¿Aún tienes un corazón de piedra?
Ezequiel
11:17-20
“Así ha dicho
Jehová el Señor: Yo os recogeré de los pueblos, y os congregaré de las tierras
en las cuales estáis esparcidos, y os daré la tierra de Israel. Y volverán
allá, y quitarán de ella todas sus idolatrías y todas sus abominaciones. Y les
daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y quitaré el
corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para
que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean
por pueblo, y yo sea a ellos por Dios”.
Hace muchos años
existía un dicho popular que aconsejaba a aquellos que se afanaban demasiado a
tomar las cosas con calma, pues podría afectarles el corazón, y lo peor era que
no tenía cura. Decía más o menos así: “Cálmate que el corazón no se opera”. Al
transcurrir los años, los adelantos de la ciencia y la tecnología han sido cada
vez mayores, y aquel dicho ha ido perdiendo validez. Por primera vez en 1967 un
corazón humano fue transplantado en el cuerpo de otro ser humano por un cirujano
sudafricano llamado Christiaan Barnard. En aquella ocasión, el corazón de una
mujer de 25 años que había muerto en un accidente fue removido y colocado en el
pecho de un hombre de 55 años cuyo corazón estaba tan enfermo que estaba a
punto de morir. Este hombre sobrevivió sólo 18 días, pero su operación marcó el
inicio de una nueva era en la cirugía. Casi 50 años después, miles de personas
que estuvieron a punto de morir están viviendo vidas completamente normales,
después que un corazón les fue transplantado.
Uno de ellos, un
hombre de Rhode Island, Estados Unidos, recibió un transplante de corazón en
1996 después de muchos años sufriendo de una enfermedad que fue degenerando su
corazón al punto que llegó un momento en que apenas podía respirar. Tiempo
después de la exitosa operación este hombre dijo: “Me maravillo de como mi
nuevo corazón ha transformado mi vida. Habiendo estado enfermo por tanto
tiempo, la enfermedad se convirtió en lo normal para mí. Ya no sabía realmente
lo que era sentirme bien. Y de repente recibo este corazón nuevo y la sangre
empieza a correr normalmente por mis venas a través de todo mi cuerpo. ¡Es como
si hubiera resucitado!”
Varios siglos
antes del nacimiento de Jesucristo, Dios se dirigió al pueblo de Israel a
través del profeta Ezequiel y les habló de los planes que él tenía para ellos.
Dice el pasaje de hoy que el Señor prometió a su pueblo que les daría un nuevo
corazón. “Quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne --les dijo -- y
les daré un corazón de carne, para que anden en mis ordenanzas, y guarden mis
decretos y los cumplan”. ¡Total regeneración! De un pueblo idólatra y lleno de
abominaciones, que vivían esparcidos por todo el mundo a una nación floreciente
y obediente de los decretos y ordenanzas del Señor. Es como si hubieran
resucitado. De la muerte espiritual, separados de Dios a una nueva vida llena
de paz y gozo. Este tipo de transplante de corazón sólo puede ser llevado a
cabo por el Dios todopoderoso en aquellos que han llegado a entender que están
muriendo en sus delitos y pecados y necesitan urgentemente la intervención de
Aquel que murió con el fin de dar vida en abundancia a todo el que en él cree.
El rey David
cayó en el pecado de adulterio con Betsabé, y más tarde concibió el plan para
asesinar al esposo de ésta. Cuando el profeta Natán lo confrontó de parte de
Dios, David tomó conciencia del pecado cometido, y una gran congoja invadió su
corazón. Entonces, quebrantado y arrepentido, suplicó al Señor: “Crea en mí, oh
Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches
de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu
salvación, y espíritu noble me sustente” (Salmo 51:10-12). Ante un
arrepentimiento tan sincero, Dios lo perdonó y desde ese momento David vivió de
acuerdo al concepto de que él era un varón conforme al corazón de Dios (1
Samuel 13:14).
Al igual que
Dios hizo con David, puede hacer contigo si deseas que él cambie tu corazón y
restaure tu salud espiritual. Sólo tienes que arrepentirte de tus pecados y
confesarlos delante del Señor. Él, en su infinita misericordia, te contestará
dándote un corazón lleno de la paz y el gozo de su Santo Espíritu.
ORACIÓN:
Mi amante Padre
celestial, hoy me postro nuevamente a tus pies con mi espíritu quebrantado y mi
corazón necesitado de restauración. Por favor, te pido me perdones y me laves
de toda mi maldad. Crea en mi un corazón limpio y renueva un Espíritu recto dentro
de mi. Concédeme sabiduría y discernimiento para hacer todo conforme a tu
Palabra. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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