sábado, 12 de enero de 2013

CUANDO NOS ALEJAMOS DE DIOS



Lucas 15:20-32
“Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano. Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. El entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado”.

Al igual que el padre del hijo pródigo, nuestro Padre celestial no nos obligará a permanecer con Él. Si no hacemos caso a la dirección de su Santo Espíritu e insistimos en seguir la senda del pecado, Él dejará que lo hagamos. Al examinar esta parábola, aprendemos lo que sucede cuando nos alejamos del plan de Dios.

Nuestro compañerismo con Dios es afectado seriamente. El hijo rebelde no tuvo más contacto con su padre; la relación entre ellos había dejado de ser importante para ese hijo. Si nos extraviamos y hacemos de nosotros mismos una prioridad mayor que la del Señor, también experimentaremos una desconexión con nuestro Padre celestial. Como cristianos, no podemos apartarnos de la senda sin cerrar primero nuestra mente y nuestro corazón a Dios.

Nuestros recursos —de tiempo, talentos y bienes— son dilapidados. El hijo derrochó su dinero en cosas frívolas, y terminó peor que los siervos de la casa de su padre. Dios nos ha dado dones espirituales y recursos materiales para construir su reino, y su Espíritu para guiarnos. Seguir nuestros propios planes malbarata lo que Él nos ha dado.

Nuestras necesidades más grandes no son satisfechas. Perseguir sueños que están fuera de los propósitos de Dios, conduce a la infelicidad. Solo en Cristo podemos encontrar verdadera satisfacción.

Si vivimos separados de Dios, nos vencerá el desaliento. Las malas decisiones pueden causar sentimientos de pesar para toda la vida, pero estos no tienen que dictar nuestro futuro. El Padre celestial nos dará la bienvenida con gran gozo y amor si nos arrepentimos y nos volvemos a Él.

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

¿ESTÁS TÚ ESPERANDO EN EL SEÑOR?



Salmo 62:1-8
“En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene mi salvación. El solamente es mi roca y mi salvación; es mi refugio, no resbalaré mucho. ¿Hasta cuándo maquinaréis contra un hombre, Tratando todos vosotros de aplastarle como pared desplomada y como cerca derribada? Solamente consultan para arrojarle de su grandeza. Aman la mentira; con su boca bendicen, pero maldicen en su corazón. Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi esperanza. El solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré. En Dios está mi salvación y mi gloria; en Dios está mi roca fuerte, y mi refugio. Esperad en él en todo tiempo, oh pueblos; derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio”.

El ser humano es, por naturaleza, muy impaciente; especialmente en momentos de prueba y dificultad. Todo lo queremos resuelto inmediatamente, por lo tanto instintivamente rechazamos todo lo que esté relacionado con “esperar”. Pero esto es precisamente lo que nos dice el pasaje de hoy: “Esperad en él en todo tiempo”. Aun deseando seguir estas instrucciones de la Palabra de Dios, hay ocasiones en las que nos resulta prácticamente imposible luchar contra nuestros instintos y mantenernos inmóviles en medio de una tormenta, en lugar de actuar por nuestros propios medios. David tuvo que aprender a esperar en el Señor. Mientras su enemigo, el rey Saúl, lo buscaba para matarlo, David esperó durante casi quince años ocultándose en cavernas y muchas veces viviendo a la intemperie. Así, en medio de estas difíciles condiciones, él escribió el Salmo 62 del cual es parte el pasaje de hoy. Después de tantos siglos transcurridos, hoy nos lo muestra la Biblia como una instrucción maravillosa para nosotros.

En medio de tu problema, ¿esperas en el Señor, o actúas rápidamente con el fin de aliviar la presión? No importa cuan fuerte sea tu tormenta o cuan profunda sea tu aflicción, Dios está en control, y todo lo que él espera de ti es que seas paciente y esperes en él. En este Salmo 62, David muestra una actitud de espera en silencio pero en total confianza en su Dios. Dice el v.1: “En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene mi salvación”. Pasaron los años, y Dios dirigió a David a través de aquellos tiempos tormentosos hasta un final feliz. Siendo un anciano, David escribió el Salmo 37, en el cual resume sus experiencias. “Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará”, dice el v.4. Y el v.7 dice: “Guarda silencio ante el Señor, y espera en él”.

