viernes, 4 de enero de 2013

“YO Y EL PADRE UNO SOMOS: JESÚS ES DIOS”



Juan 5:18
Jesús dijo: “yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30) y también la Escritura dice: “Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque… decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios”.

Esas declaraciones de Jesús, nos enseñan es que Jesús es el Padre Eterno, el único Dios manifestado en carne.

Cuando Jesús hizo esas afirmaciones, la gran mayoría de judíos presentes estallaron de ira y tomaron piedras para matarlo acusándolo de blasfemia. La blasfemia en el mundo judío consistía en:

1. No dar a Dios la gloria debida a su ser.
2. Apropiarse de la gloria o atributos de Dios.
3. Dar tal gloria o atributos a una criatura.

Es evidente que los líderes religiosos judíos estaban furiosos porque Jesús había sanado al paralítico de Betesda en un día de de reposo (Juan 5:18), pero su mayor molestia consistía en que Jesús se hacía igual a Dios. A un pueblo estrictamente monoteísta “Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Juan 5:17). Ningún judío de esa época se refería a Dios mediante la expresión “mi Padre” y en caso de que lo hicieran le agregaban las palabras “que está en los cielos”; pero Jesús dijo “mi Padre” no “nuestro Padre” o “mi Padre que está en los cielos”. Más aún, agregó: “hasta ahora trabaja y yo trabajo”. Con esas dos afirmaciones, Jesús estaba manifestando que él es Dios y que obra como Dios, pues nadie puede ser igual a Dios, tener el completo carácter de Dios, sin ser el único Dios. Si Jesús es igual a Dios es porque él es el Dios único.

De igual manera, cuando Jesús afirmó: “yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30), había declarado previamente que él era el Cristo (Juan 10:24-25) y había manifestado que ninguno podrá arrebatar a sus ovejas de su mano (Juan 10:28); pero a renglón seguido afirma que nadie las podrá arrebatar de la mano del Padre (Juan 10:29). De manera indirecta Jesús declaró que él es el mismo Padre, pero no contento con eso pasó a afirmarlo explícitamente al decir: “yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Fue tanta la ira que inspiraron estas palabras en los judíos, que ellos nuevamente tomaron piedras para asesinarlo, acusándolo de haber cometido blasfemia, porque decían que siendo hombre se hacía Dios (Juan 10:31-33).

La palabra griega que en Juan 10:30 traduce uno, es “hen”. Esta palabra es de género neutro e indica que se trata de uno en esencia y naturaleza. Una traducción más literal sería: “El Padre y yo somos lo mismo”. La ira de los judíos no se hizo esperar cuando Jesús dijo que él era el Padre.

En otras muchas ocasiones Jesús afirmó que él era el Padre. Una vez que los fariseos le preguntaron: ¿Dónde está tu Padre? La respuesta de Jesús fue: “ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mi me conocieseis también a mi Padre conoceríais” (Juan 8:19). Un poco más adelante el Señor les dijo: “si no creéis que Yo Soy en vuestros pecados moriréis” (Juan 8:24), Entonces ellos le preguntaron “¿Tú quién eres?, y Jesús les dijo: Lo que desde el principio os he dicho”. Jesús en realidad les estaba diciendo que él es el Gran Yo Soy (Éxodo 3:14), el único Dios de Israel, pero ellos no entendieron y por eso le preguntaron ¿quién eres? Ellos no entendieron que les hablaba del Padre (Juan 8:27).

El que aborrece al Hijo también aborrece al Padre (Juan 15:23); todo lo que el Padre hace lo hace el Hijo igualmente (Juan 5:19); todos deben honrar al Hijo como honran al Padre (Juan 5:23), y el que ve a Jesús, en realidad ve al Padre (Juan 12:45, 14:9), porque el Hijo es el Padre manifestado en carne. Por esta razón el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre (Juan 10:38, 14:11).

