viernes, 1 de agosto de 2014

Deuteronomio 6:5



Salmo 32:1-6



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¿CÓMO ESTÁS EDIFICANDO TU HOGAR?



¿CÓMO ESTÁS EDIFICANDO TU HOGAR?

Salmo 127
“Si el Señor no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si el Señor no guardare la ciudad, en vano vela la guardia. Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño. He aquí, herencia del Señor son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre. Como saetas en mano del valiente, así son los hijos habidos en la juventud. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos; no será avergonzado cuando hablare con los enemigos en la puerta”.

El pueblo de la antigua China trató de protegerse de los ataques de los ejércitos bárbaros que bajaban desde el norte y arrasaban con todo, construyendo la famosa Gran Muralla China. Según la agencia de noticias Xinhua, que condujo una investigación que tomó 7 años, el enorme muro tiene una longitud de 21,196 kilómetros (13,173 millas), una anchura que varía entre 4.6 y 9.1 metros (15 a 30 pies) y una altura de 5 a 8 metros (16 a 26 pies) dependiendo del terreno y otros factores. La muralla era demasiado alta para que el enemigo la escalara, demasiado gruesa como para ser derribada, y demasiado larga como para rodearla. Era, sin duda, una construcción verdaderamente impresionante y supuestamente proveía una absoluta protección y seguridad. Sin embargo, durante los primeros cien años de la existencia de la muralla, China fue invadida tres veces. ¿Cómo pudieron los invasores quebrantar la rigurosa defensa de tan impresionante pared? Simplemente, los enemigos sobornaron a los guardias que vigilaban una de las entradas, y tranquilamente entraron por la puerta sorprendiendo a todos dormidos. El fatal defecto en la defensa de China fue que gastaron una enorme cantidad de riquezas y esfuerzo humano en construir la muralla, pero no se preocuparon por construir el carácter de los centinelas.

De manera similar, muchos matrimonios gastan una fortuna en construir una casa con todas las comodidades, la equipan con efectos eléctricos de la mejor calidad, no escatiman esfuerzos en añadirle equipos electrónicos con la más moderna tecnología. Pero para lograr sostener este nivel de vida, por regla general ambos cónyuges tienen que trabajar, y normalmente salen muy temprano de la casa y regresan al anochecer, por lo que apenas tienen contacto con los hijos, los cuales tienen que permanecer en la escuela hasta tarde o en muchos casos, solos en la casa hasta que llegan sus padres. El resultado, generalmente, es una relación pésima entre padres e hijos; el carácter de estos se construye con toda la basura que les llega a través de la televisión o de malas compañías, y al final las consecuencias son terribles.

El pasaje de hoy hace énfasis en la necesidad de hacer del Señor el centro del hogar. El único fundamento sobre el cual debemos edificar nuestra familia es Dios. Si no es así, en vano es todo esfuerzo que se pueda hacer. Una familia sin Dios, no tiene la capacidad de experimentar el lazo espiritual que solamente él puede crear en las relaciones. Ejemplo de este lazo es Jesús mismo en relación con Su Padre. En Juan 5:19 dice: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. Esta declaración de Jesucristo nace de su estrecha unidad con el Padre y es reflejo de esa relación espiritual que sólo existe cuando Dios es el centro de nuestra vida. En su carta a los efesios, el apóstol Pablo enfatiza en la importancia de aplicar en el hogar las reglas y los principios del evangelio de Cristo (Efesios 5:21-6:4).

“He aquí, herencia del Señor son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre”, dice el pasaje de hoy. Ciertamente Dios valora la herencia que te ha dado, y espera que de la misma manera la valores tú, y que cuides de tu familia, que ames a tu cónyuge y que sobre todas las cosas edifiques tu hogar sobre la roca firme y segura que es la Palabra de Dios. Solamente así podrás disfrutar de verdadera paz y felicidad.

ORACIÓN:
Bendito Padre celestial, te ruego que me des discernimiento espiritual para entender con toda claridad el mensaje de tu palabra, sabiduría para aplicarla en mi hogar de la manera correcta y fe para mantenerte a ti como centro y eje de mi familia. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!
Dios te Habla
Carlos Martínez M
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