1 Reyes 11:1-6
“Pero el rey
Salomón amó, además de la hija de Faraón, a muchas mujeres extranjeras; a las
de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las de Sidón, y a las heteas; gentes
de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a
ellas, ni ellas se llegarán a vosotros; porque ciertamente harán inclinar
vuestros corazones tras sus dioses. A éstas, pues, se juntó Salomón con amor. Y
tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas; y sus mujeres
desviaron su corazón. Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su
corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios,
como el corazón de su padre David. Porque Salomón siguió a Astoret, diosa de
los sidonios, y a Milcom, ídolo abominable de los amonitas. E hizo Salomón lo
malo ante los ojos de Jehová, y no siguió cumplidamente a Jehová como David su
padre”.
La situación de
que nos habla este pasaje es muy triste, pues se trata de la última etapa en la
caída del rey Salomón. Dice el v.6: “E hizo Salomón lo malo ante los ojos de
Jehová”. Cuando la Biblia
usa esta expresión, ciertamente nos muestra la tristeza y la desilusión de Dios
ante la actitud de un siervo suyo, el cual se ha alejado de sus preceptos y
reglamentos. Al principio la actitud de Salomón fue muy diferente. Cuando
originalmente el Señor se acercó a Salomón y le dijo: “Pide lo que quieras que
yo te dé” (1 Reyes 3:5), el rey le pidió sabiduría para gobernar al pueblo y
dice la Biblia
que “le agradó al Señor que Salomón pidiese esto”. Y en 1 Reyes 3:3, la Biblia afirma: “Mas Salomón
amó a Jehová, andando en los estatutos de su padre David; solamente sacrificaba
y quemaba incienso en los lugares altos”. Sin duda, inicialmente existía una
dependencia de Dios en la vida de Salomón. Su actitud mostraba sumisión y
obediencia, y como resultado disfrutaba de la paz y las bendiciones del Señor.
Por eso dijo: “Ahora Jehová mi Dios me ha dado paz por todas partes; pues ni
hay adversarios, ni mal que temer” (1 Reyes 5:4). ¿Cómo, entonces llegó Salomón
a hacer “lo malo ante los ojos de Jehová”?
Todo se originó
cuando él comenzó a darse a sí mismo ciertas concesiones que no estaban de
acuerdo a los mandamientos de Dios. Primero, empezó a tener relaciones con
naciones idólatras, no obstante las advertencias de Dios. Traía caballos y
carros de Egipto (1 Reyes 10:28), lo cual parece algo inocente pero es
realmente una concesión. También Dios les había dicho a los israelitas que no
se acercaran a las mujeres de esas naciones, pero Salomón se casó con la hija
de Faraón. Luego se comprometió más hasta llegar a tener cientos de esposas y
concubinas. Después permitió que otros adoraran ídolos, y pronto él se involucró
también en la práctica. Finalmente se rebajó tanto que construyó un lugar de
adoración a Moloc donde se sacrificaba a niños pequeños.
Esta es una
horrible demostración de cómo funcionan las concesiones. Realmente no caemos de
repente en una vida de pecado, más bien nos deslizamos hacia ella a través de
las concesiones. Poco a poco permitimos cosas en nuestras vidas que calificamos
de “sin importancia”, pero que no agradan al Señor. Quizás al principio nos
sintamos un poco incómodos pero nos vamos acostumbrando, y cuando nos sentimos
confortables, seguimos con otra concesión y así una tras otra, hasta que
nuestra vida toda es una calamidad espiritual.
La vida del rey
Salomón es un ejemplo perfecto de cómo una pequeña concesión puede llevar a la
destrucción. En un momento determinado podemos ceder a la presión de los demás
en muchas áreas diferentes: la moral,
los buenos principios, la forma de vestirse, o la participación en chismes o en
conversaciones insinuantes. Pero esa “pequeña” concesión conduce a otra
más seria, y con cada concesión nuestra relación con Dios se debilita más, y el
pecado va tomando control de nuestras vidas.
Alguien dijo:
“Si le das a Satanás una pulgada, él construirá tus reglas.” Ten esto en cuenta
al momento de hacer algo que te parece “sin
importancia”. No hagas concesiones al enemigo, pues tarde o temprano te
llevarán a la destrucción, sino rígete estrictamente por la Palabra de Dios.
ORACIÓN:
Padre santo, te
confieso que muchas veces he permitido cosas en mi vida que no te agradan a ti,
y que yo he considerado como “algo sin importancia”. Por favor, perdóname y
ayúdame a no hacer ningún tipo de concesión al enemigo que afecte mi relación
contigo. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla
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