresividad ante aquel que pretende dominarlo.

¿Te has puesto a pensar en todos los beneficios que disfrutas? ¿Por qué te otorgó Dios esos favores y los negó a otros?

¿Tuviste acceso a la educación? Eso es un privilegio, millones de personas en el mundo no lo tuvieron. ¿Tienes sustento, un lugar dónde vivir y ropa? Esos son privilegios, millones de personas carecen de estas cosas básicas. Vives en un país con acceso a la Biblia, mientras que otros nacieron, vivieron y murieron sin haber escuchado el Evangelio.

Así como Efraín, que por la gracia de Dios gozó de ciertos privilegios, nosotros tenemos bendiciones muy grandes, las cuales no hemos merecido, porque no somos mejores que el resto de las personas. Sin embargo, no hemos sido agradecidos.

Según la escritura que hemos leído, Efraín se comportó con rebeldía y Dios tuvo que aplicar la disciplina, el azote. Dios llama a cuentas a todos los hombres y en especial a aquellos a los cuales ha favorecido de manera particular.

Al mencionar a Efraín, el profeta Jeremías se refiere a la cabeza de las 10 tribus del Norte, que habían sido ya llevadas cautivas por los asirios. Samaria era ahora una ciudad pagana en la cual apenas quedaba rastro de la religión verdadera y los Israelitas habían sido ya dispersados.

El cristiano debe tomar las palabras de Efraín como suyas propias y entender que Dios ha tenido que disciplinarnos de diversas maneras para hacernos volver a Él, porque nos hemos comportado de forma rebelde, como un novillo indómito.

Luego de percibir la dura mano de Dios, Efraín reconoce también que el castigo en sí mismo no es suficiente sin la gracia divina. Nosotros podemos sufrir las tristes consecuencias de nuestros errores y pecados y reconocer que hemos hecho mal y sufrir pena por esto pero todavía permanecer en rebeldía, esa es la situación de la mayoría de las personas en este mundo.

El apóstol Pablo escribió: “Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte” (2 Corintios 7:10).

Millones de personas lloran y lamentan las consecuencias de sus actos, pero aún así son incapaces de reconocer sus pecados como terribles ofensas a Dios. Por lo tanto esa clase de arrepentimiento que muchos experimentan les lleva a la muerte, y en vez de acercarlos a Dios, los separa aún más de Él.

No necesariamente el que sufre aflicción, angustia o tribulación experimenta arrepentimiento verdadero, es necesario que Dios en su misericordia actúe en el corazón. Por esta razón Efraín rogó, “conviérteme…”

El profeta Juan describe la reacción de los impíos al sufrir los castigos enviados por Dios para el tiempo final: “…Y los hombres se quemaron con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria… y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras” (Apocalipsis 16:9,11).

Así como el calor del sol tiene efectos contrarios en la cera y en la arcilla (porque la primera se derrite y la otra se endurece), de igual modo, la reacción que mostremos ante las aflicciones y adversidades de la vida mostrará la condición de nuestro corazón.


¡Que Dios quite nuestra soberbia y que podamos recibir la corrección con un corazón humilde!

No menosprecies la Gracia de Dios y pídele que te conceda un corazón arrepentido y que te convierta para ser como Él desea que seamos.

¡Gracia y Paz!

Alexander León