Ciertamente no es fácil guardar silencio y esperar cuando estamos en medio de una prueba. Cuando la ansiedad o la desesperación nos envuelven, probablemente no queremos escuchar a nadie diciéndonos: “Ora”. Quizás nos parezca demasiado sencillo, y a veces hasta puede parecernos que no son sensibles a nuestro dolor. Sin embargo esto es exactamente lo que tenemos que hacer: orar y esperar confiadamente la respuesta de Dios. Cuando lo hacemos, sentimos su paz confortándonos. El apóstol Pablo fue otro siervo de Dios que experimentó pruebas muy duras en su vida. Y producto de su experiencia, estando preso en una cárcel romana, esperando ser ejecutado en cualquier momento, pudo escribir en su carta a los filipenses lo siguiente: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7).

Esta seguridad, esta absoluta confianza en Dios sólo puede resultar de una íntima comunión con el Señor. Buscar su rostro en oración debe ser nuestra prioridad cada día de nuestras vidas. No una o dos veces a la semana, sino diariamente pasar un tiempo a solas con Dios. No a la carrera, sino tranquilamente meditando en su Palabra y orando en el Espíritu en busca de esa profunda paz que sólo nuestro Padre celestial puede darnos.

ORACIÓN:
Mi Padre amado, te ruego me des la fuerza para esperar en ti, aun cuando las circunstancias me ordenen a gritos que me apresure a actuar. Lléname de tu Espíritu para sentir esa paz inefable que sobrepasa todo entendimiento, aun en medio de situaciones terribles. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

RELIGIOSO, PERO PERDIDO



Juan 3:1-6
“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”.

Nicodemo probablemente sería bienvenido en cualquier iglesia hoy. Parece ser el miembro ideal: con principios, bien informado, moralmente recto, cortés y humilde. Sin embargo, tenía dos grandes problemas, estaba ciego a la verdad y estaba muerto espiritualmente.

El hombre estaba perdido. Es decir, no tenía una relación con Dios por medio de Jesucristo. Como fariseo, Nicodemo era fiel a las estrictas regulaciones y leyes del judaísmo; por tanto, era realmente religioso. Pero el problema de la persona que está perdida no es las actitudes, la conducta o incluso el carácter. Podemos cambiar y controlar esas cosas a fuerza de voluntad, y muchas personas hacen eso. Pero lo que la gente necesita verdaderamente es un cambio de su naturaleza básica. Venimos a este mundo con la inclinación natural de alejarnos de Dios.

Jesús le dijo al ilustre rabí que toda su bondad exterior no podía borrar, sustituir o cambiar su naturaleza, sino que toda persona que desee ser aceptada por Dios debe nacer de nuevo. El Señor prometió que si Nicodemo lo recibía como Salvador, entonces empezaría a tener una vida completamente nueva. Su naturaleza pecaminosa sería transformada, para que pudiera tener una verdadera relación con Dios. En vez de tener la apariencia de ser un hombre religioso, Nicodemo sería un creyente verdadero.

Nadie entrará al cielo por sus buenas obras y su buena conducta. Cuando estemos delante de Dios, lo único que importará será si nuestra vieja naturaleza fue cambiada. Necesitaremos mostrar a Dios el Espíritu Santo que recibimos cuando Jesús vino a nuestra vida.

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

SANTIDAD Y JUSTICIA GRATUITA



Isaías 12:2
He aquí Dios es salud mía; aseguraréme, y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH Jehová, el cual ha sido salud para mí.

Dios es mi salvación; confiaré, y no temeré, porque Él Señor es mi fuerza y mi canción, y ya es mi salvación. ¡Qué bonito es este sencillo testimonio de Isaías! Dios es mi salvación. Es posible vivir muchos años en este mundo sin darse cuenta de que somos rebeldes contra la ley y la voluntad de nuestro creador. Pero cuando Dios empieza a hablar a nuestro corazón, y se revela en su santidad y justicia, empezamos a darnos cuenta cuan miserables somos; luego sabemos que necesitamos perdón por nuestros pecados, y necesitamos una santidad y justicia que no viene de nosotros, sino nos es DADA gratuitamente cuando nos arrepentimos de nuestros pecados, y aceptamos a Jesús como nuestro Salvador. Nuestra salvación es un don que recibimos cuando de verdad encontramos a Jesús. ¿Ya lo ves? ¡DIOS ES MI SALVACIÓN!

“Gracia y Paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día