Hebreos 11:6
“En realidad,
sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios
tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan”
El concepto de
ser recompensados por vivir una vida de fe y obediencia a Dios resulta difícil
de entender para muchos cristianos. Algunos piensan que nuestra retribución
está reservada para cuando lleguemos al cielo. Ciertamente nuestra naturaleza
pecaminosa no es merecedora de recompensas, pero por la infinita misericordia
de Dios tenemos la promesa de que recibiremos recompensa no solamente en el
cielo, sino también aquí en la tierra. Así dijo Jesús en Juan 10:10: “Yo he
venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”0 Claro que
para ello es necesario que escuchemos sus instrucciones y las obedezcamos
fielmente. Dice Deuteronomio 28:1-2: “Acontecerá que si oyeres atentamente la
voz de Jehová tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que
yo te prescribo hoy, también Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las
naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te
alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios”.
Cuando
obedecemos a Dios somos bendecidos abundantemente. No existe la alternativa
opuesta, es decir obedecer y no ser bendecidos. Dios no obra de esta manera. La
obediencia siempre precede a las bendiciones. Cuando confiamos en Dios y le
obedecemos, le estamos dando a él la oportunidad de mostrar su amor y su poder
en nuestras vidas. Entonces, ¿debemos ser obedientes sólo con el fin de obtener
una recompensa? Por supuesto que no. Debemos obedecer a Dios por quien él es.
Debemos amarle y honrarle porque él nos amó primero de tal manera que “ha dado
a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas
tenga vida eterna” (Juan 3:16). Nuestro agradecimiento y nuestro amor deben dar
lugar a nuestra obediencia. Jesús dijo: “El que tiene mis mandamientos, y los
guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le
amaré, y me manifestaré a él” (Juan 14:21). Cuando tú le obedeces, el Señor
siempre se manifestará en tu vida y te bendecirá.
En Malaquías
capítulo 3, Dios amonesta al pueblo de Israel por su desobediencia. Allí les
dice: “Os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y
yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos” (v.7). Ciertamente
podemos ver en este pasaje la relación directa entre la obediencia a Dios y la
recompensa divina. Sin embargo, aun sabiendo esto, muchas veces desobedecemos
la palabra de Dios. ¿Por qué? Primeramente por nuestra naturaleza carnal en la
cual reside la semilla de la desobediencia desde el pecado original de Adán y
Eva. Otras veces preferimos no hacer el esfuerzo que requiere obedecer. Y en
ocasiones sentimos temor de dar un paso al frente para seguir las instrucciones
del Señor.
En Lucas
capítulo 5 leemos que Simón Pedro y sus compañeros habían pasado toda la noche
pescando sin haber pescado un solo pez. Entonces Jesús se les acercó y le dijo
a Simón: “Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar” (v.4). Él le
respondió: “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos
pescado; mas en tu palabra echaré la red”. Y tan pronto ellos obedecieron,
pescaron tantos peces que “su red se rompía” (v.6). Al ver este milagro,
sintieron gran temor. “Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás
pescador de hombres. Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le
siguieron”.
¿Acaso sientes
temor de dar un paso de obediencia al Señor? El temor es opuesto a la fe.
Cuando confiamos en Dios, el temor desaparece. Al igual que aquellos pescadores
confiaron en la palabra de Jesús y obedecieron, nosotros debemos confiar
plenamente en él y obedecer sus instrucciones. Las bendiciones vendrán después
a nuestras vidas.
ORACIÓN:
Mi amante Padre
celestial, te ruego aumentes mi fe para confiar en ti y obedecerte sabiendo que
tú puedes guiarme a la victoria que me has prometido. En el nombre de Jesús,
Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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