Dios fue manifestado en carne (1 Timoteo 3:16), pero Jesucristo es quien ha venido en carne (1 Juan 4:2). Algunas citas de la Escritura nos enseñan que Jesucristo, nuestra vida, se manifestará en su segunda venida (Colosenses 3:4, 2; Tesalonicenses 1:7; 1 Juan 2:28), pero Juan escribe que quien se manifestará será el Padre, y afirma que “cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:1-2). Por supuesto, seremos semejantes a él pero en su perfecta humanidad (no en su Deidad) y tendremos cuerpos gloriosos tal como el de Cristo glorificado. Para poder salvarnos, Dios se hizo semejante a nosotros, y para que nosotros seamos salvos debemos anhelar ser semejantes al Cristo resucitado (Efesios 4:13), pues Dios nos predestinó para que fuésemos hechos conforme a la imagen de su Hijo (Romanos 8:29).

La Escritura presenta otras declaraciones que nos enseñan que Jesús es el Padre. Por ejemplo, Jesús prometió que no nos dejaría huérfanos sino que vendría a nosotros (Juan 14:18) no en carne, sino en Espíritu (Juan 14:17) para estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mateo 28:20). Asimismo, Jesús prometió ser el Padre de todos los vencedores (Apocalipsis 21:7).

Jesús afirmó que todas nuestras oraciones deben ser realizadas en su nombre (Juan 16:24), por eso todo lo que pidamos al Padre será atendido por Jesús, porque Jesús es el Padre manifestado en carne como el Hijo, y por eso el Padre es glorificado en el Hijo (Juan 14:13-14).

El Padre es el que nos santifica (Judas 1:1), pero nuestro santificador es Cristo (Efesios 5:25-26). Dios levantó a Cristo de entre los muertos (Hechos 2:24), pero Jesucristo profetizó que él se resucitaría a sí mismo (Juan 2:19-21). El Padre es quien envía su Espíritu Santo a nuestras vidas (Juan 14:26), pero Jesucristo es el que bautiza con el Espíritu Santo (Mateo 3:11, Marcos 1:8, Lucas 3:16), es quien envía su Espíritu consolador (Juan 16:7) y es el Espíritu Santo (2 Corintios 3:17). Dios el Padre da vida a los muertos (Romanos 4:17) y nos levantará con su poder (1 Corintios 6:14), pero Jesucristo es el que nos resucitará en el día postrero (Juan 6:40).

La Escritura proclama que Jesús es el Padre, pues hay un solo Dios. Jesús es Dios y hombre, Espíritu y carne, Padre e Hijo. Jesús es el Padre manifestado en carne como Hijo. Jesús es el único Dios que se presentó simultáneamente como Padre y como Hijo.

“Gracia y Paz”
Aprendiendo la Sana Doctrina

¿LEEMOS NUESTRA BIBLIA?



2 Timoteo 2:9.
“Sufro penalidades, hasta prisiones a modo de malhechor; mas la palabra de Dios no está presa”.

Juan 10:35
“…La Escritura no puede ser quebrantada”.

Un niño había descubierto en su casa una Biblia que cada día se iba llenando más de polvo. Cierto día le preguntó a su madre: –Mamá, ¿es este el libro de Dios? –Claro que sí, le respondió ella. –Como nunca lo leemos, ¿por qué no se lo devolvemos?, sugirió el niño.

En Francia, Jerôme Lebrat (1848-1912) había leído y estudiado la Biblia asiduamente. Alimentado por el Evangelio de Dios, lo predicaba de aldea en aldea. La gente se apiñaba en los graneros y, sentada en donde podía, escuchaba sin perder palabra; palabras a veces severas, que como flechas llegaban a las conciencias: «Si no quieren leer sus Biblias, quémenlas, porque en el día del juicio testificarán contra ustedes». Con esto se refería a lo que Jesús dijo: “El que… no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero” (Juan 12:48).

Un día Jerôme Lebrat se dio cuenta de que sus oyentes, sin duda por comodidad, venían a las reuniones sólo con el Nuevo Testamento. El predicador temió que se descuidara el estudio del Antiguo Testamento, por ello decidió escoger los temas de sus predicaciones en esa parte de la Biblia.

