miércoles, 23 de mayo de 2012


Jesucristo, el milagro que necesitábamos


1 Corintios 6:20
“Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”

La inocencia de aquella niña de 8 años, no lograba entender completamente lo que estaba sucediendo, sus padres estaban muy tristes porque su hermanito pequeño estaba muy enfermo. Había oído decir a sus padres que la recomendación de medico era una operación urgente, pues en su pequeño cerebro se encontraba un tumor que amenazaba su vida.

Su padre hablaba de vender todas sus posesiones incluyendo la casa que habitaban, ya que no lograba obtener el dinero para dicha operación, mientras su madre sumida en llanto, solo lograba decir: “Necesitamos un milagro”.

La pequeña niña fue hasta su habitación, rompió su amada alcancía y contadas las monedas salió sigilosamente, dirigiéndose a la farmacia, donde le pidió al Farmacéutico, por favor le vendiera ¡Un milagro! el farmacéutico enojado solo atino a decirle ¡Que ocurrencias niña, aquí no vendemos milagros!

El elegante cliente que acababa de llegar y estaba frente al mostrado, escuchando la suplica de la niña, con suma curiosidad le pregunto para que quería un milagro. Ella le conto que su hermanito estaba muy enfermo y necesitaba una operación, su madre decía que solo un milagro lo podría solucionar, asi que ella juntando todo su dinero lo traía para comprar ese milagro.

- ¿Cuánto dinero traes? Le pregunto aquel hombre, con gran admiración.

 
- Señor, lo he contado y tengo un dólar y cinco centavos, pero si vale mas el milagro, estoy dispuesta a conseguirlo, con tal de que mi hermanito se sane.

El farmacéutico y aquel hombre, cruzaron sus miradas, la emoción les paralizaba el corazón, y aquel hombre tomando a la niña de la mano le pidió que lo llevara a su casa. El señor elegantemente trajeado era un prominente Neurocirujano, y así se convirtió en el milagro de un dólar y cinco centavos. El pequeño niño fue operado por él y su salud fue restaurada.

Nosotros los cristianos también fuimos un día comprados. El sumo sacerdote le pago 30 monedas de plata a Judas, pero para Jesús nuestra vida valía mucho más que eso. Fuimos comprados por el precio de su sangre. La sangre de Cristo es estrictamente un rescate pagado a la justicia de Dios, por el amor de Dios en Cristo, para nuestra redención.

Nuestra, alma, espíritu y cuerpo han sido comprados; El quito nuestra pena de ser castigados, y nos impuso una obligación de obediencia. Jesucristo se convirtió en el milagro que necesitábamos para restaurar nuestra vida de pecado y ese precio no se puede comparar con lo que el dinero pueda comprar.

El cristiano nacido de nuevo considera, no sus derechos, sobre su vida, sino sus deberes para con esa vida. No puede hacer lo que quiera, sencillamente porque no se pertenece a sí mismo, sino que ha de hacer lo que Cristo quiera, porque para eso le compró al precio de Su sangre.

1 Corintios 7:23 Comprados fuisteis por precio; no os hagáis esclavos de los hombres.

“Gracia y Paz”

UN LIBRO ABIERTO


Jeremías 31:31-34
“He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado”.

Como soy escritor, en ocasiones algún amigo me dice: «Algún día me gustaría escribir un libro».
«Es una meta elogiable —contesto yo— y espero que lo hagas. Pero es mejor ser un libro que escribirlo».

Estoy pensando en las palabras del apóstol Pablo: «siendo manifiesto que sois carta de Cristo […], escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón» (2 Corintios 3:3).

En su libro La práctica de la piedad, Lewis Bayly, capellán del rey Jaime I de Inglaterra, dijo que «el que espera producir algo bueno con sus escritos» descubrirá que «instruirá a muy pocos […]. Por lo tanto, el medio más poderoso para promover lo bueno es el ejemplo […]. Un hombre entre mil puede escribir un libro para instruir a sus prójimos […], pero todos pueden ser modelos de excelencia viviente para quienes los rodean».

