miércoles, 19 de junio de 2013

¿HAY ALGÚN PECADO IMPERDONABLE?


Mateo 12:28-32
“Si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios. Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa. El que no es conmigo, contra mí es, y el que conmigo no recoge, desparrama. Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero”.

Jesús acababa de sanar a un hombre endemoniado que era ciego y mudo, “de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba”, dice Mateo 12:22. Y toda la gente que estaba alrededor de ellos estaba asombrada. Pero los fariseos, celosos y molestos por la manifestación de poder del Señor, dijeron: “Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios” (Mateo 12:24). El pasaje de hoy nos muestra la respuesta de Jesús a esta declaración de los religiosos judíos. Así les dijo el Señor: “Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada”.

Jesús les habla de un pecado que no sería perdonado. Esto, a simple vista, parece una contradicción a la enseñanza que dice que Dios está dispuesto a perdonar a todo aquel que viene a él arrepentido, cualquiera haya sido el pecado cometido. Pero, entendamos bien las palabras del Maestro. Muchas veces Jesús había sido ofendido, humillado y maltratado y aún estando clavado en la cruz clamó al cielo diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Por eso dijo a los fariseos: “A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado”. Y entonces añadió: “Pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero”.

Cuando se aproximaba el momento de su muerte, Jesús habló largamente a sus discípulos acerca de lo que pasaría después (Juan capítulo 16). Allí les dijo que cuando él se fuera vendría el Espíritu Santo. “Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado” (Juan 16:8-11). Entre las funciones del Espíritu Santo, la principal es convencer al mundo de las consecuencias de sus pecados y de la necesidad de arrepentirse y creer en Jesucristo para obtener el perdón y la salvación de sus almas.

La Biblia nos cuenta que el día de Pentecostés, el Espíritu Santo se manifestó por primera vez de manera poderosa (Hechos capítulo 2), y los apóstoles “fueron todos llenos del Espíritu Santo”, y comenzaron a predicar a la multitud allí reunida acerca de la salvación por medio de Jesucristo. “Los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas”. De esta manera comenzó la iglesia de Cristo en la tierra. Sin embargo, aquellos que ignoraron el llamado al arrepentimiento, los que una vez tras otra rechazaron la invitación del Espíritu Santo a la salvación y a vivir una vida de santidad, y decidían permanecer en las tinieblas, no alcanzarían el perdón y sufrirían la condenación eterna. Esto se ha cumplido desde aquel momento, a través de los siglos hasta nuestros tiempos.

Romanos 6:23 dice: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. No existe un pecado que pueda separarte por siempre de Dios, si te arrepientes y aceptas el sacrificio de Cristo. Solamente una decisión conciente de rechazar la invitación del Espíritu Santo a la salvación puede resultar en que pases la eternidad separado de Dios. No esperes más para aceptar su invitación. Recibe a Jesucristo como tu salvador y disfruta el regalo de la vida eterna.

ORACIÓN:
Dios de amor y de misericordia, te doy gracias por el precioso regalo de la vida eterna en Cristo Jesús. Te ruego que me des sabiduría y discernimiento espiritual para reconocer aquellas actitudes que me separan de ti, y ayúdame a rechazarlas para poder vivir una vida de comunión contigo. En el nombre de Jesús, Amén.


“Gracia y Paz”
Dios te Habla