sábado, 19 de mayo de 2012


¿Estás viviendo la vida a tu manera?

Juan 4:31-34
“Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. El les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer? Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.”

A finales de la década de los sesenta, se puso de moda en todo el mundo una canción llamada “My Way” (“A mi manera”), cantada principalmente por el famoso actor y cantante norteamericano Frank Sinatra. Esta ha sido una de las canciones más conocidas de todos los tiempos. Cuenta la historia de un hombre que se estaba muriendo. Mientras yacía en su lecho de enfermo, infinidad de imágenes de su vida pasaban una tras otra por su mente, recordándole tantos y tantos momentos vividos, unos buenos, otros malos, pero de ninguno se lamentaba, pues, según él, los había vivido “a su manera”. La letra de la canción en español comienza más o menos así: “El final se acerca ya. Lo esperaré serenamente; ya ves que yo he sido así, te lo diré sinceramente: viví la inmensidad sin conocer jamás fronteras, jugué sin descansar y a mi manera.” La canción termina con estas palabras: “No hay por qué hablar, ni que decir, ni recordar, ni que fingir. Puedo seguir hasta el final a mi manera.”

Sin duda esta manera de actuar es muy común en el ser humano. Esta actitud nos ha sido transmitida de generación en generación desde que Adán y Eva decidieron hacer las cosas “a su manera”, en vez de seguir las instrucciones de Dios. Claro que por eso tuvieron que sufrir terribles consecuencias eternas. De igual manera, cuando Frank Sinatra llegó al final de su vida, después de gozar de fama, riquezas y placeres de todo tipo, sus últimas palabras fueron: “I’m losing” (“Estoy perdiendo”). Unos segundos después cerró sus ojos para siempre. Bien pudo entonces haber conjugado el verbo en pasado: “Perdí.” Este es el resultado final de todo aquel que vive la vida “a su manera”: derrota y condenación eterna.

El pasaje de hoy nos muestra una actitud totalmente opuesta. Jesús acababa de tener el conocido encuentro con la mujer samaritana junto al pozo de Jacob. Aquella mujer se maravilló al escuchar las palabras del Señor, y sus ojos espirituales fueron abiertos, reconociendo que hablaba con el Mesías. Entonces corrió de vuelta a la ciudad, donde dio testimonio a todos de que había encontrado al Cristo. En ese momento llegaron los discípulos, los cuales habían ido a la ciudad a comprar algo de comer. Y, pensando que el Maestro debía tener hambre, le ofrecieron comida. Pero Jesús les dijo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.” Esta fue la actitud que prevaleció siempre en la vida de Jesús: hacer la voluntad del Padre, vivir cada momento conforme a los planes de Dios, no impulsado por sus propios deseos o necesidades. Ni el hambre ni ninguna otra necesidad física o emocional lo apartaba de la misión que le había sido encomendada. Ciertamente Jesús no vivió su vida a su manera, sino a la manera de Dios. Por eso, después de su muerte y resurrección Dios “le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre.” (Filipenses 2:9).

También el apóstol Pablo, después de su conversión, se hizo el firme propósito de obedecer la voluntad de Dios, y servirle aun en medio de amenazas, persecuciones y encarcelamientos. Por eso, al final de su vida pudo escribir “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.” (2 Timoteo 4:7-8).

¿Qué prefieres tú: vivir la vida “a tu manera” y quizás disfrutar de algunos placeres temporales, o vivir en obediencia a la Palabra de Dios, y recibir bendiciones? Lo primero te lleva a la perdición. Lo segundo a la vida eterna. Tú escoges.

ORACION:
Padre santo, te ruego me des la fuerza y el valor para rechazar todos aquellos deseos que provienen de la carne, y que yo pueda someterme a tu voluntad en obediencia a tu Palabra. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

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