La obra que Cristo está haciendo en los creyentes puede ejercer una influencia mucho mayor que cualquier libro que puedan escribir. Por medio de la Palabra de Dios, escrita «en [sus] corazones» (Jeremías 31:33), el Señor muestra Su amor y bondad para que todos vean.

Como creyente, quizá nunca escribas un libro, ¡pero al vivir para Dios, serás uno! Un libro abierto, una «carta de Cristo» para que todos lean.

Si alguien leyera tu vida como un libro, ¿encontraría a Jesús en sus páginas?

>>Biblia en un año: Génesis 43–45; Mateo 12:24-50<<

“Gracia y Paz”
Nuestro Pan Diario
¿Es tu oración eficaz?

Santiago 5:13-18
“¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.”

Este pasaje afirma que “la oración eficaz del justo puede mucho.” Una oración eficaz es aquella que se expresa conforme a las condiciones establecidas por Dios. Cuando oramos de acuerdo a estas condiciones, podemos estar seguros de que el Señor se manifestará con poder sobre la situación y se producirán los resultados esperados o aun mejores. ¿Cuáles son estas condiciones que Dios espera de nosotros cuando oramos?

Condición #1: Fe.
Fe es “la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Fe es la seguridad de que Dios tiene el poder para resolver la situación en que nos encontramos, si es su voluntad hacerlo. Y si no, entonces tener la convicción de que, en su inmensa misericordia, el Señor tiene algo mejor para nosotros. Un ejemplo de esta clase de fe lo vemos en Daniel capítulo 3, cuando el rey Nabucodonosor amenazó a los tres jóvenes judíos (Sadrac, Mesac y Abed-nego) con echarlos al horno de fuego ardiendo si no adoraban la estatua de oro. Ellos contestaron: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado”. Los tres jóvenes fueron atados y echados al horno de fuego. Pero de allí los rescató ilesos el ángel del Señor.

Condición #2: Pasión y fervor.
La oración ferviente es aquella que sale de un corazón profundamente cargado, y está llena de una intensa pasión y un profundo sentido de urgencia. Está muy enfocada en un área específica en la cual deseamos se manifieste el poder de Dios. El profeta Elías oraba con la misma pasión cuando se trataba de pedir castigo para el rebelde pueblo de Israel o para pedir bendición. El pasaje de hoy dice que Elías “oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.”

Condición #3: Perseverancia.
Debemos ser perseverantes en la oración. Colosenses 4:2 dice: “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias”. Quizás en ocasiones sintamos que llevamos mucho tiempo orando acerca de lo mismo sin recibir respuesta, pero debemos continuar firmes confiando en que Dios está en control y que él nos contestará en el momento perfecto.

Dios reconoce la oración ferviente. Él está atento a todo aquel que clama desde lo más profundo del corazón. El Señor dice en Jeremías 33:3: "Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces". Nosotros también sabemos cuando estamos orando con pasión y fervor, y no de una manera rutinaria, pues podemos sentir el fuego en nuestros corazones y la comunión de nuestro espíritu con el Espíritu Santo. Esta oración ardiente en el espíritu, que sale de un corazón entregado a Dios, es escuchada por él, y “si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho” (1 Juan 5:15).

Medita en lo que Dios te ha hablado hoy a través de su Palabra, y hazte el propósito de llegarte a su trono de gracia en oración de fe, ferviente y sincera, y recibirás con creces todo lo que has pedido, en su tiempo y conforme a su voluntad.

ORACION:
Padre santo, te ruego que pongas en mí el fuego de tu Espíritu, para que yo pueda llegarme hasta tu trono con una oración ferviente que sea de tu agrado. Ayúdame a mantener un corazón lleno de amor y de pasión en mi relación contigo. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

1 Corintios 10:12-13


Reconozcamos nuestra vulnerabilidad


1 Corintios 10:12-13
“Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”.

Muchos cristianos vemos a un hermano de la fe caer en el pecado, y no reconocen que nosotros también podríamos tropezar. Esto es muy peligroso, porque Satanás nos podría tener los justo donde él quiere: engañados por un falso sentido de confianza. Tengamos presente que tenemos tres enemigos que están constantemente en actividad tratando de derribarnos: el propio diablo, nuestro sistema mundano, y nuestra carne engañosa.

