viernes, 7 de noviembre de 2014

¿CREES QUE DIOS SE TARDA EN CONTESTAR TUS ORACIONES?




Salmo 40:1-3
“Pacientemente esperé al Señor, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos. Puso luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios. Verán esto muchos, y temerán, y confiarán en el Señor”

Muchas veces no entendemos el por qué Dios se “tarda tanto” en contestar nuestras oraciones, pero en este salmo aprenderemos que debemos ser pacientes y esperar. Debemos estar conscientes, en primer lugar, de que la sabiduría de Dios es muy superior a la nuestra. Él nos dice en Isaías 55:9: “Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos”. Y debemos tener la seguridad de que esos pensamientos que Dios tiene acerca de nosotros son buenos, pues él lo dice en Jeremías 29:11: “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Yahweh, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”. Resumiendo podemos decir que, en su omnisciencia, Dios sabe qué es lo mejor para nuestras vidas, y quiere lo mejor para nosotros porque nos ama, y además tiene todo el poder para llevarlo a cabo. Así dice Efesios 3:20 al referirse a Dios: “Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”. Estas son razones más que suficientes para esperar pacientemente en el Señor. Pero hay más razones por las que debemos esperar siempre su tiempo, el cual es perfecto y oportuno:

Primero, la Biblia nos habla de muchas situaciones en las cuales Dios dio instrucciones claras y precisas a su pueblo o a alguna persona en particular. Solamente aquellos que decidieron esperar en él obtuvieron las bendiciones que el Señor tenía preparadas para ellos. Por ejemplo, tenemos a Noé, Abraham, Moisés, David y José. Todos ellos tuvieron que pasar por períodos de espera muy largos y penosos antes de que Dios llevara a cabo sus planes de bienestar y prosperidad en sus vidas. Un ejemplo negativo lo vemos en el pueblo de Israel, la mayoría de los cuales no pudieron disfrutar de la tierra prometida simplemente porque no siguieron las instrucciones del Señor y se apresuraron a actuar por su propia cuenta.

Otra razón por la que Dios, en ocasiones “se demora” en contestar, es porque su respuesta a nuestras oraciones puede afectar a otras personas. Cuando esperamos el tiempo del Señor sin desesperarnos, permitimos que él pueda organizar todos los factores y las circunstancias de manera que los resultados sean perfectos y beneficien a todos los que están envueltos. Además ese tiempo de espera es usado por Dios con el fin de prepararnos para la respuesta que él tiene para nosotros. Créelo o no, muchas veces no estamos preparados para la respuesta de Dios. Quizás necesitemos lidiar antes con pecados que no hemos confesado o quizás crecer espiritualmente en algún área de nuestras vidas. Lo cierto es que cuando Dios ha terminado su trabajo de preparación con nosotros, vamos a disfrutar mucho más de todo lo que vamos a recibir.

1 Pedro 5:6 dice: “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo”. Se requiere que hayamos llegado al punto de humillarnos, es decir haber echado fuera ese falso orgullo que trata de convencernos de que nosotros podemos tomar decisiones correctas basados en nuestra sabiduría. “Cuando fuere tiempo” se refiere al tiempo perfecto, el cual es determinado por Dios para “exaltarnos”, o sea bendecirnos abundantemente.

Esperar pacientemente al Señor siempre resulta en recibir bendiciones más grandes de las que podemos imaginar. Enfoca tu pensamiento y tu atención totalmente en él, y espera su tiempo. Nunca pienses que las “demoras” de Dios son respuestas negativas. No te desesperes. Confía en el Señor. Siempre vale la pena.

Oración:
Bendito Padre celestial, te ruego me des la fuerza, la fe y el valor para esperar pacientemente por tu respuesta, por tu dirección y por la solución a mis problemas. Desde este momento yo dispongo mi corazón para confiar plenamente en ti y esperar descansando en la confianza de que tú me amas y deseas lo mejor para mí. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

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