Cristianos, no descuidemos el estudio de toda la Biblia, pues en ella encontraremos la paz, el gozo y las fuerzas para comportarnos como hijos de Dios en este mundo.

“Gracia y Paz”
La Buena Semilla

¿DÓNDE SATISFACES TUS NECESIDADES?



Salmo 42:1-2
"Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?"

A lo largo de nuestras vidas, cada uno de nosotros tendrá necesidad de muchas cosas. Además de las necesidades básicas en el aspecto físico que tienen como fin la supervivencia, todo ser humano tiene también necesidades espirituales y emocionales, así como otras necesidades que surgen en la vida, como la urgencia de resolver una determinada situación o prueba en la que se encuentre. Cuando David escribió el pasaje de hoy se encontraba huyendo en el exilio durante la rebelión de su hijo Absalón. Allí él clama a Dios desesperadamente: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía”. Su urgente necesidad de ayuda, su infinita tristeza, su anhelo interior de comunión con Dios pueden compararse a la sed intensa que siente el ciervo que camina en tierra seca, jadeando y buscando con ansia las corrientes de las aguas que tanto necesita.

Una pequeña historia cuenta que en una ocasión un barco de recreo en el que viajaba un grupo de personas en el Océano Atlántico, cerca de las costas de Brasil, tuvo problemas con el motor y quedaron a la deriva. Por varios días estuvieron a merced de las olas y el viento sin tener la más mínima idea de donde se encontraban. Ya no tenían que comer ni beber; ni siquiera agua les quedaba. Algunos habían desfallecido por la deshidratación, y casi todos estaban a punto de morir de sed. De pronto divisan a lo lejos un barco que venía en dirección a ellos. Desesperadamente comenzaron a hacer señales de todas las formas que se les ocurrieron. Cuando el otro barco estuvo lo suficientemente cerca de ellos, todos gritaron pidiendo por favor un poco de agua. Del otro barco les gritaron, señalando hacia el agua: “Ahí tienen bastante agua. ¿Por qué no la beben?” Todos creyeron que se trataba de una broma de mal gusto y siguieron rogando por un poco de agua. Los otros insistieron en que tomaran de esa agua, y finalmente supieron que aquella agua era agua potable y dulce, y no agua salada del mar, pues el viento los había llevado hasta la desembocadura del río Amazonas, el cual es tan ancho, que ellos creían que aún estaban en el mar. Por poco mueren de sed, teniendo frente a ellos agua para beber.

En nuestros trabajos, en nuestros vecindarios, en nuestras propias familias, hay infinidad de personas como estas, que se están muriendo de sed, y necesitan de alguien que les diga que tienen a su alcance el agua que quita la sed para siempre. El mundo está lleno de personas que invierten años buscando a alguien o algo que satisfaga sus necesidades. Lamentablemente no se dan cuenta de que Dios es la única fuente de perfecta satisfacción. En él está la aceptación, la seguridad, el amor, el gozo y la paz que tanto buscan.

¿Estás tú en estos momentos en medio de una gran necesidad, ya sea económica, emocional, o espiritual? ¿Te sientes triste, o tu salud no está bien, o tienes algún otro tipo de problema? Reflexiona en esta enseñanza y aplícala a tu vida. Acércate a Dios, quien es el único que puede satisfacer tu necesidad. Los que hemos aceptado a Jesucristo como Salvador debemos recordar que dentro de nosotros corre una fuente de agua viva, como le dijo Jesús a la mujer samaritana junto al pozo de Jacob: “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:13-14). Hagamos nuestras las palabras de Jesús a la mujer samaritana, y respondamos como ella respondió: “Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed…" (Juan 4:15).

Nuestra prioridad debe ser ir constantemente a esta fuente eterna y saciar nuestra sed espiritual, por medio de la lectura diaria de la palabra de Dios y la oración, de manera que esta agua divina se mantenga fluyendo y nos inspire a compartirla con los sedientos de este mundo.

