lunes, 16 de marzo de 2015

¿ERES UNA HERRAMIENTA ÚTIL EN LAS MANOS DEL SEÑOR?




Romanos 12:4-8
“Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría”.

Como parte del cuerpo de Jesucristo, todos los miembros de su iglesia tenemos la encomienda de ser instrumentos en su propósito de transformar al mundo por medio del conocimiento de la verdad y el poder de su evangelio. El pasaje de hoy nos enseña que, al igual que los miembros del cuerpo humano, no todos tenemos la misma función, sino que debemos actuar conforme al don que nos fue dado por el Espíritu Santo. (1 Corintios 12:11). La iglesia es como una caja de herramientas destinadas a llevar a cabo una tarea. Hay diversos tipos de herramientas en esa caja, de diferentes tamaños y formas, cada una de ellas con una cierta función. De vez en cuando, el carpintero mete la mano en la caja, y saca aquella herramienta que necesita en ese momento para la labor específica que va a realizar. No hay herramienta mejor o más útil que otra; todas son igualmente necesarias para la obra que se está realizando, y la falta de una de ellas pudiera obstaculizar e incluso impedir la conclusión satisfactoria del trabajo.

Dios te necesita para llevar a cabo sus planes de salvación para este mundo perdido. Tú tienes una función específica que realizar en esos planes divinos. La pregunta es: ¿Estás tú disponible para Dios? El enemigo puede afectar tu disponibilidad como herramienta si logra poner dudas en tu mente acerca de tu eficiencia, tu valor, tus condiciones morales, tu capacidad o tu sabiduría. Pero si actúas en el nombre del Señor podrás llevar a cabo tu función con excelencia. El apóstol Pablo trata sobre este asunto en su primera carta a los Corintios donde dice: “Mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1 Corintios 1:26-29). No importa cuán débil crees tú que eres, o cuan poco inteligente; no importa tu pasado o de dónde te sacó el Señor, lo único que importa es si tienes un corazón dispuesto para Dios. Recuerda siempre esto: Dios no llama a los capacitados, él capacita a los llamados que han respondido a su voz.

Juan capítulo 20 nos cuenta que María Magdalena estaba llorando junto al sepulcro de Jesús. Allí estaba ella sola, desconsolada, confundida, sin esperanza, cuando de pronto se volvió, y allí estaba Jesús junto a ella. Al principio no lo reconoció, pero cuando Jesús le dijo: “¡María!”, ella supo que era el Maestro, que había resucitado. Entonces el Señor la mandó que fuera a decirles a los discípulos las buenas noticias. Y “fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas” (Juan 20:18). Tiempo atrás Jesús había liberado a María Magdalena de siete demonios (Lucas 8:2). Desde entonces ella había amado al Señor, lo había seguido, le había servido, y fue la primera que lo vio después de su resurrección. Allí él la llamó por su nombre, y le encomendó una tarea. Ella inmediatamente obedeció, y fue, y transmitió a los discípulos exactamente lo que Jesús le había dicho.

Jesús hoy está a tu lado, y te llama por tu nombre, y quiere darte una encomienda. ¿Estás tú disponible para el Señor? Al igual que María Magdalena, ¿serás obediente y llevarás a cabo tu tarea? ¿Serás una herramienta útil en las manos de Dios? ¿O ignorarás su llamado? Lee su palabra diariamente, medita en ella, pasa tiempo en oración. Entonces escucharás su voz. Tú decidirás qué hacer.

ORACIÓN:
Padre santo, te doy gracias por el privilegio que me das de ser una herramienta en tus manos. Ayúdame a estar siempre disponible para ti y capacítame para servirte de manera que tu nombre sea glorificado. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

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