miércoles, 11 de septiembre de 2013

LA TENTACIÓN... ¿A QUIÉN CULPAMOS?



Santiago 1:13-15
“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”

En este pasaje el apóstol Santiago nos habla de la destrucción progresiva que el diablo pone en movimiento a través de la tentación. Según dice, el origen de la tentación reside en nuestra propia concupiscencia. El diccionario de la Lengua Española define "concupiscencia" de la siguiente manera: "Deseo ansioso de bienes materiales. Apetito desordenado de placeres sensuales o sexuales". Este sentimiento reside en la carne, nacemos con él y se desarrolla en mayor o menor grado a través de los años, dependiendo de las circunstancias que nos han rodeado durante el crecimiento. La concupiscencia invariablemente está presente en nuestras vidas y estará presente mientras estemos en este mundo. El apóstol Pablo luchó contra esta característica humana, y en su carta a los Romanos expresa su frustración diciendo: “!Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” Entonces exclama: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro” (Romanos 7:24-25).

Si tú has aceptado a Jesucristo como tu Salvador personal, Satanás no puede apoderarse de tu alma. Por eso su objetivo es destruir tu comunión con el Señor y afectar tu vida cristiana y tu testimonio ante los demás. ¿Qué podemos hacer para evitarlo? Debemos rechazar esos deseos pecaminosos de manera que no controlen nuestras acciones. Pero esto no lo podemos hacer por nosotros mismos. Sólo el Espíritu Santo puede lograrlo a través del proceso de santificación que él lleva a cabo en nuestras vidas. La voluntad de Dios es que seamos transformados por medio de este proceso de santificación, cuyo fin es que no actuemos movidos por la concupiscencia como aquellos que no conocen al Señor.

“La concupiscencia después que ha concebido, da a luz al pecado”, dice el pasaje de hoy. Y el resultado del pecado es “muerte”, es decir separación de Dios. La clave para evitar esto y vencer la tentación es acudir a Dios y él nos dará la salida. Dice 1 Corintios 10:13: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”.

Jesús fue tentado por el mismo Satanás antes de comenzar su ministerio, pero rechazó toda tentación del enemigo (Lucas 4:1-13). Después, durante el resto de su vida terrenal Jesús tuvo que enfrentarse a todo tipo de tentaciones resultando siempre vencedor. Por eso ahora puede venir en nuestra ayuda con todo poder y autoridad. Así dice Hebreos 2:18: “Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”. En Getsemaní, a pocas horas de su muerte en la cruz, en medio de su agonía, Jesús dio a sus discípulos un excelente consejo para no caer en tentación. Les dijo: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41).

Nuestro poder está en Jesucristo. No importa cuan fuerte sea la tentación, no importa cuan fuertes sean los deseos de la carne, siempre tendremos a nuestro alcance la victoria si seguimos el consejo de Jesús y buscamos su ayuda en oración. No permitas que los deseos carnales te controlen. Identifica aquello que te está moviendo a actuar en pasión de concupiscencia y tráelo ante el trono de Dios en oración. Cuando reconoces tu debilidad y clamas a Dios en busca de ayuda, él se manifiesta con poder y te libra de la tentación. Sólo dos cosas pueden suceder en tu vida en este aspecto: o el pecado te aleja de la presencia de Dios, o la presencia de Dios te aleja del pecado. Tú escoges.

ORACIÓN:
Padre santo, yo reconozco y confieso delante de ti que soy muy débil para luchar contra las tentaciones. Tú conoces cuáles son las áreas de mi vida que son vulnerables a las trampas del enemigo. Por favor fortalece mi espíritu y dame discernimiento espiritual para que yo pueda rechazar todo aquello que me impulsa al pecado, y pueda mantenerme en una íntima comunión contigo. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.


“Gracia y Paz”

Dios te Habla

¿SALVA EL BAUTISMO?


1 Pedro 3:21
"El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva...".

Estas palabras de Pedro han sido motivo de serias controversias hasta el día de hoy. Tanto algunas sectas, así como en sectores sacramentalistas dentro del espectro de la cristiandad, han usado este verso para sostener que el bautismo es necesario para la salvación de una persona.

En el tema de la salvación, todas las formas de sacramentalismo (romanismo, luteranismo, Iglesias de Cristo, etc.) indefectiblemente dicen que la salvación (regeneración) llega al hombre a través del bautismo de agua. Cuando un pecador le pregunta a un sacramentalista ¿Qué debo hacer para ser salvo, e ir al cielo? siempre le van a señalar hacia la fe en Cristo y al bautismo. Es decir, en lugar de dirigirlo hacia Dios y Jesucristo, lo primero que van a hacer es abrir la llave del agua del bautisterio. Es aquí donde muestran su verdadera naturaleza.

El verso que nos ocupa en este artículo es el único en toda la Biblia que dice "el bautismo ahora nos salva". ¿Es posible que Pedro contradiga aquí la enseñanza clara y masiva de la Biblia de que la salvación es por gracia solamente? Aun peor, ¿es posible que Pedro se contradiga dentro del mismo versículo? Nótese que luego de decir que "el bautismo ahora nos salva", Pedro inmediatamente agrega que el bautismo no tiene valor salvífico alguno ("no quitando las inmundicias de la carne").

De todas las normas hermenéuticas, el principio del contexto sigue siendo el príncipio indiscutido. Es el contexto el que decide cómo debemos interpretar las palabras del autor. ¿Qué queremos decir con "contexto"?

Primero: Hay un contexto literario en los párrafos inmediatos o en el capítulo del pasaje en cuestión. Estos deben ser leídos. Con sólo únicamente seguir este paso, se destruye el 90 % de los argumentos "bíblicos" de las sectas y los grupos aberrantes del cristianismo.

