martes, 4 de marzo de 2014

¿EN QUIÉN ESTA BASADA TU ESPERANZA?



Job 11:13-18
“Si tú dispusieres tu corazón, y extendieres a él tus manos; si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de ti, y no consintieres que more en tu casa la injusticia, entonces levantarás tu rostro limpio de mancha, y serás fuerte, y nada temerás; y olvidarás tu miseria, o te acordarás de ella como de aguas que pasaron. La vida te será más clara que el mediodía; aunque oscureciere, será como la mañana. Entonces confiarás, porque hay esperanza; mirarás alrededor, y dormirás seguro”.

Una historia sucedida hace más de sesenta años en la Alemania dominada por Hitler y su imperio de opresión, nos ilustra la manera en que la esperanza influye en la vida del ser humano. Viktor Emil Frankl era un psicólogo judío de Viena, Austria, quien fuera internado como prisionero en un campo de concentración de Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Frankl observó a sus compañeros de prisión y evaluó su comportamiento en las pésimas condiciones que los rodeaban. Todos estaban sometidos a las mismas terribles condiciones de trato, trabajo y alimentación. Sin embargo, personas de características físicas similares unos morían y otros sobrevivían. ¿Por qué? (se preguntaba Frankl). En sus investigaciones vio que muchos prisioneros enfrentaban las circunstancias con pesimismo. Estos generalmente se rendían en su lucha por la supervivencia y prácticamente se dejaban morir. También observó como otros prisioneros triunfaban sobre aquellas horribles condiciones. Rehusaban rendirse al pesimismo y se aferraban tenazmente a una actitud optimista. Éstos sobrevivieron a la tragedia del campo de concentración y pudieron desarrollar vidas significativas después de la guerra.

Frankl dedicó mucho tiempo y reflexión a la evaluación de las diferencias entre estos dos tipos de prisioneros. Encontró que la reacción no se debía a la procedencia de los prisioneros, ni a la edad, ni a su condición física, ni a la educación o anterior nivel económico. Sacó la conclusión de que la mayor diferencia entre los optimistas y los pesimistas estaba en la manera en que percibían su futuro, o sea en la esperanza que tenía o que no tenía cada uno de ellos. Aquellos que creían que sus presentes sufrimientos no cesarían sino que aumentarían en el futuro, se abandonaban y morían. Aquellos que creían que los nazis terminarían por ser derrotados y que a la larga hallarían una vida mejor fueron los que sobrevivieron. Esta esperanza en el futuro les dio ánimo y valor para perseverar y enfrentarse a los sufrimientos y calamidades del presente. Los que tenían esa esperanza sobrevivían. Los que no tenían esperanza perecían. ¡Qué importante es tener esperanza!

Ahora bien, si tener esperanza es importante, mucho más importante es “en qué” o “en quién” basamos nuestra esperanza. Dios te dice hoy que “si tú dispusieres tu corazón, y extendieres a él tus manos”, es decir, que si tú acudes a Dios de corazón y vives de acuerdo a sus principios, “la vida te será más clara que el mediodía” y disfrutarás de bendiciones de todo tipo. Como resultado, “confiarás, porque hay esperanza; mirarás alrededor, y dormirás seguro”. Cuando depositamos nuestra confianza en las promesas que Dios nos hace, la luz de una verdadera esperanza ilumina nuestros corazones y nos llena de gozo y de paz aún en medio de las pruebas más duras.

Todo puede estar oscuro y sin salida, pero con Dios nunca está dicha la última palabra. Es por eso que debemos tener confianza en nuestro Señor, pues en Él siempre hay esperanza. Él sigue siendo el mismo que abrió las aguas del Mar Rojo para salvar a su pueblo de los ejércitos egipcios, el que cerró la boca de los leones cuando no había esperanza para Daniel, el que resucitó a Lázaro de la muerte después de cuatro días. ¡Ese es nuestro Dios! ¡Especialista en lo imposible! Pon en él tu fe y tu esperanza, porque él es fiel y no te va a fallar. Así dice Hebreos 10:23: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió”.

ORACIÓN:
Padre, gracias porque eres fiel y puedo confiar en tus promesas. Perdóname porque en ocasiones me dejo abatir por mis problemas y el desanimo. Te pido que derrames sobre mi vida, y también sobre la vida de mis hermanos y hermanas, fe sobrenatural para poder mantener firme nuestra esperanza en ti y por medio de ella obtener la victoria. Por Cristo Jesús, Amén.


“Gracia y Paz”

Dios te Habla

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