miércoles, 27 de junio de 2012

¿CÓMO TE VA EN TU BATALLA?


Romanos 7:15-23
“Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo la ley de que el mal está presente en mí. Porque en el hombre interior me deleito con la ley de Dios, pero veo otra ley en los miembros de mi cuerpo que hace guerra contra la ley de mi mente, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mis miembros.”

Cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador, el Espíritu Santo viene a morar en nosotros, y ahora ya no es solamente una fuerza la que controla nuestras acciones, sino que ahora existe otra fuerza que se opone a los deseos de la carne, y por lo tanto se establece una guerra por el poder. Según el diccionario, “guerra” es “el conflicto que ocurre cuando una parte intenta obtener por la fuerza algo que la otra no quiere conceder voluntariamente, o cuando ambas partes desean poseer algo que no pueden compartir”. La guerra espiritual es la batalla continua entre la naturaleza carnal apoyada por las fuerzas del diablo, y el hombre interior respaldado por los ejércitos de Dios.

En el pasaje de hoy, las palabras del apóstol Pablo describen una verdadera batalla dentro de él. Por un lado, el hombre interior que se deleita obedeciendo la palabra de Dios; por otro lado la naturaleza carnal pecaminosa que lo empuja hacia el pecado. Y no se trata solamente de “pecado sexual”, como muchos piensan, sino que puede ser cualquier pecado, como hacerle daño a una persona, mentir, sentir envidia o ira, o comer una comida que sabemos no nos conviene, o también lo contrario, es decir no hacer algo que debíamos hacer por obediencia al Señor. El que esta lucha se incline a un lado o a otro depende de la voluntad humana, de nuestra decisión de aceptar o rechazar el poder de Dios, de creer o rechazar la gracia divina. La Biblia nos dice que en la cruz del Calvario Jesús triunfó sobre Satanás, dejando establecida la superioridad de su poder, y poniéndola a disposición de todos los que creen en él y le siguen (Colosenses 2:15). Es, por lo tanto, responsabilidad nuestra usar ese extraordinario poder que está a nuestra disposición por medio del Espíritu Santo.

Un punto muy importante en esta guerra, al igual que en cualquier guerra, es estar alertas de manera que el enemigo no nos sorprenda con sus ataques. En 1 Pedro 5:8 dice: “Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.” Y en Mateo 26:41, Jesús les aconseja a sus discípulos: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” Debemos estar concientes de que la intención de nuestro enemigo el diablo es destruirnos; y para ello usa los deseos de la carne. Él conoce nuestras debilidades, y pone tentaciones delante de nosotros. Este es el momento en el que debemos acudir a la ayuda de nuestro Padre celestial y postrarnos en oración, clamando por su fortaleza y sometiéndonos a la dirección de su Santo Espíritu. Entonces el diablo no tiene otra alternativa que huir. Así dice Santiago 4:7: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.”

¿Quieres ganar esta batalla espiritual y vivir una vida de santidad? Dedica un tiempo diariamente a orar y a leer la Biblia. Medita en ella, reflexiona y aplícala a tu vida diaria. De esta manera adquieres conocimiento de la Palabra de Dios, lo cual es sumamente importante en la guerra espiritual. Dios dice en Oseas 4:6: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento.” Este tiempo diario de comunión fortalece tu fe y te acerca más al Señor, a su protección y al cuidado y la dirección de su Santo Espíritu.

ORACIÓN:
Padre santo, en medio de esta guerra espiritual clamo a ti en busca de tu poder. Por favor ayúdame a someterme totalmente a la autoridad de tu Santo Espíritu, para que tú pelees por mí y yo pueda vivir en santidad, como es tu voluntad. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios Te Habla

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