Segundo: Hay un contexto literario en todo el libro del cual el pasaje en cuestión forma parte.

Tercero: Existe un contexto de la analogía de la fe. Este determina que la interpretación válida de un texto nunca producirá una doctrina que es claramente condenada en el resto de la Biblia.

Cuarto: Existe un contexto histórico, cultural, religioso y lingüístico. Al examinar éste tendremos la ventaja de entender lo que una palabra o expresión significaba para el oyente o el lector en los tiempos bíblicos.

Vayamos ahora directamente al texto:

1 Pedro 3:18-22
“18 Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, muerto en la carne pero vivificado en el espíritu; 19 en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, 20 quienes en otro tiempo fueron desobedientes cuando la paciencia de Dios esperaba en los días de Noé, durante la construcción del arca, en la cual unos pocos, es decir, ocho personas, fueron salvadas a través del agua. 21 Y correspondiendo a esto, el bautismo ahora os salva (no quitando la suciedad de la carne, sino como una petición a Dios de una buena conciencia) mediante la resurrección de Jesucristo, 22 quien está a la diestra de Dios, habiendo subido al cielo después de que le habían sido sometidos ángeles, autoridades y potestades”.

La traducción anterior es de la Biblia de las Américas. El verso 21 es una buena rendición del griego original: "Y correspondiente a esto, el bautismo ahora os salva". La palabra clave aquí es antitupon. Significa "correspondiente", "copia", "algo semejante a otra cosa", "correlacionado", etc. En otra versión se traduce la palabra como "lo que simboliza".

De lo anterior se desprende que el bautismo, según Pedro, es una representación, simbolismo, copia o tipo correspondiente a algo más. El bautismo aquí está siendo comparado o correspondido con algo. La pregunta sería ¿con qué? El contexto nos lo va a decir. La respuesta está en el versículo anterior (v. 20). ¿Qué fue lo que salvó a Noé y su familia? Obviamente fue el arca. Noé construyó el arca por fe y se salvó (Hebreos 11:7). El bautismo en este pasaje es sinónimo de fe.

Algo importante a tener en cuenta es que lo que salvó a Noé y su familia no fue el agua. Realmente ellos fueron salvados "del agua". Es por ello que la Biblia de las Américas expresa correctamente que Noé y su familia fueron salvados "a través del agua". El concepto sería que fueron preservados en medio de las aguas.

El agua fue el medio de destrucción que Dios usó para traer juicio a los pecadores (2 Pedro 2:5; 3:6), no el medio de salvación de Noé y los suyos. Desde el punto de vista práctico lo que salvó a esta familia bíblica fue el arca, y fue por fe que ellos entraron en el arca. Pretender decir que el agua del bautismo o el bautismo en sí es un medio de salvación, no es una noción que pueda ser lógicamente derivada del contexto.

Es adecuado, entonces, entender que Pedro compara o corresponde el bautismo cristiano con el arca. En el AT el arca es un tipo o prefigura de Cristo, y a una relación con Cristo sólo se entra por fe, de la misma manera que Noé entró al arca por fe. Esto armoniza con el resto de 1 Pedro 3:21, donde vemos que Pedro expresa que la resurrección de Cristo (y por inferencia el previo sacrificio) es lo que quita el pecado ("las inmundicias de la carne"). Así mismo Pedro afirma en el mismo verso que el bautismo es "el compromiso de tener una buena conciencia delante de Dios". Se concluye que es el sacrifico de Cristo, en el cual nosotros depositamos fe, lo que nos salva.

La controversia sobre este pasaje seguirá hasta que Cristo vuelva, pero la verdad es que un estudio responsable de la Palabra de Dios jamás podrá llevarnos a la conclusión de que el bautismo salva. Son demasiados los pasajes bíblicos que enseñan que la justificación es por fe, mientras que no existe ninguno que diga que es "por fe y bautismo".

El bautismo no tiene ningún valor salvífico pero sí tiene un gran valor cuando entendemos que es "el compromiso de tener una buena conciencia hacia Dios". En otras palabras, al bautizarnos hacemos una promesa de lealtad y obediencia hacia Dios. El valor del bautismo adquiere dimensiones celestiales cuando comprendemos que es el símbolo de nuestra identificación con la resurrección de Jesucristo en nuestra salvación y "esta salvación es posible por la resurrección de Jesucristo".

Muchas otras cosas se pueden decir para anular la posición de los sacramentalistas y las sectas en general, pero baste señalar que en la Biblia tenemos una clara instancia donde los creyentes son salvos antes de ser bautizados:

Hechos 10:44-48
“Mientras aún hablaba Pedro estas palabras, el Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso. Y los fieles de la circuncisión que habían venido con Pedro se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y que magnificaban a Dios. Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús. Entonces le rogaron que se quedase por algunos días”.


Cuando consideramos los puntos siguientes, es claro que estas personas fueron salvas antes de bautizarse:

1. El Espíritu Santo estaba sobre ellos y hablaron en lenguas.

2. Además, "magnificaban a Dios" (adoraban). Sólo creyentes pueden hacer tal cosa, los inconversos no pueden. La adoración al verdadero Dios es un asunto profundamente espiritual, completamente ajeno al incrédulo (1 Corintios 2:14). Por lo tanto, las personas en Hechos 10 fueron salvas antes de bautizarse. Este hecho no puede ser interpretado como una excepción.

Para finalizar, digamos que el bautismo, a pesar de no ser necesario para la salvación, es un paso obligatorio a ser dado por el creyente. Es un acto de obediencia y una ordenanza instituida por Jesucristo mismo (Mateo 28:19). Aquel que profesa ser cristiano y aún rehúsa bautizarse, quizá haga bien en examinarse y ver si su profesión de fe ha sido realmente genuina.


“Gracia y Paz”