jueves, 25 de febrero de 2016

¿POR QUÉ DEBEMOS DE ESTUDIAR LA BIBLIA?



Leer las Santas Escrituras a muchos les puede parecer aburrido e infructuoso. Leer la Palabra de Dios no es como leer un libro cualquiera, o tomar un curso o seguir una carrera secular, sintiendo que es un deber que debemos de cumplir.

No debemos leer, debemos de estudiar la Biblia para develar los misterios encubiertos y sacar a la luz el tesoro espiritual oculto en las profundidades de su texto. Debemos apasionarnos como Sherlock Holmes en la escena del crimen, buscando huellas, indagando con los involucrados, haciendo pesquisas, enlazando evidencias, etc., para poder, al final del proceso, llegar a una conclusión.

Tampoco la debemos de leer como si quisiéramos calmar nuestra conciencia llena de pecado. Nuestro interés debe estar motivado por la pasión genuina de comprender no sólo las Palabras de Dios, sino también para entender las inquietudes que han afligido a los hombres a lo largo de miles de años. Quizás, una de las partes más apasionantes del estudio de la Biblia sea el poder identificarnos con las preguntas desafiantes de Job, con la indignación perturbadora de Habacuc, o con la tristeza agónica de Jeremías. Cada uno de ellos nos traerá a colación una pregunta, una interrogante que queramos plantear delante de Dios: ¿Por qué el sufrimiento del justo? ¿En quien confiar cuando todas las certezas nos han abandonado? o ¿cómo escapar de la seducción que nos provocan los placeres del mundo?

Estudiar la Biblia nos permitirá adentrarnos, no sólo en el plan de Dios sino en la mente y el corazón humanos; nos permitirá conocer nuestra propia angustia, nuestro propio dolor y, más aún, la esperanza dormida que muchos tenemos en nuestro corazón, de que Cristo cumplirá fielmente su promesa. Cristo volverá por nosotros sus fieles.   

Estudiar la Biblia nos llevará hasta las entrañas de nuestra propia existencia y le dará sentido a nuestra vida. Estudiemos la Biblia, pues en ella hay palabras de vida eterna…

Juan 5:36
“Escudriñad las Escrituras, porque á vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”.


¡Gracia y Paz!