lunes, 9 de febrero de 2015

¿VIVES INMADUREZ ESPIRITUAL?




Hebreos 5:12-14
“Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”.

La Biblia dice que cuando aceptamos a Jesucristo como nuestro Salvador nacemos espiritualmente. Así le dijo Jesús a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). Y en su segunda carta a los corintios el apóstol Pablo escribió: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es” (2 Corintios 5:17). Es decir, al momento de nuestra conversión somos “bebés espirituales”. Entonces, al igual como sucede en el aspecto físico, se espera que crezcamos espiritualmente hasta llegar a alcanzar la madurez. Sin embargo hay creyentes que no siguen este proceso normal del crecimiento y permanecen en la etapa inicial necesitando ser alimentados, en lugar de que ellos alimenten a nuevos creyentes.

En la escritura de hoy, se habla de un grupo de judíos convertidos que ya deberían de ser lo suficientemente maduros como para enseñar a otros, pero que seguían siendo inmaduros espiritualmente. Eran como niños lactantes necesitados de atención, y que no producían fruto espiritual. Eran oIDORES MAS NO HACEDORES DE la palabra. Quienes actúan de esta manera se quedan en un estado de perpetua infancia espiritual.

En el siguiente capítulo de esta misma carta, podemos ver una clara exhortación a que dejen a un lado las cosas infantiles y maduren. Dice Hebreos 6:1: “Por tanto dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección...” La palabra “perfección” aquí significa “madurez”. A aquellos a quien se les enviaba esta carta se les pedía que dejaran ya la etapa inicial de “la leche”, y que crecieran a la “madurez” alimentándose del alimento sólido de la Palabra de Dios.

Si los creyentes NO buscamos alimentarnos apropiadamente con “alimento sólido” que es la Palabra de Dios, seguro que NO creceremos espiritualmente, y siempre vamos a estar raquíticos y desnutridos, y nuestra actitud será como la de un niño inexperto que depende de los demás. Muchas iglesias hoy viven este problema, porque cuando deberían de ser Talleres de Evangelización, sólo son “guarderías” para niños pequeños y llorones. Ciertamente una iglesia organizada debe tener una guardería para los nuevos cristianos, pero éstos deben crecer y desarrollarse de manera que pronto estén listos para servir. Cuando los bebés espirituales no crecen, los obreros tienen que pasar demasiado tiempo atendiéndolos, descuidando otras actividades dentro de la iglesia como es el evangelizar.

Una de las características del creyente que no crece es que continúa reaccionando conforme a los impulsos de la carne y no de acuerdo al Espíritu. El apóstol Pablo en su primera carta a los Corintios les dice: “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” (1 Corintios 3:1-3).

¿Cuánto tiempo hace que conociste a Cristo? ¿aun sigues siendo una carga para tu pastor y para tus hermanos en la fe, o has llegado a la madurez espiritual y puedes llevar la carga de la instrucción de un nuevo creyente? El apóstol Pedro nos desafía a “crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18). Tratemos de alcanzar esa madurez espiritual. La manera de lograrlo es dedicando todos los días un tiempo a buscar el rostro del Señor, leyendo y meditando en su palabra y orando en busca de sabiduría y discernimiento espiritual y de la voluntad de Dios para nuestras vidas.

Oración:
Amoroso Padre, te ruego me ayudes a crecer espiritualmente. Dame fuerzas para dejar todo aquello que impide ese crecimiento y a concentrarme en crecer en el conocimiento de tu palabra, y en el poder de tu Santo Espíritu. En el nombre de Jesús, Amén.

¡Gracia y Paz!

Dios te Habla

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