ORACIÓN:
Padre santo, hoy vengo ante ti, clamando como el salmista por esa agua viva que quita la sed y da descanso al alma. Te ruego que quites de mí todo obstáculo que impida que esa agua fluya libremente no solamente para mi propia bendición sino para bendición de todos los que me rodean. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

EL PODER DEL NOMBRE DE JESÚS



Juan 14:13
“Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo”.

Orar en el nombre de Jesús muestra tanto nuestra relación con Jesucristo, como nuestro derecho —por medio de Él— de darnos acceso al Padre celestial directamente. También expresa nuestra...

Autoridad para presentar peticiones a Dios. El Cristo glorificado está ahora sentado a la diestra del Padre, donde intercede por nosotros sirviendo como nuestro sumo sacerdote (He 7:25). Él nos ha dicho que vengamos y pidamos lo que necesitemos. Estas palabras nos dan la autorización para acceder al trono de la gracia en cualquier momento, para hablar personalmente con el Padre. A toda persona que ha recibido a Jesucristo como su Salvador, el Señor le ha concedido el derecho de usar su nombre.

Armonía con los propósitos de Dios. Basados en nuestra relación familiar con Jesús, tenemos acceso al Padre y podemos hacerle peticiones con la autoridad de Cristo. Pero, para usar el nombre del Salvador, tenemos también que estar de acuerdo con los propósitos de Dios. Orar en el nombre de Jesús significa que estamos pidiendo en conformidad con su carácter y su voluntad. Como siervos de Dios, nuestra prioridad absoluta debe ser obedecer al Señor y su voluntad, no la nuestra.

Seguridad de una respuesta. “En el nombre de Jesús” es una frase de confianza. Es una confesión de certidumbre de que nuestras oraciones serán respondidas.

Dios no quiere que usted ore mecánicamente. Por tanto, cuando ore “en el nombre de Jesús” recuerde que esas cinco palabras no son una fórmula. Por el contrario, permita que sean un poderoso recordatorio de que usted pertenece a Él y del privilegio que tiene de estar involucrado en su obra.

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

LIMONADA TIBIA, SIN AZÚCAR



Si por las mañanas despiertas con mal sabor de boca, puede ser que estés siguiendo una dieta demasiado ácida. Toma en ayunas una limonada tibia, sin azúcar y empezarás a sentirte mejor.

SIEMPRE CONSULTA A TU MEDICO, para que mantengas tu cuerpo sano; “Y dijo Dios: He aquí que os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla; os serán para comer” (Génesis 1:29). “He aquí Yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré y les revelaré abundancia de paz y de verdad” (Jeremías 33:6), “¿o ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 corintios 6:19).

“Gracia y Paz”
Publicado por: Carlos Martínez M.
Fuente: Medicamentos Accesibles

“¿DÓNDE ESTÁ, OH MUERTE, TU AGUIJÓN? ¿DÓNDE, OH SEPULCRO, TU VICTORIA?”



1 Corintios 15:55
“¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?”.

En el versículo de hoy Pablo personifica a la muerte y el sepulcro como si fueran gente, y aquí hace burla de ellos por su derrota. La muerte y la tumba siempre han sido un misterio a los hombres, y han reinado con un dominio completo. Job se refiere a la muerte como “El Rey de los terrores” (Job 18:14); pero “el Rey de los terrores” ha sido completamente conquistado por nuestro Salvador quien sufrió y murió en nuestro lugar y se resucitó triunfante de los muertos, y dice; “Yo soy el primero y el último, y el que vivo, y he sido muerto; y he aquí vivo por siglos de siglos, Amén. Y tengo las llaves del infierno y de la muerte”. Y en Juan 5:28, 29 Él dijo, “Vendrá la hora, cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron bien, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron mal, a resurrección de condenación”. Así es que podemos decir con Pablo: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?”

“Gracia y Paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día