lunes, 16 de septiembre de 2013

¿TIENES TÚ ESPÍRITU DE ORACIÓN?



Zacarías 12:9-10
“En aquel día yo procuraré destruir a todas las naciones que vinieren contra Jerusalén. Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito".

Este pasaje es parte de la profecía acerca de los tiempos finales, en los que Dios mostrará su poder contra los enemigos de Jerusalén a quienes destruirá, y al mismo tiempo derramará “espíritu de gracia y de oración” sobre su pueblo, los cuales llorarán ante la presencia de Aquel “a quien traspasaron”, es decir desobedecieron, y “harán lamentación por él”, dice Apocalipsis 12:7.

La Biblia nos dice en Hechos capítulo 2 que en el día de Pentecostés “de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba”, y “fueron todos llenos del Espíritu Santo”. Entonces el apóstol Pedro, dirigiéndose a todos los judíos presentes dijo lo dicho siglos antes por el profeta Joel: “En los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne”. Desde ese día el Espíritu Santo está a la disposición de todos los que hemos aceptado a Jesucristo como nuestro salvador.

Desde el principio de la Creación, a través de los siglos, en los tiempos actuales y hasta el fin del mundo, el anhelo de Dios ha sido y será siempre tener una comunión íntima con su pueblo. Esto sólo puede lograrse a través de la oración. Ser perseverantes en la oración resulta sumamente difícil para la mayoría de los cristianos. Una y otra vez intentamos ser constantes pero poco a poco la pasión y el fervor inicial se esfuman. Claro que esto no es nada nuevo. Los discípulos de Jesús experimentaron este problema. Por eso le dijeron: “Señor, enséñanos a orar” (Lucas 11:1). Habían visto en Jesús lo que ellos anhelaban para sus propias vidas. Reconocieron su necesidad y clamaron al que podía ayudarlos. Y el Señor respondió enseñándoles la oración modelo.

Claro que una cosa es saber como debemos orar y otra cosa es sentir el deseo ferviente de buscar el rostro del Señor en oración, y pasar tiempo de comunión con él cada día de nuestras vidas. Dios anhela presentarse en medio de nuestra debilidad para poner en nosotros un “espíritu de gracia y de oración”. Realmente lo necesitamos para fomentar nuestra intimidad con el Señor, compartirle nuestras cargas y recibir sus bendiciones. El primer paso para llegar a tener una vida de oración saludable y poderosa, es reconocer que somos incapaces de vivir una vida de victoria por nosotros mismos. Es necesario estar concientes de que al depender de Dios nos irá mucho mejor en todos los aspectos. Cuando nos humillemos ante el Señor reconociendo nuestra necesidad de su ayuda, y decidamos comenzar una vida de oración, su poderosa presencia se derramará sobre nosotros y seremos transformados por su Espíritu en verdaderos guerreros de oración.

Su palabra nos exhorta a “orar sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17). En Efesios 6:18, el apóstol Pablo dice que debemos estar “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu...” Y Colosenses 4:2 nos dice: “Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias”. Muchos otros pasajes nos animan a orar. Debemos ser perseverantes en la oración. Quizás en ocasiones nos sintamos desanimados, o tal vez pensemos que llevamos mucho tiempo orando sobre lo mismo sin recibir respuesta, pero debemos continuar firmes confiando en que Dios está en control y que él nos contestará en su tiempo, en el momento perfecto y conforme a los planes que él tiene para nuestras vidas. Para ello él quiere derramar sobre nosotros ese “espíritu de gracia y oración”, para que volvamos a él nuestros ojos y los mantengamos fijos en él cualesquiera sean las circunstancias que nos rodeen.

Alguien dijo: "Vivir de rodillas nos mantiene de pie". ¡Cuánta verdad encierran estas palabras! Hazte el propósito de buscar el rostro del Señor en oración una o más veces cada día, anhelando su presencia y clamando a él por un espíritu de oración que te envuelva y controle tu vida.

ORACIÓN:
Gracias, Señor porque tu presencia viene a mi vida para cambiar mis hábitos de pereza y desgano espiritual. Derrama sobre mí un espíritu de oración y haz de mí en este día un guerrero de oración por tu divino poder, para honra y gloria de tu nombre. Por Cristo Jesús, Amén.


“Gracia y Paz”
Dios te Habla