Mateo 5:6
"Bienaventurados los que
tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados".
Las encuestas indican que menos
de un 20 por ciento de los cristianos leen la Biblia de manera regular. Esto no
obstante de los avances de la tecnología en los teléfonos celulares,
computadoras, internet, etc. que permiten un fácil acceso a la Palabra de Dios
en cualquier momento y desde cualquier lugar. Lamentablemente en más del 80 por
ciento de los cristianos no existe hambre o sed espiritual que los mueva a
buscar de Dios cada día de sus vidas.
Al igual que nuestro cuerpo
necesita alimento material, nuestro espíritu debe ser alimentado con alimento
espiritual, el cual proviene fundamentalmente de la Palabra de Dios. Ahora
bien, hay una diferencia importante entre lo físico y lo espiritual en este
aspecto. Si dejamos de comer o tomar agua por un día desfallecemos. En el
aspecto físico son muy evidentes los resultados de la mala alimentación. Sin
embargo en el aspecto espiritual no es tan evidente. Muchas veces creemos que
estamos fuertes pero en realidad nos vamos debilitando. Entonces se presenta
una prueba y los malos resultados son los que nos indican nuestro estado
espiritual.
Por eso Dios permite pruebas en
nuestras vidas, para que nos demos cuenta de nuestra necesidad espiritual y le
busquemos a él. A través del profeta Amós, Dios se dirigió al pueblo de Israel
y les advirtió acerca de las consecuencias que tendrían que sufrir debido a su
rebeldía y desobediencia: “Acontecerá en aquel día, dice Jehová el Señor, que
haré que se ponga el sol a mediodía, y cubriré de tinieblas la tierra en el día
claro. Y cambiaré vuestras fiestas en lloro, y todos vuestros cantares en
lamentaciones; y haré poner cilicio sobre todo lomo, y que se rape toda cabeza;
y la volveré como en llanto de unigénito, y su postrimería como día amargo. He
aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la
tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová”
(Amós 8:9-11). Este era el fin que buscaba el Señor. El pueblo de Israel se
arrepentiría de sus pecados y entonces anhelarían escuchar la palabra de Dios
de labios de aquellos profetas a los cuales habían rechazado.
El hambre y la sed son
sensaciones normales para todo organismo que está vivo y sano. No tener hambre
es anormal y es recomendable visitar al médico para recibir instrucción y tomar
ciertas vitaminas que abran el apetito. No tener deseos de orar y de leer la
Biblia es señal de un problema espiritual. Cuando esto sucede, es sumamente
importante que nos hagamos concientes del problema y nos acerquemos al Gran
Médico Divino pidiéndole que nos quite esa falta de apetito espiritual y que
produzca en nosotros hambre y sed de su justicia y de su presencia.
Cuando Satanás intentó tentar a
Jesús en el desierto diciéndole: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se
conviertan en pan”, el Señor le contestó: “Escrito está: No sólo de pan vivirá
el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:3-4). Por
medio de la lectura de la Biblia y la oración diaria nuestro espíritu se
fortalece y crecemos en el aspecto espiritual. Por el contrario, cuando no nos
alimentamos nos debilitamos, nos volvemos raquíticos y nos enfermamos
espiritualmente. Por eso es tan importante que día tras día, en las buenas y en
las malas, hagamos un esfuerzo y apartemos un tiempo para buscar el rostro del
Señor adorándole y leyendo su palabra.
Si sientes desgano espiritual,
clama a Dios de todo corazón y él te contestará. Hazte el propósito de pasar un
tiempo cada día en la santa presencia del Señor. Lee la Biblia, medita en sus
enseñanzas, ora, adora y alaba al Señor. Pide a Dios que ponga en tu corazón
hambre y sed de su palabra. Si persistes en esta rutina diaria, el Espíritu
Santo te llenará de tal paz y gozo, que empezarás a sentir un intenso anhelo de
disfrutar plenamente de ese tiempo. Y podrás decir lo mismo que el salmista
dijo en el Salmo 42:1-2: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas,
así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios
vivo; ¿cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?”
ORACIÓN:
Amante Padre celestial, reconozco
que tengo falta de apetito espiritual, y que esto puede traer mucha miseria en
mi vida. Por favor sáname y dame hambre y sed de ti pues te necesito como el
aire que respiro. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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