Todos los creyentes debemos, como Pablo, reconocer un problema interno: “el pecado que mora en mí” (Romanos 7:20). Satanás aprovecha al máximo esta debilidad, atrayéndonos con tentaciones carnales y mundanales. Él alimenta nuestro orgullo, para cegarnos a nuestra propia vulnerabilidad.

Necesitamos estar continuamente en guardia. Puesto que la ignorancia —de la naturaleza del pecado, de las estrategias del enemigo, y de nuestras propia debilidad— nos tiende una trampa para que fracasemos, no podemos permitirnos ser negligentes en nuestra manera de pensar. Cada vez que justificamos algún pecado, hemos perdido la sensibilidad hacia el Señor. La Palabra de Dios debe llenar siempre nuestra mente y dirigir nuestros pasos.

Si tu te encuentras alejado del Señor, vuelve a Él reconociendo tu pecado y aceptando tu responsabilidad. Arrepentirse significa simplemente un cambio de mente, e ir en una dirección diferente, hacia Dios, en vez de alejarse de Él.

El paso siguiente es más difícil. Responde con gratitud al castigo del Señor. Cada vez que un creyente cae en pecado, Dios actúa amorosamente para traerlo de vuelta a la comunión con Él. Su disciplina puede ser dolorosa, pero siempre es buena, porque nos conecta de nuevo con nuestro Padre celestial.


“Gracia y Paz”
TAN ÚTIL COMO UN ÁRBOL PODRIDO

Job 41:27
“Estima como paja el hierro, Y el bronce como leño podrido”.

Hoy vamos a caminar por el bosque. A mí me encanta el bosque, su aroma, los animales, las flores, los árboles podridos. ¿Qué?... ¿Los árboles podridos?, ¿A quién podrían gustarle los árboles podridos?, No tienen ningún atractivo. No les crecen hojas y a veces huelen realmente mal. Bien, la verdad es que a mí sí me gustan los árboles podridos, y te voy a explicar por qué.

Aunque no lo creas, algunos insectos consideran a los árboles podridos como su hogar, pues viven de la podredumbre que hay dentro de ellos. Eso significa que muchos insectos pequeños crecerán y se convertirán en adultos gracias a los árboles podridos, y a su vez se convertirán en comida para los hermosos pájaros que tanto nos gusta ver en el bosque.

Otra de las razones por las que me gustan los árboles podridos es porque nutren el suelo. Estos se convierten en alimento para toda clase de plantas, incluyendo las flores y otros árboles.

Si los árboles pudieran pensar, tal vez creerían que cuando se pudren han fracasado. Después de todo, ya no están erguidos ni les brotan hojas. Pero los árboles podridos aún hacen toda clase de cosas buenas. ¿Verdad?

¿Qué haces tú cuando cometes un error y sientes que has fallado? ¿Te pones molesto? ¿Te sientes frustrado? A pesar de los errores, recuerda esto: de lo que podríamos considerar un fracaso hoy puede crecer la más bella de las flores. No te rindas. Dios te ayudará a crecer a través de los errores.

“Gracia y Paz”
(Jim Feldbush)

Mateo 5:7
“Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos alcanzarán misericordia”.

¡Que gran deuda Dios nos perdonó! Cuando nos inclinamos ante Dios y pedimos que Jesús entrara a nuestro corazón, El demostró que “su misericordia es más grande que los cielos” (Salmos 108:4).

¡Qué deuda nos perdonó! Después de una carrera larga de pecado, engaño, e inmundicia, los que de veras hemos recibido a Cristo en nuestro corazón hemos sido perdonados de esa montaña de culpa que nos pesaba y nos empujaba hacia el infierno. ¿Cómo podremos menos que amarle a él, y simpatizarnos y ser misericordiosos con aquellos que en cualquier manera sufren o estén destituidos así como nosotros?.

Al que no le importan los problemas ni el sufrir de otros, y no extiende ayuda y misericordia, demuestra que el mismo nunca ha experimentado el perdón de Dios, porque “El que es perdonado de mucho, el mismo ama mucho”. Lucas 7:47.


“Gracia y Paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día